El dilema moral de Pablo Iglesias

A todos y cada uno de nosotros se nos plantea un dilema moral ¿para prosperar en la vida vale todo, sin límite, aunque dañe al prójimo o a la colectividad… o no? Nuestro modo de ser va a depender en buena medida de la respuesta, con o sin matices. Unos optarán por el sí, que vale todo; que si otros son así, sería de tontos no hacer lo mismo; y que quien no piense así es un ingenuo – es la relatividad moral.Por el contrario, otros pensarán que si uno merece respeto, debe corresponder con ese mismo respeto; y que quien recurre a atajos es un inmoral. Del balance existente entre grupos de individuos con uno u otro comportamientos (por ejemplo, en la sociedad española) dependerá inevitablemente el empuje y la solidez del grupo en total. Sin duda, si los partidarios del vale todo frente al bien común son mayoría, este bien común se verá menoscabado. Tampoco se trata solamente de lo que uno es, o lo que cree que es: la valoración moral de un hecho ajeno es otro indicador de nuestra coherencia ética. Tolerar o condenar un mismo hecho, sin más variable que la filiación del sujeto o la relación afectiva, no es sino otro síntoma de relatividad moral.

Los partidos políticos presentan una línea ideológica, una marca, que hace que la gente se decante por uno u otro (o ninguno). La gente que más se implica se hace militante; y por lo visto, podría clasificarse a los militantes, según su motivación, en dos grupos: los que pretenden medrar y los idealistas. O en tres, donde van los que aúnan ambas cosas. Los partidos políticos tienen un objetivo muy claro: detentar parcelas de influencia y de poder. Militar, significa asumir fidelidad y obediencia, a cambio de asumir responsabilidades (si no desearlas, directamente, por el bien que proporciona), detentar cierta cuota de poder, e incrementarlo mediante el ascenso en el escalafón interno. A medida que uno sale victorioso de las batallas internas (nada desdeñables), va ganando confianza y liderazgo para abrir nuevos frentes. Al final del todo,en las cúpulas de los partidos, está lo más selecto de la militancia.

No hay que ser muy listo para deducir que el sistema electoral español – desde la 2ª restauración monárquica en 1977 – ha sido clave para que en España se haya ido fraguando poco a poco el bipartidismo (aparte de los méritos y deméritos de cada uno) y para comprobar cómo se han ido creando en todas partes redes clientelares alrededor de los dos grandes partidos. No hay que ser muy mayor para recordar y para comprobar el hartazgo que ha provocado en la ciudadanía la corrosión del bipartidismo. En la creación de corrientes de opinión, los grandes medios de comunicación tampoco han desaprovechado su potencial ni su estrecha relación con los poderes políticos y fácticos para influir en la gente.La credibilidad es un factor esencial para depositar la confianza en quien nos informa y quien nos representa.Los que no han tenido ni poder ni acceso a los medios, se han visto casi abocados a la marginalidad.

Si algo quedó claro en 2011 con el movimiento 15-M, es que una grandísima parte de la población española ya no creía en los dos grandes partidos. En 2014 nace PODEMOS yda la sorpresa en las elecciones europeas: 4ª posición, con 1.245.948 votos y 5 diputados.La lista la encabeza Pablo Iglesias, no tan conocido por ser profesor universitario o tener un programa de televisión por internet (la Tuerka), como por ser tertuliano en un programade difusión nacional en el canal La Sextade TV.

Este paso de gigante hizo creer a mucha gente quese podría regenerar la vida política española: se anunciaba una nueva forma de hacer política,en la que la gente común tendría la posibilidad de participar – lo cual siempre ha sido visto con recelo por parte de los dos grandes partidos.La nueva política, con horizontalidad y transparencia como bandera.Incluso en algún momento las encuestas le llegaron a dar la 1ª posición. Hubo mucho interés por contrarrestar esta “nueva política” por el lado de enfrente, y ahí encontraron ya hecho al partido Ciudadanos, de Albert Rivera:respaldado sin pudor por los poderes fácticos, lo que nunca hicieron con U.PyD. Aunque con poca horizontalidad y transparencia: me cuesta entender cómo ha sido posible abrir tantas sedes repartidas por toda España en tan poco tiempo … pero ésta es otra historia. Lo cierto, es que una vez que estalló la desconfianza hacia los dos grandes partidos tradicionales (bien por las puertas giratorias en el caso del PSOE, o por la corrupción en el PP), el voto útil dejó de ser infalible y el bipartidismo se rompió, con 4 grandes partidos a nivel nacional y la presencia intacta de los nacionalistas en determinadas regiones de España.

Cuenta la leyenda que PODEMOS nació de un reducidísimo grupo de profesores universitarios, pero hubiera sido imposible su expansión inicial de no haber contado con el soporte a nivel nacional del partido Anticapitalistas (que en las elecciones generales de 2011 obtuvo 22.289 votos en toda España). Mucha gente creyó en la leyenda de buena fe, y se produjo un aluvión de adhesiones. El partido no necesitaba mucho para expandirse: solo bastaban 3 personas para que en cualquier población de España se creara un Círculo PODEMOS. Ni sede, ni carnés, ni gastos comunes. Fácil, directo. Había mucha gente nueva, sí, pero las listas de los cargos estaban medio hechas, sencillamente porque ya existían vínculos previos entre muchos de sus representantes en toda España, pertenecientes a grupos como anticapitalistas o a ATTAC, sin que esta doble militancia saliera a relucir con la pretendida transparencia. En el primer congreso (Vistalegre 1) en octubre de 2014, el verbo se hizo carne. Mientras tanto, los conflictos soterrados estaban a la orden del día en toda España, a veces con el beneplácito de Sergio Pascual, entonces hombre de confianza de Pablo Iglesias como Secretario de Organización (la máxima autoridad de todo partido, solo por detrás del Presidenteo del Secretario General).

Algunos comportamientos de PODEMOS, especialmente encarnados por Pablo Iglesias (sea como portavoz o como líder) han sido difícilmente comprensibles, como la oferta de apoyo al PSOE en enero de 2016 para formar gobierno a cambio de determinadas carteras ministeriales, o su posición en relación al problema catalán (que les ha llevado a pasar de esperanza de gobierno a posición casi irrelevante en el Parlament). Pero es solo política. Pablo Iglesias supo sacar partido de su vertiente mediática para alcanzar una posición social. Le veíamos jugando al fútbol, o cantando, o presumiendo de vivir en barrio obrero. Podías estar de acuerdo o no con sus postulados, pero había una coherencia entre lo que decía y lo que vivía.

No han pasado ni tres años desde que Pablo Iglesias es diputado, y acaba de hipotecarse por más de 600.000 € en una amplia casa con parcela. Es evidente que no es una ilegalidad, que tiene todo el derecho a comprar lo que quiera siempre que cumpla con sus obligaciones. Argumenta que se trata de un proyecto de vida con niños, y que quiere estar retirado del foco mediático. Cuesta creer que no haya viviendas menos ostentosas. Pero cuesta aún más creer que estos niños puedan crecer como ciudadanos corrientes, sin que un entorno como aquel les afecte mínimamente.

Como decía al principio, hay comportamientos que denotan un modo de ser. Algunos aceptarán que Luis de Guindos se compre una vivienda por un precio similar al de la nueva vivienda de Pablo Iglesias, pero no aceptarán que éste último se la compre. Otros minimizarán ahora el impacto de ese gasto en la compra de Pablo Iglesias, porque no lo ha hecho especulando. A otros les parecerá simplemente escandaloso comprar una vivienda por ese precio. Si para algunas personas, los colores de la bandera son tan sagrados como el Papa de Roma, para otras personas lo sagrado también puede residir en la honorabilidad del comportamiento y en la coherencia – no en el relativismo moral.Cristina Cifuentes no abandonó el cargo por “ser implacable contra la corrupción en Madrid”, o por no convencer con su versión de lo sucedido con su máster. No, dimitió como Presidente de la Comunidad de Madrid cuando se demostró que era una cleptómana. Con la compra de su nueva vivienda, Pablo Iglesias ha puesto en entredicho todo su discurso y toda su credibilidad, y con ello ha arrastrado un poco más a su partido. Si el poder corrompe, el que sucumbe a sus encantos, en cierto modo, está corrompido.

Pares y nones
Antonio Fernández Reymonde