La Convención de Naciones Unidas define al genocidio como la voluntad explícita de acabar con la población de un territorio o de desplazarla obligatoriamente siguiendo un plan premeditado. La OSCE eleva a 150.000 el número de cristianos asesinados anualmente en nuestro planeta.
En “Cristianos y leones”, Fernando de Haro expone cómo la época actual es protagonista del asesinato continuo de cristianos con el silencio cómplice de las autoridades y los medios de comunicación del mundo.
De Haro recuerda que hoy los mártires siguen existiendo -entendiendo como tales a quienes se pone en la tesitura de perder la vida si no renuncian a su fe- y lo ejemplifica con el recuerdo de los jóvenes asesinados por el Daesh en Siria de un tiro en la cabeza por no renegar de su condición cristiana. Recordemos que el Daesh fue ese grupo islamista llamado “moderado”, auspiciado por el poder anglosajón y sus satélites con el fin de derrocar al presidente sirio.
La humanidad no debe olvidar el papel fundamental jugado por el cristianismo en la construcción de la dignidad humana con carácter universal.
Esa expresión tan española de que nadie es más que nadie nació con el cristianismo. El famoso orgullo español, tan repetido por escritores, pensadores, militares y viajeros foráneos, hunde sus raíces en el cristianismo.
El duque de Wellington quedó admirado de la dignidad, llena de espontánea naturalidad, del campesino castellano cuando se descubría para saludar. El inglés afirmaba no haber visto nunca nada semejante. El campesino actuaba así por elegancia y educación, nunca por sumisión; y, después del ademán, fijaba la mirada en los ojos de su interlocutor sin importarle que fuera noble, prelado o el mismísimo “sursum corda”; y es que nadie era más que nadie.
El ser prevalecía sobre el tener. Esta contundencia de dignidad igualitaria es inherente al pensamiento cristiano.
De Haro nos recuerda que el cristianismo no es una mera tradición; ante todo es un acto de liberación personal: Cuando un paria hindú es tratado por sus compatriotas con desprecio y crueldad al considerar su situación consecuencia de los errores del pasado -según los seguidores de la reencarnación- el ser tratado con respeto y dignidad –nadie es más que nadie- hace que este paria esté dispuesto a defender con su vida si fuera preciso la filosofía –por no hablar de religión- que lo liberó de la cosmovisión que justificaba la pesadilla de su existencia.
Con la caída del Imperio Romano, una enorme cantidad de esclavos se convirtieron en libertos. Una libertad ansiada y envenenada, a su vez; no sabían manejarse en su nuevo estado y desconocían el significado de ser libres. Se trataba de personas cuya ascendencia esclava se perdía en el recuerdo. Habían sido para el Imperio pura infrahumanidad; así fueron tratados, y así se llegaron a sentir, excepto unos pocos: ese fue el caso de Espartaco.
Arthur Koestler imaginó de manera aguda el sentir de Espartaco antes de su última batalla. El jefe de la rebelión sabía que con aquellos hombres era imposible construir nada mejor al mundo por ellos conocido: un mundo de esclavos. En caso de una victoria, la sociedad venidera difícilmente sería diferente a la romana. Entonces, ¿por qué luchaban? Espartaco podía haber huido a su tierra natal y eludir el combate definitivo. No lo hizo. Su calidad humana se lo impidió. Prefirió morir junto a los suyos, convencido de que la rebelión había sido un callejón sin salida por la pésima dignidad de sus valientes guerreros debido a años y generaciones de esclavitud.
Así eran los esclavos a la caída del Imperio.
Fueron los monjes cristianos quienes asumieron la tarea de dignificar –humanizar- a los nuevos libertos. Hacerles entender que nadie era más que nadie independientemente de su origen o estrato social.
El ser antes que el tener. Siempre.
Las cartas pueblas medievales españolas son un monumento a esta dignidad, al establecer que la ciudad existente tras las puertas de entrada estaba habitada por hombre y mujeres libres.
Una labor del cristianismo nunca valorada en su trascendental importancia fue sustituir las creencias de aquellos pueblos convencidos de que el alimento de sus dioses era la sangre.
Solemos recordar y alabar el espíritu emprendedor, mercantil, nivel de desarrollo o vínculos con la naturaleza de fenicios, cartagineses, celtas, mayas, aztecas, incas, etc., etc., dejando de lado sus prácticas de sacrificios humanos acompañada, en algunos casos, de canibalismo.
A los druidas se les hace aparecer como seres sabios y benéficos, especialmente a los niños. Nadie les explica que practicaban rituales con sacrificios humanos. En realidad, dichos sacrificios estuvieron generalizados en el mundo antiguo ¿Puede existir una práctica más depravada? Si viajáramos por el tiempo y nos situáramos en la era precristiana nos sorprenderían los ríos de sangre ofrendados a las diferentes deidades. En la Biblia, Jesús manifiesta su horror ante la carnicería de los sacrificios –en este caso de animales- en el Templo.
La historia nos enseña cómo los pueblos de prácticas más inhumanas y crueles –quizá por ello- eran los que sometían a los demás obligándoles al pago de tributos con personas destinadas a los rituales sangrientos en honor de sus dioses.
Y nació la Eucaristía. Y se explicó a quienes no concebían adorar a un dios sin ofrendas de sangre, que ya no hacía falta ni más sacrificios ni devorar el corazón palpitante ni la carne de otros congéneres para apropiarse de su fuerza.
La Eucaristía vino a reemplazar tales prácticas mediante la comunión, a través de la sagrada forma, pues ella representa el cuerpo y la sangre del Hijo de Dios sacrificado por toda la humanidad.
Así fueron desterrados los rituales sangrientos de los pueblos cristianizados.
El cristianismo reemplazó a los dioses crueles y vengativos por un Dios que preconiza el amor al prójimo como a uno mismo, y que todos los seres humanos somos iguales al ser hijos suyos.
No es necesario ser creyente para advertir del papel irreemplazable del cristianismo en el progreso de la especie humana.
Suele pensarse en la esclavitud como la mayor lacra de la humanidad. Se olvida a los sacrificios humanos. Sin el cristianismo es posible que los pueblos más crueles hubieran acabado dominado el orbe. La paradoja es que tamaña crueldad era compatible con el refinamiento y el desarrollo artístico-científico.
Antes de continuar, se hace necesaria una aclaración: Hablo del cristianismo, de la belleza, racionalidad y elaboración de su pensamiento escolástico, de su doctrina social, no de la red de corrupción, inmoralidad e intereses creados a su sombra por falsos cristianos, por mucha sotana o golpes de pecho de que hagan gala.
Gustavo Bueno era ateo, y cuando se le preguntaba por su religión, respondía: soy un ateo católico. Tal respuesta era el reconocimiento a la superioridad racional del catolicismo y su escolástica frente al resto de las religiones. Su postura podría resumirse así: Entre ser musulmán o cristiano, lo segundo. Entre católico o protestante, católico. Finalmente, entre el catolicismo y el ateísmo, la última opción.
Bueno siempre resaltó la racionalidad del pensamiento escolástico frente a la irracionalidad musulmana o luterano-calvinista.
Los seguidores de Baal y dioses similares destacaron en el comercio y en crear factorías en las costas de los lugares donde llegaban, para explotar sus yacimientos, nunca para colaborar en el desarrollo autóctono. Su forma de entender el mundo tenía dos pilares básicos: los sacrificios humanos –ya referidos- y la usura. Curiosamente, ambos no admitidos por el cristianismo católico. Para un católico todos los seres humanos son iguales, pues todos son hijos de Dios. El judaísmo castiga la usura, mas sólo entre los de su estirpe, y ve con buenos ojos su ejercicio con el resto, los otros, los gentiles, los “goyim”. Ellos son el pueblo elegido, por tanto, no somos todos hijos de un mismo dios. Esto les lleva a aceptar comportamientos con los demás prohibidos para sí mismos.
El universal “todos somos hermanos” cristiano, no existe en el judaísmo, donde el ellos y el nosotros está siempre presente.
La divisa masónica popularizada en la Revolución Francesa, libertad, igualdad y fraternidad, no es más que una indisimulada apropiación secularizada del basamento cristiano, pero con otro trasfondo. Mientras el cristianismo católico preconizó la supremacía del ser frente al tener, la burguesía antepondría el tener frente al ser; el “homo economicus” recibiría un enorme respaldo convirtiéndose en el ideal humano.
Llamamos “homo economicus” a quien ha decidido ir por el mundo como si la vida fuera una mera cuenta de pérdidas y ganancias; y hasta hoy.
La filosofía cristiana emanada del pensamiento escolástico, desde Sto. Tomás a la Escuela de Salamanca, era un estorbo insoportable para los intereses liberal-masónicos encarnados en los valores burgueses.
Aquéllos –los liberales-masónicos- se hicieron con el poder e inundaron la tierra y explicaron a las nuevas generaciones una visión del mundo acorde a sus intereses. Se llamaron a sí mismos librepensadores cuando nunca lo fueron. De haberlo sido no habrían condenado al ostracismo, por ejemplo, ni a los maestros escolásticos salmantinos ni al padre Feijoo, cuya obra tuvo más ediciones en Europa que las de Voltaire y Rousseau juntas. Entonces, ¿por qué fueron apartados del Olimpo de la historia? Sencillamente por ser clérigos. Y el poder liberal-masónico estaba comprometido en demostrar a diestro y siniestro que todo lo que fuera clerecía sólo podía ser sinónimo de ignorancia y oscuridad ¡Vaya con los librepensadores! La utilización torticera del lenguaje no es nueva, como podemos ver.
Los seguidores de Baal -ritualistas y usureros- tienen animadversión a la cruz. La historia les ha enseñado que el ser humano de calidad, de elevada dignidad, el que antepone el ser al tener, es difícil de lidiar; es levantisco, y si tiene que declarar la guerra al mismísimo Napoleón desde una aldea olvidada llamada Móstoles, se la declarará, y si tiene que colgar a las autoridades de Asturias por negarse a declarar la guerra al francés después de los sucesos del 2 de Mayo de 1.808 en Madrid, se las colgará; como así sucedió.
Confucio afirmó con gran sabiduría que son los símbolos y no las leyes quienes gobiernan el mundo.
Efectivamente, ni una bandera es un trozo de tela, ni un himno una melodía más, ni una cruz dos pedazos de cualquier materia superpuestos de una forma determinada.
Eso es lo que nos quieren hacer creer quienes conocen perfectamente la fuerza de los símbolos, pero esa fuerza la quieren en exclusiva para ellos.
Uno puede no ser católico. Puede pensar que la Iglesia es un agujero corrupto. Incluso puede pensar que Jesús no existió. Perfecto. Pero el cristianismo no es sólo una religión, es una forma de entender el mundo que liberó y dignificó al ser humano. Y su símbolo, la cruz, es un objeto con tal fuerza que los ritualistas y usureros no han dejado de perseguir. Ansían el momento en que no quede una sobre la faz de la tierra. Si ese día llegara, no tendrán pudor en afirmar que la cruz fue una leyenda; que jamás existió.
Quieren degradarla. Después hacerla desaparecer para provocar su olvido y comenzar la nueva era del poshumanismo –ellos lo llaman transhumanismo- con la dignidad humana hecha pedazos.
Se sea creyente o no, la cruz simboliza la dignidad humana de todos.
Recordémoslo
Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz
Me da mucha alegría volverte a ver publicando Marcelino.
El artículo es extraordinario. La referencia a Gustavo Bueno sublime (el católico ateo, el mejor filósofo tras Ortega que ha dado España en la etapa contemporánea). Autor del genial concepto del Fundamentalismo democrático que está siendo estudiado en el resto de Europa.
Sobre la dignidad del español que apuntas, nada como el teatro del siglo español (un espectáculo de masas) para expresarlo:
«Al Rey, la hacienda y la vida se ha de dar, pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios».
El Alcalde de Zalamea. Calderón de la Barca (otro clérigo).
Mire, señor, que la cruz representa mi dignidad, y una m…
Usted, que tan bien escribe, o se engaña o quiere o intenta olvidar la tremenda y cruel historia del cristianismo.
Para que aburrir.
Ser antes que tener y nada de sacrificios humanos. Muy bien hombre; entresaco de su artículo: «si tiene que colgar a las autoridades de Asturias por negarse a declarar la guerra al francés después de los sucesos del 2 de Mayo de 1.808 en Madrid, se las colgará; como así sucedió.» Olé, olé y olé.
Que con su cruz se lo coma.
Un acto violento de guerra sin duda.
Las guerras son violentas.
También injustas. Pero en aquel momento, la invasión del ejército de Napoleón no había alternativa.
Los polacos en 1939 tampoco la tuvieron. Hitler tampoco daba alternativa.
Bueno, está claro que la cruz no es santa de tu devoción, pero creo que tu ignorancia visceral hace que no hayas enterado de nada.
Dos Cosas Marcelino, este articulo está demasiado escorado hacia occidente. Porque desde La Meca, desde Tiananmén o desde Jerusalén, las cosas se ven de otra manera.
Que tiene muchas luces el cristianismo? Por supuesto, dudarlo es de tontos, pero las sombras son bien alargadas en el tiempo.
Por otro lado, la cruz también tiene muchos significados que no son nada agradables. Empezando porque era un símbolo de tortura y en nombre de ella se han asesinado a millones de personas a lo largo de la historia.
Hay que poner mejor el fiel de la balanza.
Bueno, la Biblia nos deja una imagen de un Dios cristiano contradictorio: amoroso, déspota, cruel y vengativo. Y yo creo que Dios es todo eso porque el hombre lo inventó.
En cuanto al símbolo de la cruz, pocas personas saben, a pesar de profesar el cristianismo, que la cruz empezó a utilizarse como símbolo de la religión cristiana en el siglo IV d.C., después de que el emperador romano Constantino I viviera una experiencia mística.
La cruz es un símbolo de muerte y sufrimiento. Nacemos para vivir. Es cierto que sufrimos porque no queda otra y hay que vivir lo que toca aunque resulte desagradable, pero una cosa es eso y, otra muy distinta, es convertirse en mártires del sufrimiento.
Y es que cuanto más atraso, más religión…..
Lo siento Marcelino pero no comparto algunos párrafos de tu artículo.
Empezando por al titular y ya lo ha dicho alguien: ¿Cómo un símbolo de tortura puede ser signo de liberación?
Y hay que tener muy presente que dentro del Cristianismo hay mucho de sombras debido precisamente a esas dos iglesias que han existido y que aún existen. La Iglesia de la jerarquía y la Iglesia de base.
Y un detalle, la iglesia evangélica (cristiana) apoyando y siendo un pilar del nuevo gobierno ultraderechista de Brasil.
La Cruz es signo de contradicción.
Es signo de la muerte de esclavos y criminales en el imperio romano.
Es signo de que el Hijo de Dios que pasó por la vida haciendo el Bien, muriera como esclavo y criminal.
Es signo de derrota del proyecto de Jesús en Vida.
Es signo de victoria del proyecto de Jesús después de su muerte.
Es signo de una cosa y de la contraria.
Es un Misterio y una extraordinaria Paradoja incomprensible para muchas mentes, accesible para otras.
El Cristianismo ha sido el transmisor en Occidente de la cultura Greco-latina. Gracias a San Pablo.
El Cristianismo ha sido el impulsor del conocimiento tras fundar las primeras universidades.
El Cristianismo ha sido el elemento unificador de Europa tras el Imperio Romano.
El Cristianismo ha sido en muchas ocasiones la autoridad moral que ponía freno a la autoridad imperial (crisis de las Investiduras).
El Cristianismo ha sido en esencia el Pensamiento fundante del Humanismo occidental, de la identidad occidental y de su progreso,
La crisis del Cristianismo propició el advenimiento del fascismo y el comunismo, que siempre lo odiaron y persiguieron.
La mayor tragedia que ha vivido Occidente, la II Guerra Mundial fue iniciada por un personaje, Hitler que no era simplemente antisemita, sino que fue igualmente anti-cristiano. Otro tanto Lenin y Stalin.
En nombre de la cruz gamada y la hoz y el martillo se han producido más de 140 millones de víctimas durante el siglo XX.
La Cruz cristiana, ha sido, es y será siempre SIGNO DE PARADOJA Y CONTRADICCIÓN.
Y también es cierto, que tras dos mil años de Cristianismo, bajo ella esta religión se ha alzado siempre victoriosa en sus múltiples crisis y persecuciones.
La religión cristiana convence más que cualquier otra ideología o religión en la Tierra.
Convence a ignorantes con Dignidad y la temen u odian sabios sin Dignidad.
Porque detrás de la Dignidad tiene que haber un sólido pensamiento que la sostenga.
Y eso ocurre cuando ese pensamiento ni engaña ni defrauda porque FUNCIONA.
No hay idiología que haya perdurado 2.000 años. Porque no funcionan sencillamente.
…entresaco lo más importante del artículo: «..nadie es más que nadie»… todo lo demás me la suda.
«…si más no hace». La cita es de Cervantes.
Por demás, el cristianismo es la más dura de las religiones, porque te exige lo que ninguna: amar a tus enemigos.
Cosa que hacen los santos.
Yo ni lo soy ni quiero serlo.
Porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú, Altísimo Jesucristo.
La humildad, como decía Confucio, es la base de todas las virtudes.
Sabio este Confucio.
Qué tipo más interesante, fracasando en vida, consiguió después de muerte, elevar su filosofía a la categoría de religión. Veneraba las tradiciones y se enfrascó en la mayor revolución de todas, conducir a los hombres a la virtud.
No pudo decir de sí mismo que era Dios, como Jesucristo, pero sin duda de haberse conocido, como Buda, se hubieran entendido perfectamente. Fueron hombres radicalmente libres.
Por cierto, Confucio es conocido en Occidente gracias al jesuita Mateo Ricci.
Toda auténtica religión y buena filosofía siempre confronta al ser humano con sus debilidades y contradicciones. Resolverlas es tarea de santos o de Hércules.
Esa dialéctica interior, es la tarea más digna, fecunda y exigente para desarrollar o anticipar la plenitud que todo ser humano anhela.
A.R. has dado de lleno en el quid.
Pohai, tú siempre tan ilustrado.Tu problema no es ser ateo o como quieras definirte, tu verdadero problema es que eres muy cortito.
.. Uy, coño llevas razón no he estado «fino».. Se me ha pasado en mi comentario anterior decir que la cruz tiene un gran significado en matemáticas..sumar.
Ya tiene más valor que el cero que tiene el progresismo.
Me alegro de leerle de nuevo.