Un año de temperaturas suaves y un verano con su habitual calor han sido el caldo de cultivo perfecto para que los escarabajos del olmo proliferen en todo el territorio peninsular y también en Puertollano.
El concejal de Medio Ambiente, Carlos García, aseguró que el Ayuntamiento es consciente de las molestias que se generan de ahí que se haya actuado en barrios durante varios años con el tratamiento de endoterapia, en especial en la barriada Fraternidad y Paseo de San Gregorio, mediante la inyección del químico directamente al árbol entre los meses de mayo y junio, según informa el consistorio en una nota.
Dada la incidencia de la plaga este verano, en las últimas semanas se combina con otros tratamientos fitosanitarios para controlar la proliferación de los insectos en diferentes puntos de la ciudad, y no se descarta nuevas actuaciones en caso de ser necesario. “De cualquier manera, subraya “que para su mejor tratamiento continuaremos apostando por endoterapia en los próximos años y buscando otros métodos alternativos con los que minimizar su impacto.”
Desde el Ayuntamiento se recuerda que este insecto, a pesar de lo molesto que resulta, no tiene repercusión en las personas desde el punto de vista de la salud pública. Las molestias tienen que ver con la pérdida estética del arbolado y con la incomodidad que puedan suponer estos insectos.
Un coleóptero en los olmos
La plaga de la galeruca del olmo está producida por un pequeño coleóptero de 5 a 7 milímetros de color amarillo verdoso, que en primavera, con las primeras brotaciones de los olmos salen de sus refugios en corteza y hojarasca, y comienzan a alimentarse de las hojas. En poco tiempo se reproducen y la hembra realiza su puesta, la nueva generación de orugas es muy voraz y en pocas semanas completa su ciclo, para bajar al suelo y pasar a estado de pupa.
Los nuevos adultos vuelan a la copa y de nuevo se alimentan de las hojas, desde ese momento se pueden llegar a suceder 3 generaciones más, hasta el final del verano. Con la llegada del frío, los adultos se refugian hasta la próxima primavera, donde el árbol volverá a sufrir el ataque, dejando ese aspecto amarillento y raquítico de las hojas que actualmente se puede observar en los olmos de la ciudad. No constituye una afección grave para la fisiología del árbol, aunque afecta al follaje disminuyendo el vigor a su actividad fotosintética.