Manuel Valero.– El Ayuntamiento de Ciudad Real va a honrar la memoria de Manuel Marín y hace bien. Una ciudad se enriquece con el reconocimiento de paisanos que la engrandecieron, y la memoria de Marín suscita un natural consenso de gratitud. De ahí la acertada iniciativa y la aprobación sin resistencia opositora a que una plaza lleve el nombre de uno de los hombres clave en la ubicación definitiva de España en la Unión Europea, diputado, y presidente del Congreso de los Diputados.
Ciudad Real cuna del insigne político, aparentemente distante, tímido y poco amante “de besar a los niños en campaña electoral” como me dijo en una ocasión en que lo entrevisté, y fueron varias, engrosa así la nómina local de nombres históricos. Sin el concurso de la labor de Marín no se puede entender la historia reciente de España. Manuel Marín era socialista, y lo fue hasta el último día de su vida, sin que su adscripción ideológica haya supuesto rémora alguna para que la memoria colectiva de Ciudad Real lo recuerde sin mayor problema. Al currículum político de Marín, cuando los curriculums y la política iban en serio, se le sumó el hecho de que llegó a ostentar la tercera autoridad del Estado, después del Rey y el presidente del Gobierno. La ciudad pues y su gobierno local no hacen sino materializar felizmente, una muestra de cariño y reconocimiento a uno de sus paisanos más influyentes del pasado reciente.
Sin embargo no todas las ciudades son agradecidas con los personajes que ocuparon un lugar en la historia local y que con su trabajo contribuyeron a engrandecerlas y transformarlas. Es el caso de Puertollano con el primer alcalde democrático que la gobernó durante tres legislaturas y andando el tiempo se ha rebelado como el mejor alcalde desde que somos los ciudadanos quienes los elegimos. Me refiero a Ramón Fernández Espinosa. No es la primera vez que escribo sobre esto. En Valdepeñas, se le erigió una estatua al popular (de PP o AP, a la sazón lo mismo) Esteban López Vega, como Fernández Espinosa primer alcalde democrático vinatero ya fallecido tras la dictadura, que fue destapada e inaugurada por el alcalde socialista, Jesús Martín.
En la ciudad minera no hay nada, absolutamente nada, ni una calle, ni un callejón, ni un recoveco, ni un rincón desconchado que lleve el nombre de un alcalde que cambió la ciudad de arriba abajo, que adecentó barrios, que se atrevió a levantar el Paseo de San Gregorio para canalizar las aguas, que cambió el Ferial del Paseo al actual recinto, que se anexionó el Poblado hasta entonces un pueblo clasista dentro de otro pueblo, que libró cien batallas en defensa de proyectos para la ciudad, que consiguió que el AVE parara en Puertollano, que dio la cara cuando actualizó el valor catastral saliendo a las escalinatas del Ayuntamiento frente a una manifestación insólita… Que ejerció de alcalde hasta el final.
En suma, Ramón Fernández Espinosa fue primer alcalde democrático de Puertollano, transformó la ciudad… y ya no está entre nosotros. A cambio, ni los ciudadanos, ni los gobiernos locales, ni su partido –lo más doloroso, supongo para quienes lo quisieron bien- han movido un dedo por la memoria de uno de los suyos aunque fuera de Argamasilla de Calatrava. Una ciudad que ha visto bautizar con otros nombres menos determinantes para la historia edificios y centros de fuste ha relegado al más brutal e injusto olvido a su propio alcalde, al que lo fue por doce años, y el primero que tomó el bastón de mando de otro histórico del socialismo local como José Piedrabuena, cuando los tiempos jubilaron a los alcaldes franquistas. Él también firmó el proyecto del Auditorio Pedro Almodóvar, sarcásticamente bautizado con el nombre del director manchego, aunque en este caso no estuviera exento de críticas, ya que el viejo Gran Teatro, el mayor edificio de ocio de los tiempos del esplendor ubicado en el Paseo de San Gregorio, fue demolido.
La gestión y la figura de Fernández Espinosa no está exenta de críticas. Ni su forma de ejercer el gobierno. Ni su biografía está exenta de peripecias ambiciosas en la carrera política, ni del desafecto de los suyos. Fue en el seno del PSOE local y provincial y de alguna manera en el regional donde el primer alcalde democrático se topó con el muro insalvable de la ingratitud, obviándolo de las listas y desterrándolo como toda recompensa, al gobierno civil de Guadalaja. Los últimos años fueron de decadencia pública y personal hasta su muerte. ¿Pero qué político de entonces y de ahora es capaz de aguantar el tipo bajo el escrutinio implacable de una lupa generosa? Ninguno.
Con todas sus sombras, que las tiene, Ramón Fernández Espinosa, reúne en su trayectoria suficientes méritos como para ser recordado como lo que fue: un alcalde elegido por los ciudadanos después de 40 años de democracia orgánica. El olvido ha sido su pago. Pero lo que descubre tal ingratitud no es la inexplicable actitud del partido en que militó y de los gobiernos locales del mismo partido que lo sucedieron, sino el hecho de que una vez más Puertollano ofrezca su rostro más extraño y raro, muy alejado de lo que se puede considerar un recordatorio natural hacia el primer edil de la democracia.
Ciudad Real ha hecho pues lo que debe y corresponde a un gobierno local agradecido. Puertollano, en cambio, mantiene una incomprensible indiferencia hacia el mejor alcalde de todos con la complicidad y el silencio ingrato de sus compañeros y compañeras de filas. No hay más que mirar la línea sucesoria de Espinosa para constatar una realidad contumaz: por una u otra razón que no vienen al caso, ninguno lo superó en el manejo del bastón.
Hace poco se inauguró el Museo Municipal con el nuevo nombre de Cristina García Rodero. Nada que objetar. Merecido lo tiene y no debe ser poco el agradecimiento de esta ciudad a nuestra fotógrafa más universal que nos ha puesto en el mapa mundial de la cultura fotográfica. Pero nada que ver una cosa con otra, salvo que el nombre de Ramón Fernández Espinosa ya debiera estar luciendo en alguna parte de la ciudad. Tal y como se va a hacer en Ciudad Real con la memoria de Manuel Marín.
En Puertollano, el olvido se sigue enseñoreando de la figura del alcalde rabanero, querido y odiado casi a partes iguales, pero inevitablemente y para siempre en el frontispicio de la historia local, aunque nada lo recuerde, ni nadie pueda leer su nombre en parte alguna. Supongo que un poco de reconocimiento se le debe. Lo que no es normal no es normal y además es una ignominia.
Era bastante escéptico con la valoración positiva de la generación que pilotó la Transición y las primeras décadas de la democracia…pero visto lo visto…y la inanidad de la generación que pilota ahora la política…me quedo con aquella.
Hoy tenemos ante todo jovencitos muy ambiciosos, que no tienen más oficio que hacer política, sin sentido de Estado, y sin provecho que se pueda sacar de ellos, todo lo contrario.
Ciudad Real tiene muy complicado su futuro en parte principal por el difícil carácter de sus locales…y Puertollano??? Uufff…aterra.
Hay que hacer autocrítica, si no se está perdido. Nada como el sectarismo para labrarse la desgracia.
Se ha sobrevalorado a la juventud.
Antes una tecnocracia que está degeneración política. Al menos los técnicos si fallan o roban arriesgan además de su libertad su patrimonio.
Los partidos políticos además deberían estar desterrados de la política municipal. Deberían ser sustituidos por Asambleas de vecinos.
Los políticos municipales se dedican no a la gestión, sino a hacer política ficción nacional.
Mire usted, don Manuel. Le honra que pida un reconocimiento para don Ramón Fernández Espinosa, pero si alguien se merece un reconocimiento por hacer de Puertollano una ciudad próspera es Franco y su paisano, el Marqués de Suanzes. Ellos fueron los que han proporcionado a Puertollano trabajo, riqueza y bienestar en el último medio siglo largo. Pero a esos no le harán un homenaje. Y no vea, don Manuel, en mi aserto intenciones arteras o sesgo político o ideológico alguno, sino la constatación de una realidad.
Al profesor Fernández Espinosa hay que agradecerle el Edificio Tauro, atentado al buen gusto y crimen arquitectónico que ocupa el centro de Puertollano, o la desaparición del Gran Teatro, edificio emblemático. El parking del Paseo del Bosque y el paseo mismo son otro esperpento urbanístico. En fin, como usted dice, tiene sus luces y sus sombras.
Luces y sombras que acompañan la obra vital de Manuel Marín. No olvidemos que este insigne culipardo votó a favor del inconstitucional Estatuto de Cataluña, ayudando así a los nacionalistas catalanes en su expolio de España y en la implantación de su régimen totalitario; que participó en el diseño de una Unión Europea que excluye sistemáticamente de su funcionamiento a sus ciudadanos y que se ha convertido en un mercado de favores, intereses y corrupción; y que terminó sus días en una de las mayores eléctricas de España de «door opener», como buen socialista. Que en paz descansen los dos.
El edificio Tauro y la demolición de la plaza de toros no están en el debe de Ramón Fernández Espinosa. La remodelación de El Bosque es cosa de gustos, y el parquing en una ciudad… no veo la razón de su esperpento. Todos los personajes públicos arrojan sombras y si baremamos las sombras y las luces en función de nuestro credo ideológico o político no habría calle firmada por ningún hombre o mujer perfectos. Entre otras cosas porque ni usted ni yo lo somos. En lo que respecta a ciudadanos ilustres importa más el fulgor de la luz que proyectaron en su que hacer que la opacidad o inconfesabilidad de sus sombras. Ya le digo, por esa regla de tres habría que llamar a las calles por números y las plazas con lirismo abstracto. Podrían ser fríamente imparciales pero menos humanas. Buen fin de semana.
Y sí, la demolición del Gran Teatro es un debe que se le anota al primer alcalde de la democracia. Pero ya le digo…
Pues estaba yo confundido con el Edificio Tauro. Gracias por aclarármelo. Pero quede claro que no niego que don Ramón se merezca una calle o una plaza con su nombre, un recuerdo en suma de la ciudad de la que fue alcalde. No es eso, don Manuel. Si hay calles a Rigoberta Menchú o John Lennon, con mayor motivo se merece una don Ramón.
No las merece
Vaya dos.Iros juntos a Hungria seguro que allí triunfais,Orvan OS acogerá bien sois de la misma cuerda y si OS sobra cuerda haceros un selfi,fachillas
Muy interesante, Manuel y Censor.
El que vale vale, y el que no…se hace troll.
No se sorprenda D. Ángel Manuel de los comentaristas que purulan este medio. Son los mismos que votan a los que están hundiendo estas tierras manchegas, son los que piden que gente que no está bien psicologicamente se les dé el sufragio a voto. La próxima sea que una vaca también lo tenga y pueda decidir si ser un filete de carne, diputada o senadora o ser un árbol de navidad.
Diputados del PP en la Asamblea de Madrid que hablan del caudillo que ganó la guerra, el el manipulador Censor pidiendo una estatua para Franco en Puertollano.
Lástima no tener aquí la Justicia Francesa y que pidan evaluaciones psiquiátricas como a Marine Lepen.
LÁSTIMA!!!
Nos dejó la peor herencia , su yerno Don Emiliano García Page.
D. Ramón Fernández Espinosa fue un hombre honrado y, sobre todo, un hombre reformador. Aunque solía tener frecuentes enfrentamientos con sus propios compañeros de partido.
Fue un apasionado de Puertollano. Tal vez Puertollano no sea ciudad para alcaldes…..
Puertollano es ciudad para malandrines y follones,alcaldes socialistas que lo undan y chupones y mamones y maestros de escuela inútiles y vividores y sus feligreses como Charles. Mirar el puesto qué ocupamos en deudas municipales,en paro,en precio de las viviendas,en corrupción. Señores Puta mierda PSOE.
Y una señora muy activa que iba a comprar a Córdoba con el coche oficial del marido…
La cuestión aquí no es si el nombre de la calle es o no acertado. O si el personaje lo merece o no. La cuestión aquí es que el PSOE prometió someter a decisión popular cualquier tipo de iniciativa de este tipo. Como hizo con el cambio de nombres franquistas, algunas franquistas solo supuestamente pero aun así las cambió. Es decir, la cuestión es que el PSOE solo cumple lo que promete para lo que le conviene.
Jajaja creo que una estatua con el triunvirato Ramón, Hermoso y Page estaría bien cada uno arruinando Puertollano en su momento…que bien defendió D Ramón la idea de un Puertollano univetsitario por eso le pagaron con un puestazo en Guadalajara.Eso es memoria histórica lo demás demagogia socialista como siempre.
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