Quien fuera en la década de 1970 uno de los más destacados novilleros del panorama nacional, la última gran figura taurina de Almodóvar del Campo, Luis Ramón Gil, compareció anoche en la tercera de las charlas que forman parte del ciclo de la XXVIII Semana Cultural organizada por el Club Taurino ‘Almodóvar’.
Y lo hizo no para repasar su trayectoria, que bien podría haber completado como torero con mayúsculas porque cumplía todas las circunstancias para dar el salto, sino para hacer reflexionar al público asistente, a los aficionados y al sector en general, sobre la conveniencia de ilustrarse convenientemente acerca de lo que es la tauromaquia.
“Yo me aparté de los toros profesionalmente, pero creo que los llegué a conocer un poco y a entender”, sobre todo gracias de la mano de grandes escritores taurinos como Vicente Zabala padre, Antonio Díaz-Cañabate y a Cossío. “Al final valoras mucho lo que aprendes de ellos y la Tauromaquia es como una entelequia que está ahí, que la gente casi ignora”, apuntaba el ponente.
Por eso mismo, a su juicio, el “no desgranarla y no conocerla da lugar a que el hombre, que siempre ha temido lo que desconoce, le sea imposible apreciar lo que desconoce”. Por eso, “intento aportar un granito de arena sobre la base de que se pueda llegar a entender el enciclopedismo de lo que es la Tauromaquia”.
“Ya sabemos que tenemos ‘El Cossío’, pero no como enseñanza, es una obra magnífica pero hay que enseñarla, ése es el secreto”, apuntaba Gil, quien es partidario de facilitar de una manera asequible sus contenidos, “con asignaturas, con enseñanzas parciales, metiendo al aficionado en la lid del ‘vamos a ver qué entendiendo de la lidia’.
Su objetivo puede parecer una entelequia conforme está el debate social en torno al mundo de los toros, pero optimista y vitalista como es este almodovareño, no ceja. “Soy de los que cree que ha habido grandes sabios que nos han dado pautas en la vida y uno de ellos fue Einstein, que dijo que cuando hay crisis es cuando puede haber avances y en esas crisis es donde más se aprende”.
Por eso, en estos momentos de diatribas en torno a la fiesta, es cuando “más valor habría que tener para ensalzar lo que de verdad vale e intentar levantarlo de esa oscuridad que existe. Hoy, aunque sea difícil con todo lo que está cayendo en contra de los toros, se puede intentar fomentar más esa enseñanza de los toros. Precisamente, para que desaparezca tanto detractor por desconocimiento”.
De ahí que Luis Ramón Gil valorase especialmente acciones de unidad en este mundo de los toros. Con iniciativas como la que promueve la Asociación del Toro de Lidia o con jornadas culturales como las del Club Taurino ‘Almodóvar’. “La fiesta, sin apoyos no es nada y a través de esta gran semana pretendo que se deje puesta la china para ver si cogen el reto, el capote, y se intenta a empezar crear una enciclopedia taurina”.
Tan interesantes reflexiones fueron introducidas por un ponente que, como dijo Carmelo García en el acto de presentación, “es el novillero más importante que hemos tenido [en Almodóvar del Campo] hasta la fecha”, tras su debú en 1968 en la antigua plaza de madera propiedad de El Cacho y tres años después debutaría, con picadores, en la portátil metálica que ya era de titularidad consistorial.
El presidente del Club Taurino ‘Almodóvar’ enfatizó como “en nuestro recuerdo está la gran tarde de toros protagonizada con el [también por entonces] novillero de Cabezarrubias Antonio Sánchez Puerto. Esa tarde, cortaron las orejas y los rabos y el público salió, salimos, toreando por las Eras de Marta”.
Un recuerdo con el que, por cierto, García quiso aprovechar para también trasladar al maestro Sánchez Puerto la felicitación de toda la entidad al cumplirse ya sus cuarenta años de alternativa.
Y finalizaría la semblanza sobre el invitado, indicando que tras más de cien novilladas se retiraría, pero que en 1977 reaparecerá en la plaza de Vistalegre de Madrid y donde triunfará por lo que irá repitiendo otras dos veces más para, finalmente, ya sí, abandonar el oficio y poder centrarse en su profesión como abogado para lo cual hubo de apostar en su etapa como estudiante de Derecho.
“Mi trayectoria fue relativamente larga porque yo empecé a torear ya un poquillo maduro, con 17 o 18 años, y cuando tuve una interrupción de tres años, porque yo había seguido en paralelo con los libros y los estudios, volví con más fuerza y más ganas”, rememoraba el protagonista.
Sin embargo y a pesar de tantos triunfos, éxitos y dominio como novillero, “había llegado a unas cotas bastante altas en este mundillo como para dar el salto” indicaba, “dejé de verlo claro y de tener el entusiasmo por triunfar en los toros”.
Por lo demás, Gil se mostró “encantado de estar en las jornadas. Es muy grato que pasado el tiempo se sigan acordando y sigan teniendo cariño. La satisfacción más grande es encontrar amigos y a gente que te aprecia y grandes aficionados unimos todos en torno a la misma idea”.