No piensen mal por aquello del enunciado propuesto de Gay saber, como un saber específico de los homosexuales. Un saber fraccional y partidario, que deja fuera a otros colectivos heterosexuales y aún homoeróticos. Habría que andarse con cuidado en estas afirmaciones de saberes y sabidurías. Toda vez que el colectivo LGTBI podría darse por aludido y por interferido.
Y es que cuando hablamos de Gay saber podemos referirnos a dos campos de conocimiento diversos. Un campo tradicional y veteroliterario y otro actualizado y banalizado del saber cómo francachela, como continente sin contenido y cómo rédito político.
Del primer Gay saber antiguo, que es el que formulaba el significado propio dado a la poesía provenzal por los fundadores del movimiento poético, al Gay Saber actual median siglos y conceptos. Aquellos lejanos fundadores del Gay Sabe que intentaban revitalizar la poesía trovadoresca mediante certámenes literarios, al Gay Saber contemporáneo va un abismo, el que transcurre de la sabiduría a la necedad.
Y es que el Gay saber remoto, bebe de la etimología de gaudium –gozo–, de donde se derivaría la voz Gai. Nada que ver con la identificación de 1939, del Gay como homosexual. Responsabilidad que algunos hace recaer sobre Cary Grant en la película de Howard Hawks, Bringing up baby. Aunque otros, ausculten a Antonio Machado en sus Meditaciones rurales, de 1913, cuando escribía a propósito del Gay saber:
Heme aquí ya, profesor
De lenguas raras (ayer
Maestro del gay-saber
El otro Gay saber proviene de Friedrich Nietzsche, de su obra escrita en 1882, La gaya ciencia (la gaya scienza, en alemán: Die fröhliche Wissenschaft ; también traducido al español como El alegre saber).
Cuando Nietzsche concibe estas ideas, Europa ha consumado la primera revolución industrial y está a punto de convertirse, gracias a la técnica, en la dueña del mundo. Embriagada de sus ideales de progreso y libertad, no necesita ya al viejo dios cristiano. Nuestro filósofo se limita a registrar el hecho histórico: “el más grande de los últimos acontecimientos –que dios ha muerto– […] comienza ya a lanzar sus primeras sombras sobre Europa”.
Y de aquellas sombras finiseculares pasamos a otras postrimerías del conocimiento, en el nuevo Gay saber, que ya es un Saber cachondo y aromatizado por los partidos políticos de la entente del poder establecido o por otras razones del conocimiento que expiden permisos y licencias.
Entente partidario amable y doctoral que permite obtener y otorgar títulos, titulaciones, doctorados, prebendas académicas y otras regalías, como prueba del valor del militante y del afiliado de relieve y de postín. Como acontece con toda la revolución simplificadora de los másteres universitarios, conseguidos a precio de rifa de feria; como ocurre con todas las convalidaciones de estudios, a todas luces excesivas; como se verifica con los proyectos curriculares, inflados como un globo aerostático.
De todo ello nos permite hablar los másteres de Cristina Cifuentes, los másteres y acreditaciones de Pablo Casado y las titulaciones análogas –pero no universitarias– de Begoña Gómez, mujer de Pedro Sánchez, que lidera un raro curso universitario de Fundraising, sin tener la titulación exigible para la docencia. Y merced a esos méritos apócrifos ha sido contratada por el Instituto de Empresa, para promover la Fundraising en el continente africano.
Que el Gay saber, como saber devaluado, no se agota en estos compadreos lo demuestra el decaimiento de los estudios antaño superiores y hoy ya ni se sabe qué cosa son. Ya venía aconteciendo en los afamados y multiplicados cursos de verano, que sólo servían como exhibición del amiguismo y del coleguismo claustral, con financiación de un banco –antes Cajas– de primera línea. De igual forma que buena parte de las Universidades Populares, practican esa rara sabiduría totalmente prescindible, que ve brotar títulos que de poco sirven por más que estén expedido en papel verjurado con ilustraciones doradas.
Baste rastrear las últimas ofertas del verano para saber que el Gay saber se ha instalado entre nosotros. Así la Universidad Autónoma de Madrid, imparte un curso para hacerse Influencer, que es algo molón e importante. Adquirir pericia para figurar en los primeros lugares de las redes sociales. Curso, grado, certificado o máster que preside Agatha Ruiz de la Prada y que se llama de forma completa Intelligence influecers: Fashions& Beauty. De igual forma la Universidad de Alicante ha diseñado un Máster de Arroces y alta cocina, que no se sabe a qué habilita, aparte de distinguir los arroces valencianos de los alicantinos. De igual forma podríamos citar el aludido Máster universitario de Fundraising, codirigido por Begoña Gómez. He oído, por citar alguno más que preparan en Barcelona, otro Máster de Independentismo y Autodeterminación, dirigido a la élite de los partidos secesionistas; y junto a ello en la Universidad del País Vasco van a impartir otro Máster de Pasarela y Alta costura. En fin puro Gay saber. El que no sabe es porque no quiere.
Periferia sentimental
José Rivero
Me levanto, Pepe.Pero de las Universidades Populares no brota título alguno, al menos de la UP de mi pueblo. Lo sé por ser consorte de una profe popular por más de 30 años.
Pues en la UP de mi pueblo, sí. Cada vientitantos de junio, se hace una fiestuqui fin de curso en la que se hace entrega de diplomas de los distintos cursos: informática, pintura en tela, bailes de salón y mil tonterías más. Mi madre tiene diplomas en papel normal, no verjurado, de varios cursos de infoormática y mi abuelo asiste a cursos de cultura general o algo así y tiene un diploma.
Diplomas no son títulos y a versa reversa
Lamento decirle que no lleva usted razón. Diploma tiene como sinónimos los siguientes: título, credencial, bula, licencia, licenciatura y algunos más.
En la feria de las vanidades de esta sociedad posmoderna, esto de inflar currículos con títulos falsos es un síntoma más de la obsesión por aparentar.
En plena tormenta del Mastergate de Cifuentes, un Montoro, entre taimado e inocente, afirmó : No entiendo esa obsesión por los títulos… yo solo tengo uno.
Totalmente de acuerdo.
En la sociedad moderna los trabajadores son examinados por su extrema cualificación o por su polivalencia y adaptabilidad al cambio.
Lo que no resulta reconfortante es que los jóvenes estén sobrecualificados para trabajos mal pagados y los políticos disimulen su amor a la poltrona con falsos méritos.
A un trabajador que simula una profesión o un título falso, se le denuncia y por lo general, a la calle va.
El político, por el contrario, es premiado por su habilidad en el disimulo.
Para mas inri, lo retira una pequeña miseria personal, como robar unas cremas en un hiper.
Bueno, lo cierto es que la ‘titulitis’ se ha convertido en un equivalente educativo del «habéis vivido por encima de vuestras posibilidades», reconvertido en «habéis ido a la Universidad por encima de vuestras posibilidades».
Hay un clasismo implícito en dicho discurso, y no son pocas las personas que con dos carreras y tres másteres se quejan de que haya demasiados universitarios en España.
Cabe preguntarse si detrás no late la idea de volver a limitar la Universidad a unos pocos, los que puedan pagársela.
Aunque no confundamos formación y título……
Lo que está detrás es saltarse al Senado.
Es decir, puentear a la mitad de los españoles.
Una manera de forzar la realidad por encontrarse el PSOE y sus socios en una situación desesperada.
En las elecciones, su colapso.
No estamos en una situación normal.
Salió la vena antidemocrática de la izquierda.
Carlitos, mucho título universitario…
Pero nuestras universidades en la cola de Occidente.
Cualquiera diría que lo regalan…
Ya sabes…pocos alumnos (crisis demográfica)…hay que levantar la mano, porque el chiringuito universitario cobra por alumno.
Y hay una universidad en la puerta de cada casa.
Más barato hubiera resultado becar la residencia a esos alumnos en pocas universidades…pero buenas.
Y además, estudiar con gente de toda España vertebra el país.
Otro desastre del PSOE que pagamos muy caro.
En efecto, las leyes nacionales necesitan ser aprobadas por las dos Cámaras, aunque la preeminencia del Congreso es evidente, no solo en el proceso legislativo, sino en cuanto tiene asignadas unas funciones propias que no posee el Senado, como son el voto de investidura del candidato a la Presidencia del Gobierno o la cuestión de confianza, por ejemplo.
No olvidemos que con el Sr. Rajoy, el Gobierno del Partido Popular tiraba de ‘decreto-ley’ sin recato.
Como muestra, en la primera legislatura, y pese a su holgada mayoría absoluta, el Gobierno aprobó 76 decretos-leyes, que suponían más del 30% de las Leyes de esos años.
En fin,……
Pero para aprobar el techo de gasto y los presupuestos sólo una Cámara??
Todos los Decretos Leyes son iguales??
Es un completo abuso el que ha hecho de él el PP (para modificar y subir impuestos)…pero lo del PSOE no tiene precedentes.