Le tocó el hombro y dejó caer un periódico sobre las rodillas de Abdón. El perro se pingó y emitió un sonido agudo de reconocimiento. El viejo volvió la cabeza y saludó a su amigo policía. Ahí lo tienes, un buen embrollo, caso resuelto, le dijo. ¿Fueron esos tipos los que mataron a Araceli? Preguntó Abdón viendo las fotografías patibularias de los asesinos? Así es, amigo.
La mujer del Valle
Manuel Valero
Capítulo 19
Pues no me lo creo, demasiado trajín, demasiado raro todo, para que luego se concluya en eso, murmuró el nonagenario enlazando unas palabras con otras como si la frase fuera una interminable palabra germana. Luego más calmado, le preguntó. ¿No hay nada más? Y Wen no pudo sustraerse a la tentación de contarle a su fiel amigo los detalles del alucinante acuerdo. Sentado junto a él le relató el increíble caso de la mujer del Valle. El viejo escupió. El perro Capitán olisqueó el esputo y ladró enfadado. ¿Sabes, poli, cuando salió lo del SIDA un sanitario me dijo que era una enfermedad de laboratorio, le dije que era un iluminado, un conspiranoico como se dice ahora. Pues bien, muchos años después a veces creo que tenía razón. Y tengo la sensación de que vivimos en un proceso continuo de manipulación. En fin, pobre chica. Con su pan se lo coma ese farmacéutico de tronío y alamares y que el Gobierno se meta la formulita de la vida donde le quepa. Todo empezó con usted, le dijo el poli. Abdón se sobresaltó. Si usted no la hubiera encontrado… Hubiera sido otro. Tarde o temprano el fiambre hubiera aparecido. Abdón quedó pasmado en un silencio lúcido… Y sin embargo de la pobre Charito nadie se acuerda. Su vida… su vida resultó tan inútil que su muerte violenta engrosa hoy el archivo de los casos sin resolver. Hoy entras en la red y pones su nombre y no aparece nada, como si no hubiera existido… Nada, después de los tres o cuatro sueltos del periódico provincial el vacío y el olvido. En cambio la otra, casi provoca una hecatombe mundial. ¿Qué fue lo que pasó? Ya te lo he contado, joven. Lo importante no es qué fue lo que pasó que todo el mundo lo supo aunque hoy nadie se acuerde de ello. Ni yo mismo me acordaba hasta lo de esa chica. Lo importante no es eso, lo importante es… quien la mató. ¿Quién mató a Charito Puente? Bajó a tirar la basura en su piso del barrio obrero, y la encontró un borrachín con el pecho y la cabeza destrozados por una piedra. Fue muy sonado en la ciudad y como suele ocurrir se dispararon las leyendas a medida que pasaron los días sin que se supiera nada. Y así un día tras otro hasta que su madre se murió de pena y no quedó ni un hilo de memoria colectiva. ¡Si hubiera pasado hoy que se monta un quilombo por cualquier majadería…!, pero entonces no era como ahora. El poli Wen lo atendía concentrado en un punto inconcreto como tratando de reconstruir los hechos que le contaba su joven amigo viejo. ¿Cuánto tiempo hace de eso? Le preguntó. Cuarenta, cincuenta años… Ya no me acuerdo. Me encargaré del caso. ¿Encargarte de un caso más prescrito que las pastillas del doctor cataplasma? Wen reconoció que Abdón llevaba razón. Fíjese la suerte de las personas, le dijo el viejo, esa muchacha… Araceli… remueve el mundo, atrae a la prensa, los medios la convierten en el asunto estrella, las televisiones reparten sus jirones mórbidos compitiendo en una alocada audiencia de toxinas… Ha quedado en la red para los restos… Pero de Charito Puente… el Cero absoluto. Como si no hubiera vivido. La única versión verosímil de aquello apuntó a un vendedor ambulante que ponía el género en un mercadillo cercano al barrio donde la mataron. Parecía una pista que era la punta del hilo… pero nada. Poco a poco se fue desinteresando la gente, la gente no se moviliza como hoy. Incluso creo que la gente antes se dejaba manipular poco porque había menos televisión y más prensa escrita y menos libros pero mejores, que hoy escribe un libro hasta Valero un chico de aquí que ha hecho una historia literaria de lo que fuimos y somos … Y al cabo de un tiempo los años la enterraron y el olvido le echó el último puñado de tierra… ¿Quién mató a Charito Puente? Abdón hablaba con el periódico que le había dejado el poli Wen sobre sus rodillas e informaba del asunto con todo lujo de detalles que no eran otros que los que había cocinado la oficina portavoz del Gobierno y que zanjaba el caso con una mentira sideral. ¿No cree que es peor lo de la mujer del Valle?, trató de consolarlo el policía. La matan por la información que poseía y en cambio aparece ante los ojos del mundo como si hubiera sido un asesinato más de manos de esos dos locos, por sexo, por dinero… Pero al menos esos hijos de la gran puta fueron en verdad los que la mataron en cambio nadie sabe quién mató a Charito Puente. Un hombre diez años más joven que Abdón caminaba lento, apoyado en un bastón. Hola, Marino… Qué hay joven, jajaja, cada día estás más joven, mariconazo. Dime una cosa. A ver si me la sé, jajajaja. ¿Te acuerdas de la Charito Puente? ¿Charito Puente, Charito Puente… ah, sí, la muchacha aquella que mataron… ¿Quién la mató, Marino? Nadie lo sabe, Abdoncito, por Dios, eso es lo que sabe todo el mundo que todo el mundo sabe que nadie sabe quién mató a Charito Puente… El viejo siguió su camino. Un silencio glacial se hizo entre el poli Wen y el nonagenario Abdón y luego un breve trazo de sombra. Capitán miraba a uno y luego a otro como si se estuvieran pasando una pelota. Bueno, maestro, ha llegado el momento de la despedida. Regreso a Madrid. Ha sido un placer muchacho, espero verte de nuevo. Tengo unas pastillas en el bolsillo que son un seguro de vida, bromeó Abdón. Le dejo mi dirección por si alguna vez se acerca a la gran ciudad. Puede que lo haga.
Se dieron la mano y cada cual tomó la dirección de sus pasos. Uno a la estación, otro a su casa. En el banco quedó olvidado el periódico con la información de los dos facinerosos que mataron a la joven maestra de baile, Araceli Sotelo. El viento lo hojeó como si lo anduviera leyendo una presencia invisible. Una mujer que pasaba cerca se aproximó al banco para coger el diario y un repentino ventarrón lo elevó en el aire y creyó escuchar como un grito adolescente.
Esa noche Abdón estaba sentado frente al televisor apagado.
¿Quién mató a Charito Puente, Capitán? ¿No te lo he dicho nunca? El perro ladró dos veces, con ladridos metálicos y secos. Así es, chucho listo. Pero no se lo digas a nadie, a nadie, ¿sabes? Ni a las perras que olisqueas. Nadie debe saberlo, nadie… nadie… Y se quedó dormido para siempre.
FIN
¡Enhorabuena, Manuel! Echaremos de menos a Wen, Abdón y Capitán. Gracias por conseguir que el mes de julio haya sido más ameno.
Y es que como decía el dramaturgo George Bernard Shaw, ‘no hay secreto mejor guardado que aquel que todo el mundo adivina’.
Lo cierto es que puedo decirles a mis conocidos y familiares: me ha entretenido. Nada más y nada menos.
Ya veremos cómo nos entretenemos ahora en los muchos o pocos ratos de ocio durante la próxima ola de calor.
Mi más sincera enhorabuena……
Gracias a ambos. Con eso ya estoy pagado
Y con respecto a la hola de calor: sombra, agua y limones, que no es que lo diga la tele ahora, lo decía mi abuela Casilda
Ola claro