Natividad Cepeda.- Arde la vieja ciudad de Valdepeñas en cantaros de estrellas con estrofas de versos, la noche mágica de San Juan, cuando hasta las mieses baja el comienzo del sol por la Oretania y, pareciera que en el Cerro de las Cabezas susurra el aire voces de aquellas gentes que lo habitaron: hombres y mujeres con techo de memoria arqueológica en ese cristal invisible de sus vidas que nos sale al encuentro en la piedras removidas y resucitadas del cerro.
Una ciudad; Valdepeñas, que no ha sido ocultada en ese manto de niebla que se tiende en los anales históricos con el paso de los siglos: ciudad siempre viva entre sus valles y peñas, ha sabido permanecer firme, generación tras generación, adatándose a los naturales cambio del bagaje de los tiempos.
Invoco en mis recuerdos a los que nacieron en su seno. Los invoco y recuerdo porque recordar es no dejar que nos dejen y los olvidemos. Rescato de la muerte y del vaho del olvido a tantos que pasaron por el umbral de la casa de la Cárcel Vieja de Francisco Creis Córdoba y con él, y junto a él, a Julián, su hermano y su esposa Maruja en esos fastos de La semana de la Poesía y la Primavera bajo el amor a un poeta, Juan Alcaide. Gracias a ellos coincidimos muchos de los poetas de aquí y de otros lugares de España. Años inolvidables. Sería muy prolijo nombrarlos a cada uno de ellos pero como no nombrar a la personalísima y admirada Sagrario Torres, a los componentes de los A, 7. Amigos que me enseñaron su amor a esta ciudad, Manuel Velasco, me dio a conocer a don Cecilio Muñoz Fillol, y los que me dejo sin nombrar, José Hierro con su voz bronca y su bombona de oxígeno. Así lo vimos la última vez en Valdepeñas. Y al mismo alcalde valdepeñero, Jesús Martín, con el que coincidí en tantas ocasiones y le escuche sus versos…
Recordar es volver al pasado y en ese pasado Andrés Cejudo y su bondad hasta más allá de la muerte y El trascacho: Poesía y poética entre vinos y gentes acogedoras y con ese mohín del Sur que llevan en sus ademanes y entresijos todos los valdepeñeros bien plantaos. Ahora tendría que nombrar a los que me siguen abriendo las puertas de la ciudad y me quedo, por ahora, con el acto de los organizadores del 23 de junio para dar voz a la luminosidad de la noche del día más largo del año, cuando el sol se queda detenido – así lo creían los antiguos- mirando a la tierra. Brillan las estrellas con un halo especial, haciendo soñar en sueños imposibles, pero que creemos que por ser pedidos esa noche se nos concederán.
Noche de San Juan, Solsticio de verano y poemas para hacer posible escuchar el amor a las palabras; intención de los organizadores Teresa Sánchez Laguna, Tesala, y Juan José Guardia Polaino, esencia de alumbrar espacios para los poetas en la patria propia, cual profetas en continuo retorno de los bosques poéticos, en esa noche mágica donde se nos abren las puertas del misterio.
Esta noble ciudad cobija la elevación por todo lo sublime entre la libación de sus vinos y la determinación de sus habitantes. Habitantes los nacidos y los residentes de otras poblaciones que sienten su latido en el destino caprichoso de sus vidas.
Los poetas saludamos la noche poetizando las esquinas del Museo Municipal sin otro pago que la voluntad de dejar el verso entre sus murallas. Poetas distintos en sus captaciones y sensibilidades con nombres propios, Diana Rodrigo Ruíz, que tantas veces ha introducido en Miguelturra palabras y personas; Elisabeth Porrero Vozmediano, y sus artículos denunciadores en la prensa provincial; dos mujeres que llevan el timón del Grupo Cultural y Literario de Guadiana: poetas conocidas por tantos años, a pesar de su juventud en actos anuales. Y la voz profunda de Juan García Espinosa de los Monteros, próximo a todo cuanto enamora y se funde allá donde se le llama, acude y programa. Voces de geometría ensoñadora como la de Eloísa Pardo Castro, de nacimiento manchego entre Tomelloso, Madrid y Villanueva de los Infantes, buscadora de alas de pájaros o de nubes porque escruta y mira hacia horizontes íntimos tocada con su personal sombrero, a la usanza de dama con señas de identidad propia.
Noche de quietud en busca de lo que ignoramos y, desde antes de poder escribirlo, lo hicimos con piedras: poesía clavada en la inmensidad de la tierra que nos interroga, y las interrogamos, quedando nuestra ignorancia en evidencia. Regresamos con el sol al principio y buscamos con hogueras alumbrar la noche de los tiempos. Probablemente eso es lo que buscamos los poetas, encontrar el principio del solsticio del alma entre verso y verso de, Jesús Lara Serrano, que se escudriña hacia adentro para clamar contra lo que no le gusta. Poesía desgarrada y apasionada de Juan José Guardia Polaino Y Teresa Sánchez Laguna, hondos en sus afirmaciones, ofrendándose como juglares de este siglo de luces y opacidad, por donde nos movemos para este Solsticio de versos en Valdepeñas.
Se respira el verano entre aromas de siegas y el verdor de las viñas. No es visible todo lo que sentimos, pero hay veces que sentimos una llamada henchida de silencio, y percibimos que a pesar de nuestra fría materialidad, hay algo más que no comprendemos y nos cerca. Ese espacio también lo ocupa la poesía.