Coinciden estos días, finales del otoño en Almagro, dos relatos pictóricos que tienen razón para ser comprendidos, a mi parecer, desde la costura y desde la pesca y desde su simplicaciones formales y técnicas. Que ya es mucho parecer, vincular pintura con costura y con pesca, por más que haya habido couturiers que se han sentido y se han creído artistas, lisa y llanamente, desde Chanel a McQueen, desde Balenciaga a Armani.
Y es que en la costura, tanto en la Haute couture como en el préta porter, coexisten las fuerzas de la creación y de la experiencia de la manualidad técnica. Unidas creación y técnica muchas veces como un todo, y justamente, unidas por un hilo invisible. Y hablamos de hilo invisible para referirnos a las uniones invisibles y no sentidas ni manifestadas. Que ya es mucho parecer, vincular pintura con costura; por más que ya haya hecho en el pasado lo de vincular la pintura con la agricultura, como pasara con Francisco Carretero y puede que pase con Arcimboldo, entre otros.
Pues eso, un hilo invisible, como ocurriera en la película El hilo invisible, de Paul Thomas Anderson (2018) y donde se diluyen muchos límites entre lo visible y lo invisible, de aquí la razón del nombre. Todo ello en la medida en que el hilo traza la urdimbre del tejido y lo acaba conformando en su forma, en su carácter y hasta en su color y también permite tareas de agregación de lo que estaba separado antes o de las partes diferenciadas y luego unidas por la costura.
Siendo armazón y soporte, trama y urdimbre, el tejido normalizado a veces aspira a la representación de algo más y a la exposición de otro carácter representativo más allá del mero tejido. Como ocurre con las afamadas telas de Jouy con sus escenarios campestres, bucólicas, pastoriles y hasta cuadros de chinoiseries que delatan procedencias orientales. Como ocurre también con la firmeza de los tapices y sus relatos mitológicos o costumbristas, de los que hay algunos ejemplares en la proximidad del Museo del Teatro. Por ello lo de las telas y de la exposiciones; aunque en ellas haya ya más papel que lienzo, más celulosa que algodón.
El primero de esos relatos pictóricos citados, es el desarrollado por Elena Poblete en el Espacio de Arte Contemporáneo del Hospital de San Juan y construido en torno al nombre ambiguo de Jaulas para la memoria y otros proyectos. Y el segundo, de Jorge Julve en la Galería Fúcares que ha denominado con otro nombre no menos ambiguo, como Tirando hilos que pudiera ser tan textil como pesquero y del que hablaremos próximamente.
Elena Poblete y sus Jaulas para la memoria, nos propone un título enigmático, pero a la larga esclarecedor de su propio trabajo. ¿Cómo entender si no, que las jaulas sean lugares de y para la memoria?, cuando bien sabemos que tales artefactos permeables al aire son habitáculos provisionales, mitad nido mitad adornos, construidos en madera enlistonada o en alambre trenzado, para alojar aves y otros pequeños animales en trance de domesticación. También en el límite, la jaula alude metafóricamente al presidiario, al que está privado de libertad y por ello enjaulado o encarcelado. Pero rara vez, una jaula se entiende como albergue o como refugio de la memoria, por más que el presidiario sólo tenga memoria de pasado y voluntad de futuro, pero rara vez visión del presente del que sólo quiere huir. El refugio y guarida de la memoria siempre, por ello, serán las imágenes y las palabras; aunque ambas parezcan superpuestas, como en un palimpsesto, en estos trabajos de Elena Poblete.
Aunque por lo mostrado en el Hospital de San Juan, lasseis jaulas doradas dispuestas contienen, justamente, el material con el que viene trabajando la artista en los últimos años: tiras fileteadas de sabanas de papel impreso, que integradas convenientemente componen la sustancia de su material habitual de trabajo, donde el cortar y pegar transcurre en paralelo al cortar y coser propio de la costura y del patronaje. Incluso próximo todo ello,del copiar y pegar, hoy usual, pero puesto en funcionamiento antes de la escritura electrónica por William Burroughs; y del pensar y clasificar del escritor oulipiano Georges Perec. También dado a copiar y pegar, tanto como a pensar y clasificar. Incluso,como ocurre en La vida instrucciones de uso, tan dado a deconstruir y desmontar las tablillas pintadas sucesivamente por Bartlebooth para generar con la pintura nuevos rompecabezas que pueden ser reconstruidos en búsqueda de la imagen original y originaria. En un bucle continuo entre hacer y deshacer. En una suerte de viaje entre el puzle y el crucigrama. Y es que, según Altarriba. “Crucigrama y puzle son dos formas altamente reveladoras de relacionarse con esos sistemas fundamentales de representación que son la imagen y la palabra”.
No diré, por tanto, material pictórico, en la medida en que el pigmento cromático usual y convencional, aquí ha cedido su lugar alensamblaje/agrupación del papel en tiras; pegado y agrupado en una suerte de collage metatextual con pretensiones de visibilidad figurativa e incluso de posible visibilidad literaria. Pero esa técnica de materialidad alternativa del papel prensa leído de otra forma, en el desarrollo temporal del trabajo verificado,ha experimentado cambios significativos. En la medida en que Elena Poblete lleva más de diez años, tal vez quince,realizando esa obra que se nos presenta ahora evolucionada, caracterizada por unos retratos personales realizados desde las repetidas tiras de tipografía procedentes de medios impresos, para con ellos configurar sus imágenes. Dejando abierta la posibilidad de incorporar como ingrediente nuevas tiras de papeles procedentes de cartografías geográficas, de papeles industriales o de planos urbanos, y saltando a otros universos diferentes del retrato personal.
Donde se puede advertir ya, y en paralelo, cómo el carácter de las tiras-listas de papel utilizadas como paleta de color alternativo, comienzan a saltar y romper las barreras formales del soporte sobre el que se adhieren, para rebasar y alterar su propia geometría física. Enotras ocasiones lo que debería ser continuidad de la mata de pelo/cola de caballo, se ve reconsiderado por la aparición del pelo-papel transformado en un cabo de cuerda o en una soga colgante; incluso en un sobrante del material no dispuesto y acumulado, salido del propio cuadro, como ocurre con la pieza del testero de la vieja capilla hospitalaria. En una pretensión objetual de El cuadro fuera del cuadro, reinvirtiendo y reconduciendo el concepto de Julián Gállego El cuadro dentro del cuadro. Y aquí es donde la materialidad alterada de las serpentinas tipográficas se abren camino a una realidad que puede circular entre lo Dadá y lo conceptual. También la costura como ready-made.
Periferia sentimental
José Rivero
Excepcional y minuciosa descripción.
Una gozada de Exposición que va más allá de lo bidimensional. ¿Protección a costa de un poco de libertad?
Muy recomendable…..