Meritocracia invertida

Adriana Lastra dijo unos días atrás que la soberanía nacional reside en el Congreso, no en el Senado.

Si esta mujer fuera extranjera y deseara acceder a la nacionalidad española debería aprobar el examen hoy exigible sobre cultura de nuestro país, que incluye el conocimiento de las instituciones del Estado y legislación constitucional básica ¿Pasaría esta prueba? Permítanme que no las tenga todas conmigo.

Esta señora es la portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados y ocupa la vicesecretaría general de dicho partido, nada más y nada menos. El mismo cargo que el todopoderoso Alfonso Guerra en el PSOE de la Transición.

Esta competente socialista y otros de competencia más limitada (y digo más limitada porque si ella ha alcanzado la cima, como número dos, en la organización de su partido, excusa hablar del nivel del resto) son los que pontifican sobre la plurinacionalidad de España y las virtudes de la organización federal. Si alguien que se dedica a la política no sabe quién es el sujeto sobre el que recae la soberanía –el pueblo español- debe dimitir o ser destituido y ponerse a estudiar. Para acceder a un puesto de barrendero se exigen más conocimientos que para dirigir los destinos del país, porque ser vicesecretaria general de uno de los partidos claves de España implica poder influir decisivamente en los asuntos de Estado.

¿Aceptaríamos volar en un avión al mando de un piloto que se hiciera un lío sobre la función de cada instrumento de vuelo? Entonces, ¿por qué Adriana Lastra puede copilotar una aeronave llamada España, aunque sea a través de los órganos de un partido político?

En Ciudad Real, durante la campaña de las últimas elecciones generales, pregunté al cabeza de lista de uno de los partidos en liza si era consciente de la responsabilidad de representar al conjunto de la Nación si salía elegido. Su respuesta fue que él representaría a sus votantes. Me quedé de piedra. Este hombre desconocía que una vez en las Cortes cada diputado o senador es el representante de todos los españoles a la vez: los que le votaron y los que no; la Nación entera se carga sobre las espaldas de cada legislador elegido.

Era entendible su desconocimiento y confusión. En la práctica, cada diputado o senador actúa al margen de la totalidad de la unidad soberana a la que representa. Lo hace como integrante de una de las banderías partitocráticas, mercadeando con lo de todos como si fuera propio.

La guinda viene dada por la existencia de partidos regionalistas y nacionalistas a quienes la Nación les importa un bledo. Por eso, de facto, cada representante no lo es de todos los españoles, lo es de los intereses de su partido/grupo parlamentario, y/o de sus electores en una región determinada. Este mecanismo tiene un tufillo de inconstitucionalidad, tolerado por el pasteleo fragmentario vigente en el funcionamiento de las Cortes.

No es de extrañar la cara de asombro del candidato ciudadrealeño cuando le insistí en privado que él sería el representante de todos.

Posiblemente en el PSOE haya gente mucho más preparada que Adriana Lastra.

Balzac definió el poder como una conspiración permanente; esto sí explicaría perfectamente la colocación conseguida por Dña. Adriana en la vicesecretaria general del PSOE. Formó parte del grupo de apoyo de Sánchez en los momentos bajos del actual presidente del ejecutivo y fue debidamente recompensada a pesar de su evidente ignorancia política.

¿Es anecdótico o sintomático el caso en cuestión, dentro de la clase/casta de políticos en ejercicio? Mi opinión es que el asunto que nos ocupa es un síntoma de la vigente oligarquía de partidos y que encaja perfectamente en lo que Joaquín Costa definió como meritocracia invertida: “donde se selecciona a los peores y se prescinde de los mejores individuos, se aparta a los competentes; en este régimen caciquil y oligárquico sólo triunfan los peores.” (Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España: Urgencia y modo de cambiarla) Han pasado 117 años de su publicación.

No quiero cometer lo que para mí ha sido un tremendo error de los regeneracionistas: Allende los Pirineos todo eran luces; aquende, todo sombras. Craso reduccionismo miope, germen del acomplejamiento asumido durante demasiado tiempo. Sobre todo porque la inversión de la meritocracia está extendida por doquier de la esfera planetaria. No hay más que echar un vistazo sereno. Ahora bien, España está, como otras naciones, afectada de ese virus, y nos corresponde defender nuestro suelo y derrotarlo, salvo que prefiramos que sea él quien acabe con todos nosotros.

La nación española, es decir, los españoles todos, deberíamos plantearnos seriamente comenzar a repudiar a estos sujetos que infectan el régimen de partidos. Dejar en manos de semejante gente la dirección de nuestro destino es jugar a la ruleta rusa.

Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz