Qué raro es todo, qué complicado. Una mujer muerta con el cuerpo tatuado, un jeroglífico de números y signos. Esto es demasiado para mí, Wen. Tanta complejidad me aturde. ¿Por qué se actúa de ese modo? Me temo que solo voy a ser un estorbo.
La mujer del Valle
Manuel Valero
Capítulo 11
No se compadezca, le respondió Wen comprensivo. Nosotros estamos igual, a la luna de Valencia. Conjeturas. Nada más. Esto parece una peli de esas que ponen en la tele a todas horas, todas son iguales. La realidad es más cruda. La cruda realidad, eso es. ¿Y cuál es tu teoría, muchacho? Bueno, uno de los expertos mantiene que se trata de una fórmula para fabricar algo. ¿Un veneno? ¿Un arma química o biológica de esas? Por Dios, señor, no vaya tan rápido. Esto es la realidad cruda, pura y dura. ¿Entonces? Le voy a decir lo que yo pienso. Adelante, chico, soy todo oídos. La muchacha se hizo con el pen drive por alguna razón y quienes crearon ese acertijo de laboratorio o lo que demonios sea sospecharían de ella, la capturaron y…bueno, lo demás ya se lo imagina. La chica se resistió, le metieron el pentotal y adiós muy buenas, añadió el nonagenario. Pero esos tatuajes… ¿eran necesarios? Era necesario afear de ese modo el cuerpo de la chica como si fuera el de una res? La sofisticación hace el crimen más odioso. La tatuaron después de muerta, eso al menos hace menos abominables a sus autores. ¿Pero, por qué? Buscaban el pen drive, la chica no habló, se resistió, la desnudaron para mirar en su última intimidad. Y el cacharrito ese con la fórmula del diablo lo tenían a un palmo de sus narices. Miraron el bolso, simplemente. No fueron tan perspicaces como la policía. Con las prisas y la vehemencia por descubrir el valioso botín se dieron de bruces con un bolso desordenado en el que solo había cosas de mujer. La chica murió y la trajeron aquí. ¿Por qué? Pudo ser en cualquier otro lugar, para despistar. Pero la trajeron aquí. Y se llevaron el bolso para un último registro, lo vaciaron y no vieron nada. Y lo tiraron. Son más estúpidos de lo que parecen. ¿Y los tatuajes? preguntó de nuevo el viejo. Venganza, impotencia, rabia por no hallar lo que buscaban. Podían haberla torturado para que hablase, es decir, podían haberla tatuado durante el interrogatorio. Se les fue la mano con el pentotal. Idiotas.
Todo andaba revolucionado. El cadáver que nadie reclamó fue enterrado por orden del juez en una fosa municipal destinada a los desconocidos. Y todos los periódicos, y las radios y las televisiones y los medios de formato digital se hacían más preguntas en los titulares que la propia policía. La desazón llegó hasta el mismo Ministerio del Interior, cuyo titular colocó el caso en los asuntos prioritarios. La ciudad y la capital recibían las visitas de decenas de reporteros que interrogaban a los alumnos de la desgraciada Araceli, hablaban con los vecinos del bloque donde vivía… Nada. Solo se sabía que era de nacionalidad argentina, que andaba por España desde hacía ocho años, que montó una academia de baile en la capital, que tuvo una relación con un alumno, sin más. Nada serio. Puro sexo. Las bailarinas deben hacer muy bien el amor, con tanta flexibilidad el hombre que la tome puede llegar muy dentro, dijo Abdón de repente a su entristecido perro que esta vez le respondió con una gruñido lastimero. Cuánto trajín, perro. Hasta el ministro se ha interesado por el caso, empiezan a decir que puede tratarse de algo gordo en el que están involucrados gobiernos y multinacionales de esas. Y sin embargo… Charito. Pobre niña, olvidada para siempre, sin que su caso interesara a nadie. Un baldón para la policía y un interrogante sin cerrar en este pueblo. Nadie investigó por su cuenta, nadie movió un dedo para que los de arriba se interesaran… Alguien la mató y se escabulló entre las sombras y se disolvió entre las brumas del tiempo. Al fin y al cabo era una muchacha ordinaria, sin atractivo, que vendía patas de cabra. ¿Sabes, chucho? Guau. A veces pienso que la hipótesis que barajó la policía es la cierta. La mató el loco de los almacenes que se murió días después. Caso cerrado. Pero, no, no, hay momentos en los que me atengo a la fácil resolución que solo encubre un fracaso, pero otras… Apenas cuatro o cinco sueltos en el periódico de la provincia después de la noticia de su asesinato y bluf… niebla. Guau. Pero lo de esa muchacha… la fina, digo, parece cosa de altos vuelos, espías, servicios secretos, algo muy gordo. El policía joven, que parece un buen muchacho, me dijo, que el ministro convocó a una reunión secreta la cúpula policial para decirles algo… sí que esa fórmula, por lo visto, son los componentes de una pastilla o algo así, que cura todas las enfermedades en el curso de una semana de tratamiento y que previene futuros males. Los expertos la han sintetizado y se la han dado a probar a un chucho como tú al que previamente le habían metido todos los bichos malignos del mundo para que se pusiera malo. Me lo dijo el poli joven, un buen muchacho. Confía en nosotros, Capitán, por eso no se te ocurra decir nada. Guau. Me voy a la cama. Mañana será otro día. Guau.
Los antiguos griegos nos legaron una palabra que hoy suena exótica y mitológica: panacea.
Aunque si existiera una píldora para prevenir todas las enfermedades, yo creo que tendría los efectos de una vida saludable.
Interesante. Seguimos muy atentos……
A propósito del misterio de los números, ya decía Nikola Tesla que «si supiéramos la magnificencia de los números tres, seis y nueve, tendríamos la llave del Universo»…..