¿Cómo iba a ser él el soplón si no sabía nada de lo que contenía el bolso? Lo hizo para asegurar su fidelidad y un poco de ese reconocimiento había en la respuesta del policía. Lo sé, le dijo sin más, sin más explicaciones. No se refería al dichoso pen drive sino al hermetismo que demostró durante todos los días que siguieron a la aparición del cadáver de Areceli Sotelo.
La mujer del Valle
Manuel Valero
Capítulo 10
El que no andaba para saludos era el juez. En este país el secreto de sumario es el coño de la Bernarda, vociferó. La policía callaba, Wen se rascaba la cabeza. Inútil averiguar la rendija por la que el documento llegó a los medios. Era como perder el tiempo en apagar una cerilla cuando se está quemando la casa. Ya le ajustaremos las cuentas al soplón y si está aquí que tenga valor para delatarse. Y si no, ya habrá tiempo. Y si ha cobrado por su fechoría se va a gastar el dinerito en la cárcel. Pero Wen y los demás agentes de la judicial no mostraban signos de preocupación sino por lo que contenía el pen drive. Era una fórmula o algo parecido, con una mezcla de ciencia y misterio. En ella aparecían elementos combinados y entrelazada entre sumas, restas, raíces cuadradas y una endiablada celosía matemática la letra pi y como en una secuencia natural, al lado como si formara parte de una misma secuencia el número 3. ¿Qué demonios es eso? Tenemos a un experto, dice que se trata de una extraña fórmula.
Una extraña fórmula. Eso fue lo que vio también en el café poco después de que el policía fuera llamado urgentemente a la reunión que presidió el juez iracundo.
Sobre el caso de la muchacha encontrada muerta en una escombrera cerca de la Mina Pedrisco, informamos en rigurosa exclusiva que en el bolso de la víctima la policía encontró bajo el forro del mismo un pen drive con unos extraños signos que le ofrecemos a continuación.
¿Qué demonios es eso? A Abdón los números, los signos, los paréntesis y toda aquella jerga le parecía más una letanía esotérica más que una fórmula matemática. Reconoció el signo pi y el número 3 que se repetían tres veces a lo largo de aquella extraña síntesis de números y signos. El camarero se quedó mirando la televisión con la bandeja de servicio en la mano. Joder, qué cosas, dijo. Y se desentendió del aparato y siguió con la comanda.
Aquella tarde se aisló en su casa pese al requerimiento de Capitán de salir al campo a ladrar como es debido. Estuvo sentado en un sillón junto a la ventana de su casa, sin pestañear siquiera. Pero no eran los avatares y las novedades del caso Araceli Olmedo que se había convertido en el caso estrella de las televisiones del país lo que lo abstraía sino el recuerdo, más bien el fantasma persistente de Charito, que lo asediaba con inusitada insistencia desde que Capitán olisqueara la presencia del cuerpo sin vida de la pelirroja profesora de baile. ¿Que se sabía del asunto hasta esa tarde de desasosegante abulia? Lo más importante, además del hallazgo del pen drive y la dichosa fórmula, era que no se había localizado a nadie que se hiciera cargo del cuerpo de la chica que ya andaba en el depósito para diez días y que el juez estaba a las puertas de dictaminar su entierro en una fosa común antes de que el cuerpo prosiguera con los mandatos naturales de la corrupción pese a la temperatura adecuada que garantizaba su retardo. Todo se había movilizado. La ciudad recibió a agentes de Madrid, especialistas, expertos en química y matemáticas que había reforzado a la científica para desentrañar la fórmula, periodistas. No se hablaba de otra cosa y la fantasía adquirió dimensiones apocalíptica. Se habló incluso de un asunto extraterrestre que los niños enriquecían en sus inocentes comentarios de corro.
A punto estaba de mayo de firmar su presencia en el almanaque y sin embargo, su recuerdo lo llevaba en volandas hacia la noche que mataron a la hija de la patera. No hubo tanta feria de luces, ni tanto despliegue policial ni mediático. La gente ya no se acordaba de aquello. Y sin embargo a Abdón le parecía revivirlo vívidamente. ¿Cuántos años tendría ahora aquella desgraciada? Hizo un cálculo somero sesenta, setenta años. Pronto será la feria, Capitán. Lo dijo sin pestañear, mirando el vacío. El perro ladró como de costumbre, con un ladrido tan abúlico como el comentario de su amo. Tumbado en suelo con su cabeza puntiaguda entre las patas apenas movió el rabo como señal de que había recibido el mensaje. Era en verdad un chucho muy listo.
Caía la tarde y el viejo se quedó dormido con los acordes del fauno de Debussy sonando ininterrumpidamente como en bucle, en el pequeño reproductor. ¿Fue sueño o realidad? ¿Fue un viaje inconsciente hacia los flácidos contornos de una realidad pretérita. ¿Fue una pesadilla? ¿Una señal? Una llamada del pasado que avanzaba a brazadas al presente para saldar una deuda? Abdón inclinó su cabeza sobre el pecho, roncaba con cierto sobresalto. Capitán lo miraba con ojos tristes. Y a bordo del atempolar tren de los recuerdos se vio en aquel callejón, la noche que mataron a Charito Puente.
Ya avanzó Pitágoras que ‘los números contienen la esencia de las cosas’.
Cada vez más interesante. Seguimos muy atentos…..
Nº me metas presión que estoy más perdió que un santo en política. Confio en resolverlo. El mensaje de fondo ya lo aclarare al final. Sirva lo demás como simple lectura de verano.
No es mi intención…..