Salir a correr

Emilio Aparicio Díaz.- Vivo en un pueblo parecido al pueblo donde han violado y asesinado a Laura. Ya no tanto, pero hace poco a mí también me gustaba salir a correr. Pero no sólo era salir a correr: me adentraba en el campo para disfrutar del aire puro, para dejar la mente en blanco concentrándome únicamente en el esfuerzo, o, simplemente, para pensar en mis cosas mientras corría.

A veces miraba a los lados del camino para observar alguna planta que me llamaba la atención, o a un animalillo que salía de entre la maleza, huyendo, asustado al verme. Otras veces miraba hacia arriba para observar el cielo, las nubes, por algún indicio de tormenta, o, simplemente por pura distracción. Todo me divertía. Correr no era tan solo correr, era también la excusa para entroncar con un estado de ánimo que rayaba, si no con la felicidad, sí con ese estado de serenidad y alegría que sólo consiguen proporcionarte tus aficiones preferidas.

Ahora mis ratos de ocio los dedico a algo más sedentario (leer), pero como el recuerdo de esos instantes es tan grato, tan intenso en el recuerdo –la satisfacción de mirar el cronómetro y ver que había reducido en un minuto el tiempo en recorrer la ruta por donde solía correr; una ligera llovizna que caía inesperadamente, pero que te venía de perlas para refrescarte y bajar la temperatura del cuerpo–, siempre me digo a mí mismo que debería volver a practicar ese deporte.

Eso lo he pensado durante todo el tiempo que no he vuelto a correr. Pero ayer, después de escuchar la noticia del asesinato de Laura, lo que me ha venido a la mente sólo son preguntas: ¿En algún momento sentí miedo mientras corría? ¿En algún momento miré hacia atrás con la sensación de ser perseguido? ¿En algún momento sospeché de la presencia de alguien escondido entre el espeso matorral de al lado del camino, aguardando que yo pasara? ¿En algún momento pensé que alguien pudiera hacerme daño? ¿Que pudiera robarme? ¿Que pudiera asesinarme? ¿Que pudiera violarme?

Hay hombres que dicen que una mujer puede hacer tanto daño como un hombre: que pueden hacer destrozos en la psiqué de un hombre, mayores que los que haría un hombre a una mujer. Hablan de “feminazis”, de “histéricas”, de “malfollás” para referirse a mujeres que procuran mantener viva, en permanente guardia y con una tensión máxima, no ya la alerta ante un posible predador, sino algo mucho más sencillo: el que otras mujeres no se duerman en esta larga, insoportable vigilia, de aquellas que saben que, el derecho a dormir y soñar en paz estando despiertas, no es un derecho, sino un privilegio conquistado a base de lucha: esa eterna imaginaria de la mujer sobre cada avance sociológico, sobre cada derecho conquistado, sobre cada libertad individual y parcial, arañadas a regañadientes a una sociedad patriarcal, que, en cualquier momento, puede volver a arrebatarles lo ya conquistado.

Yo soy un hombre. Un hombre al que le gustaba correr, y que salía en completa libertad a practicar su deporte preferido. Un hombre que nunca sintió miedo mientras corría, un hombre que nunca miró hacia atrás con la sensación de ser perseguido, un hombre que nunca sospechó de la presencia de nadie escondido entre el espeso matorral que aguardara mi paso por ahí; que nunca pensó que nadie pudiera hacerle daño, que pudiera robarle, asesinarle, violarle… Yo soy un hombre que ha practicado el deporte de correr disfrutando de ello, concentrándome en mí mismo, porque no he sentido miedo (como puede sentirlo una mujer) a que me violen y luego me asesinen.

Porque los hombres podemos volver a dormir y a soñar (porque seguimos estando vivos), incluso cuando una mujer nos daña psicológicamente. Porque los hombres no sabemos lo que es la vigilia, el mantenerse despiertos, en constante tensión, sin libertad real por ser de un género concreto, por ser una mujer, Laura, que, decidió -pese a sentir miedo (racional) por aquél que la violó y asesinó más tarde-, simplemente, ejercer su libertad de salir a correr…

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5 COMENTARIOS

  1. Tal vez haya que reflexionar sobre cuándo se implantó el miedo de las mujeres a salir solas a la calle.
    Las mujeres deben correr sin miedo y no correr por miedo. Salir solas a la calle es la expresión máxima de libertad y autonomía de las personas……

  2. Enhorabuena por el artículo. Es una obviedad que los hombres podemos andar tranquilamente por la calle o por el campo, a la hora que sea, vestidos como queramos, sin temer ser agredidos por el mero hecho de ser hombres. Es una obviedad que algunos niegan.

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