Manuel Cabezas Velasco.- Luctuosos y cruentos fueron los tiempos de posguerra. Una década apenas transcurrida desde que el bando vencedor impusiese las condiciones para los aplastados. Siete décadas han transcurrido y nos llevan a hablar de una memoria histórica que aún tienen cuentas pendientes con el pasado. Por entonces había algunos que combatían desde la resistencia. Llegó entonces el final del invierno del año de 1949 cuando acaecieron los funestos hechos que aquí se relatan. El lugar: la sierra del Carrizal, término ciudadrealeño de Retuerta del Bullaque. La fecha: un 12 de marzo. La historia: teñida de sangre y de dolor.
Recientemente la historia que nos ocupa fue recordada con motivo de la conferencia “Guerrilleros contra Franco” del profesor de Historia Benito Díaz Díaz. Dentro de ese contexto de lucha contra la autoridad franquista se encontraba la Agrupación Guerrillera de Ciudad Real, a la cual pertenecían guerrilleros como Reyes Saucedo conocido como “Parrala”, Honorio Molina como “Comandante Honorio” y José Méndez Jaramago alias “Manco de Agudo”. Precisamente esta localidad era su lugar de residencia, y también de nacimiento para el primero de ellos.
Llegando al año en cuestión, se encontraban sobreviviendo de cualquier manera en la finca La Nava, de Robledo del Buey (Toledo), donde robaban alimentos; aunque más adelante ocuparían un chozo en la Sierra del Carrizal en Retuerta del Bullaque, a modo de refugio.
Cuando llegó la una y media del doce de marzo, y debido al seguimiento que la Guardia Civil había realizado de sus actividades, preparando incluso un apostadero permanente frente a su chozo, tres guardias civiles verían llegar al “Comandante”. La suerte estaba echada, pues los moradores sólo gozaban de la compañía del carbonero que les servía de enlace. En ese momento saldría del chozo a recoger leña con el fin de avivar el fuego. La oportunidad fue aprovechada por los ocultos guardias civiles para arremeter contra los que dentro se hallaban. Serían acribillados a tiros, siendo rematados con ráfagas de subfusil. Las versiones sobre lo acontecido difieren como ocurre habitualmente, pues el propio informe de la guardia civil indicó que los propios guerrilleros lograron arrastrarse fuera del chozo y, a pesar de encontrarse heridos y con las ropas quemadas, dispararían a sus agresores siendo herido el guardia Vicente Velando Real en el pecho, aunque el agente parecía que se produjese él mismo las heridas.
La recompensa a los guardias civiles vino con el ascenso a cabos. Su comandante Antonio Díaz Carmona sería condecorando con la Cruz del Mérito Militar.
Los cuerpos de estos tres maquis, para rescatarlos de su memoria, serían exhumados ya en marzo del año 2010 en el cementerio abandonado de Retuerta del Bullaque. Para dicha excavación la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) se haría cargo. En ese momento se desprenderían comentarios de la realidad de lo ocurrido. Tal fue así que un pastor de la Sierra del Carrizal hablaría de asesinato de los guerrilleros, aunque el alcalde los tildase de “bandoleros”.
Pese al testimonio del pastor, las pruebas mostraban que los agujeros de las balas no tenían sangre sino que habían sido envenenados. Parecía que la culpa de dicho emponzoñamiento fue una botella de anís que bien venía en aquel invierno. Los maquis por ello murieron, siendo acribillados con treinta balazos. Setenta años después los recordamos, citando para ello el parte oficial de la operación que nos muestra el historiador Francisco Alía Miranda tal como sigue:
“El Comandante Jefe del Sector de Navahermosa, descubrió que una choza de carboneros situada en la “Sierra del Carrizal” del término de Retuerta, servía frecuentemente a la partida de bandoleros capitaneada por el “Manco de Agudo”, como lugar de refugio y descanso, por lo cual dispuso, que en las inmediaciones de la misma se montase un servicio permanente de apostadero a cargo de un grupo de seis Guardias mandados por un Cabo que permanecieron en dicha vigilancia desde el 26 de Febrero al 12 de marzo. Sobre las 1,30 del indicado día, los tres Guardias que prestaban el servicio de vigilancia en el chozo, vieron dirigirse al mismo bandolero apodado el “Comandante”, el que alumbrándose con una linterna reconoció el interior del mismo y al observar que sólo se encontraba dentro el carbonero que le servía de enlace, despojándose seguidamente del equipo penetró en aquél con el armamento, haciendo antes un ruido con la boca para que le siguieran los otros dos compañeros, como así lo hicieron, entrando sucesivamente en el chozo. Una vez saludados por el carbonero, éste les indicó la necesidad de avivar el fuego para calentarse, saliendo al exterior con el pretexto de buscar leña, momento que aprovechó ésta para irrumpir en el chozo atacando a los tres bandoleros que en el primer momento cayeron sobre la lumbre, sin duda heridos, haciendo no obstante algunos disparos sobre la fuerza, saliendo al exterior arrastrándose, siendo atacados con más ráfagas de subfusil que les ocasionaron la muerte, quedando los tres cadáveres fuera del chozo con las ropas incendiadas, resultando un Guardia del grupo herido de un balazo en el pecho de carácter grave. Los bandoleros muertos resultaron ser el “Manco de Agudo”, el “Comandante” y la “Parrala”.
El guardia herido resultó ser nuestro entrevistado, Vicente Velando, quien recuerda el nombre de sus compañeros: Sebastián Díaz González, de Viso del Marqués, y Eulalio Calvo Carretero, de Retuerta. Sobre la noche que entraron los guerrilleros nos dice: <Nevando estaba. Nosotros estábamos allí, de apostadero, enfrente de la choza. La noche no estaba muy oscura. Había alguna claridad. No nevaba mucho. Oímos rodar piedras, pero claro, no te podía extrañar eso porque allí pasaban lobos, había jabalíes, y los ruidos esos no eran muy extraños; pero, en fin, cuando oyes un ruido, por si es o no es, ya fijas más la atención. Se vio la silueta de un tío alto. Lo vimos estupendamente. Era el “Comandante”. Entró en el chozo, llegó al muchacho:
– ¿Qué hay?
– Hombre, pasa – le contestó el carbonero -. ¿Es que no viene el “Manco”?
– Sí, ahora viene.
– ¿Qué tal noche hace? – dijo el muchacho.
– Nevando está – dijo el otro -. Hace una noche mala.
Se salió del chozo. Hizo una contraseña. Silbó, pero poco. Una vez nada más, y se metió. Vino otro y se metió. Luego ya salió no el primero, sino el segundo, porque se veía que era más bajo. Volvió a silbar. Al rato vino el “Manco”. Preguntó al carbonero:
– ¿Y la Guardia Civil, hace mucho que no está por aquí?
– Sí, el otro día estuvieron por abajo, por el valle, pero aquí no se acercaron.
Ya en el chozo los tres bandoleros y su enlace, nosotros oíamos toda la conversación. Eran las dos de la mañana, en el silencio de la noche. Ya ves que se oyó hasta cómo liaron un cigarro. El carbonero ya estaba aleccionado. Debía salir del chozo con cualquier excusa. Pero no le dejaban salir.
– Sí, hombre, si venís mojados y la ropa la traéis chorreando, les dijo. La ropa está húmeda. Voy a salir y a echar una poca lumbre. Si aquí no vienen los guardias.
Con esta excusa salió, momento que aprovechó para venirse en dirección a nosotros, y entonces fue cuando aprovechamos para hacer fuego sobre ellos>” [1]
¿Quiénes eran? ¿Cuál era su historia antes de este triste final? Baste como ejemplo la reseña de uno de ellos: el “Manco de Agudo”.
Llamado en realidad José Méndez Jaramago, el “Manco de Agudo”, tras la pérdida de su padre – José Méndez Carrasco, fallecido en julio de 1941 en El Alcornocal de los Bonales – y dos hermanos en la guerra y posguerra, tendría que huir y convertirse en uno de los grandes conocedores de los entresijos de la sierra, perteneciendo a la Agrupación Guerrillera de Ciudad Real. Había nacido en tierras extremeñas, en Higuera de Vargas (Badajoz) aunque en el momento de su muerte se encontraba avecindado en la localidad ciudadrealeña de Agudo.
En su partida, “el manco” empezaría a actuar en el verano de 1940. A ella se unirían su hermano Manuel “El Almendrillero” y, meses más tarde, su padre José y su hermana Asunción.
Su zona de actuación: gran parte de la provincia de Ciudad Real, incluyendo también de las de Toledo, Badajoz y Cáceres.
Su partida guerrillera disponía de apenas unos siete u ocho hombres, cuyas bases principales residían en los Montes de Toledo (Sierras del Castaño, del Rostro y de En medio) y, como secundarias, las sierras ciudadrealeñas de Calatrava, Agudo, Santa Ana y del Carrizal, las pacenses del Aljibe, del Azorejo, de Siruela y de Las Cabras, y las cacereñas de Altomira y de Guadalupe. Siendo ayudadas en ellas no sólo por pastores y porqueros sino también por carboneros.
Tras el acoso al que se vio sometido durante la última década de su vida, fallecería en 1949 a la edad de 34 años. Tildado de “bandolero”, “asesino” y de “violador”, las décadas han transcurrido y puesto de manifiesto que la historia no siempre se cuenta al completo – aunque, en ocasiones, no esté exenta de veracidad – sino siguiendo el dictamen de los vencedores. Baste como ejemplo lo que se hubo dicho acerca de su hermana Asunción, que hubiese fallecido antes que él, cuando la realidad fue que encontró la muerte en 2008, viviendo ya mucho tiempo en Valencia.
Todos estos descubrimientos y los restos hallados en una fosa común del Cementerio de Retuerta del Bullaque, que irían a descansar a su localidad natal – Higuera de Vargas (Badajoz) – según expreso deseo de la familia, obedecen a la búsqueda incansable de algunos de sus descendientes y de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Uno de ellos, su sobrino Vicente Corsí Méndez glosaría la figura de los maquis destacando la fidelidad mostrada a sus convicciones y su lucha por la libertad y la democracia [2].
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Difíciles tiempos son los que corren cuando en las noticias se muestran víctimas de mujeres a manos de indeseables. Sin embargo, no todo es negativo para el ámbito femenino, pues también hay heroínas y, en el mundo del deporte, más aún si cabe.
A las archiconocidas Blanca Fernández Ochoa, Arantxa Sánchez Vicario o, de forma más reciente, Carolina Marín, por señalar algunas, habría que añadir a una luchadora en un deporte de equipo y que, además, nació en esta provincia, concretamente en la localidad de Bolaños de Calatrava.
Estamos hablando de la jugadora de balonmano que naciera un 12 de marzo de 1985 llamada Macarena Aguilar Díaz. Macarena Aguilar es, por todos, conocida.
La trascendencia de una deportista como Macarena – homenajeada en su propio pueblo, que acoge el Pabellón “Macarena Aguilar” – debe reseñarse pues nos encontramos en un deporte de equipo que, hasta recientes fechas, no gozaba de la relevancia que tenían otros deportes. Además, su especialidad a nivel nacional no tenía gran relevancia ya que las grandes dominadoras eran las originarias del centro y norte de Europa.
Su cuna cervantina la fue llevando a triunfar en un deporte tan duro, llegando incluso a emigrar fuera de nuestro país a otros tan dispares como Dinamarca, Rusia,Hungría o Alemania.
Pero, ¿cuál es la historia de esta bolañega de pro?
Siguiendo lo señalado por Marta Castro [3], sus comienzos no apuntaban a que un destino dentro del hand – ball, sino del atletismo. Sin embargo, “un balón se le cruzó en el camino”, y a la edad de dieciocho años su rumbo lo dirigió hacia Valencia y el mundo del balonmano. Jugaría en el Sagunto, el Valencia y el Itxako, obteniendo cuatro ligas, tres Copas de la Reina e incluso una Liga de Campeones.
Su carácter de luchadora siempre ha quedado reflejado a la hora de reivindicar el valor que se le deben dar a los títulos obtenidos en otros deportes menos masificados que no sean el futbol y así lo indicaba en una entrevista y el por qué se decantó por el balonmano. Así lo expresaba:
“Da rabia que el pelo de CR7 importe más que un español campeón” [4], y añadía que “en mi pueblo se empezó a jugar y un día me dijeron que si quería probar. Me quedé a entrenar, empecé con ello y hasta hoy… La verdad, ha pasado mucho tiempo. Entonces tenía nueve años y todo ha cambiado bastante. Allí entrenábamos en la pista del colegio, sin pabellón ni nada…”. ¡Qué vueltas da la vida pues ahora el pabellón lleva su nombre!
Muchas cosas se podrían decir de esta jugadora: su enorme generosidad en una pista de balonmano, su gran talento, los recursos diversos que atesora. Todo ello aparecía reflejado en “El recorrido por la experiencia vital de una de las referencias del balonmano femenino español”, de Raúl Cosín [5].
Dicho autor reseñaba cómo aquella niña de ocho años pasó del mundo del atletismo, concretamente a las pruebas de velocidad, al firmamento del balonmano.
Tenía, por entonces, nueve años. El empujón dado por unas amigas que iban a entrenar cambió literalmente su vida. “Quería ser jugadora profesional de balonmano”, decía ella misma.
Sin embargo, todo iba demasiado rápido. A pesar de los diversos triunfos conseguidos en los torneos provinciales y autonómicos, la participación en campeonatos de España y sus primeros pinitos en las categorías inferiores de la selección española, aún sólo tenía unos dieciséis años cuando recibiría la llamada desde Valencia. Ella misma fue la que respondió que sí, aunque aún no lo había consultado con sus propios padres. Tras hablar con el club de Cristina Mayo, sus progenitores dieron el visto bueno a la joven Macarena, aterrizando en el entonces Osito L’Eliana, llegando a ser con su equipo subcampeona de la Champions ese mismo año. Estaba rodeada de nombres tan conocidos como Natalia Morskova, Cristina Gómez, Montse Puche, Silvia del Olmo, Eli López, Tania Medved e, incluso su, tantas veces, compañera de selección, Marta Mangué.
La dureza del ritmo de trabajo parecía que se hiciese cuesta arriba, pues entrenaba dos veces en semana y, por su inmadurez, no siempre tenía la motivación suficiente. Entonces vendrían los cambios lógicos que afectan a las mujeres. Su físico de niña a mujer fue la clave. La gran ayuda, Cristina Mayo, con la que coincidiría casi una década, a la que siempre estuvo agradecida.
Sigue explicándonos Raúl Cosín cómo vivió aquella etapa la joven Macarena:
“… aquella gran época, en la que el nivel de los clubes era altísimo, la competitividad mayúscula, la rivalidad intensa… La gran etapa, eterna en el imaginario del balonmano del Osito (luego BM Sagunto, donde también siguió la manchega), el Elda, el Ferrobús, el propio Itxako, el Bera Bera… <Lo que son las cosas. Entonces los clubes se vivían mucho, se seguían mucho, pero, sin embargo, la selección no. Y desde hace unos años hacia acá la situación es la contraria. En aquella etapa, en cuanto a la selección, sufrimos mucho, no teníamos las condiciones estructurales que tenemos ahora, los medios de comunicación no nos seguían tanto… el cambio para bien ha sido total>, explica” [6].
Sin embargo, no todo fue el balonmano de clubes. También la selección la llamó para formar parte de una generación mítica dentro del balonmano español: aquellas que eran conocidas como las “Guerreras”.
Su afianzamiento en el equipo absoluto llegaría en 2006. Poco a poco fue coincidiendo con el buen momento de muchas jugadoras con las que conseguiría numerosos hitos: el bronce en el Mundial de Brasil (2011), el bronce olímpico en los Juegos de Londres (2012) o el subcampeonato de Europa de 2014. Dos años después, vino un gran revés ante el equipo galo, obteniendo sólo un diploma en los Juegos de Río de Janeiro de 2016.
La etapa de mayor eclosión de Macarena había llegado justo cuando consiguieron el bronce de 2012, embarcándose por entonces hacia tierras extranjeras, como otras de sus compañeras.
En Dinamarca vendría el Randers durante dos años, un año en el Gyor húngaro, el fugaz paso por el Rostov-Don ruso, su regreso a Hungría con el Siofok y, más recientemente, fichando por la actual campeona alemana el Thüringer.
Su vida profesional es por y para el balonmano, aunque también en el terreno personal no lo abandona pues su pareja es Jorge Maqueda.
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Oyóse en la década de los veinte el llanto de un niño allá por la tierra del vino, la localidad de Valdepeñas. Estábamos asistiendo al nacimiento de un cantaor español que fue conocido por éxitos tales como “El romance de la reina Mercedes” o, sobre todo, “Doce cascabeles”.
No hablamos del niño prodigio Joselito – aunque dicho tema tuviese tanta repercusión con su voz – sino de Juan Antequera López, conocido artísticamente como Tomás de Antequera. Había nacido un cantaor, en pleno dominio de cantaoras, un 7 de julio de 1920 en la localidad de Valdepeñas. Siendo en este mes de mayo cuando se le rinde homenaje en la misma con una exposición-homenaje titulada “Príncipe de la Copla: Tomás de Antequera”, en su Museo Municipal.
La situación familiar no era muy boyante, aunque sí la propicia para incentivar las posteriores dotes artísticas. Hijo de un albañil y de una madre que no paraba de darle hermanos, el periodista y gran conocedor de la copla Carlos Herrera nos detalla el por qué de su futuro tonadillero:
“Juan Pedro era un albañil manchego que disparaba su gozo tocando la bandurria, cosa un tanto infrecuente en el colectivo de la construcción en la Valdepeñas de aquellos enloquecidos y magníficos años veinte. Elena, manchega a su vez, echaba el tiempo teniendo hijos, muchos hijos. Cuando nació Juan, el que resultó último, habían visto nacer a veintidós, de los que vivían doce, lo cual es un mérito desusado.
En una familia de esas características es fácil que uno tenga de todo, hasta artistas, cosa que ocurrió con este último vástago que cerró ciclo tan prolífico. Debió ser allá por el siete de julio del año veinte cuando este Juan vino al mundo y se aprestó a compartir con doce más las dependencias de aquella casa. Sin embargo, nadie llamó Juan a Juan. Desde el primer momento fue conocido por Tomás, nombre que quiso su buena madre le fuera impuesto, no siendo así, ya que a su madrina se le fue el santo y no se le ocurrió otra cosa que inscribirle como Bautista. Tuvo que ir el muchacho a la mili para enterarse. Cosas de la época” [7]
A su padre hizo compañía por los locales de Valdepeñas donde tocaba la bandurria, para completar los escasos recursos económicos que provenían de subirse al andamio.
Aunque sus comienzos fueron de la mano de su propio padre, sus virtudes artísticas le llevaron a elevar el vuelo con sus propios recursos, cantando flamenco a todos aquellos que le escuchaban por las tabernas de Valdepeñas, con lo que iba ganándose poco a poco la vida. Los beneficios, como era costumbre, iban a parar a los gastos de la casa familiar, aunque a pesar de su minoría de edad y dado su éxito se embarcó en proyectos mucho mayores como el de escaparse a Madrid para cantar por tascas, mesones y tablaos.
En una de aquellas ocasiones, según se cuenta, había un caballero de excepción presenciando el espectáculo (¡nada menos que el dramaturgo y Premio Nobel de Literatura don Jacinto Benavente!), quien le entregó una cantidad desorbitada para aquella época, la cual ascendía a unas cien pesetas. Este incentivo le llevaría a formarse en diversas academias en el mundo de la tonadilla, de la mano de los maestros Monreal, Castellano y, el más conocido, Quiroga, por citar algunos.
Cuando llegó la guerra civil, ya se encontraba animando las arduas jornadas bélicas de las tropas republicanas, cantando cuplés. Más adelante engrosarías las compañías que recorrió España, asentándose en Madrid en la década de los 50 en la compañía de Antonio el Moro.
Sus dotes artísticas venían de lejos, y así lo señala Joaquín Brotons:
“Desde niño mostró muy buenas cualidades para el cante flamenco y especialmente la copla, en la que llegó a ser figura y uno de los grandes, junto a doña Concha Piquer, gran dama de la copla, que era poco aficionada a alabar a nadie, que no fuera ella misma, pero que con Tomás de Antequera lo hizo” [8]
Madrid lo conoció desde el Café Europa al teatro de la Ribera de Curtidores. Era comienzos de la década de los cuarenta. Más tarde el Café de San Millán.
Su estilo se decantaba por la pureza en el flamenco, llegando a grabar un disco.
Con la popularidad adquirida se centraría en la canción andaluza o aflamencada, traspasando con ello las fronteras y llegando a convertirse en una de las figuras más relevantes de este género a nivel internacional. Triunfó en América. Llenó los teatros españoles. Por entonces había canciones que todo el mundo conocía de él, siendo las más destacadas el “Romance de la reina Mercedes”, “Doce cascabeles” y “Zambra de mi soledad”.
Sin embargo, no toda aquella fama trajo consecuencias positivas. A pesar de ser la canción de “Doce cascabeles” (1953) con la que recaudó mayor cantidad de dinero en concepto de derechos de autor, la estética de sus chaquetas, los originales crótalos como acompañamiento musical o tener por feudo al Molino Rojo chocó con aquella Madrid muy tradicional. Por ello sería acusado por ciertos sectores de la Falange de republicano y homosexual, como también ocurriese con Miguel de Molina.
La década de los sesenta contempló el declive de la figura de Tomás de Antequera, ante el avance paulatino de músicas en las que sonaban figuras como los Beatles, Paul Anka, entre otros. Su última actuación sería, en Madrid, en 1985, en el Café “Manuela”, donde se sintió feliz y radiante nada más pisar el escenario.
Entonces vendrían los homenajes. La antigua calle “La Fábrica” pasaría a llamarse “Tomás de Antequera”, hecho que refrendaba el cambio de mentalidad pues alguno hubo que dijo bruscamente “¡Coño, ya les ponen calles hasta a los maricones!” [9]. Poco después, esculpiría José Lillo Galiani una figura en bronce, instalada actualmente en el antiguo Paseo de Luis Palacios.
La década de los noventa comenzó. Llevó el AVE. La Expo de Sevilla. Las Olimpiadas de Barcelona. Al año siguiente, 1993, el cáncer de próstata que tanto había pasado factura a Tomás de Antequera, le arrancó su último hálito un 4 de marzo en Madrid, siendo trasladado según su propia voluntad para recibir el merecido descanso junto a sus padres, en su tierra natal, Valdepeñas.
MANUEL CABEZAS VELASCO
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[1] ALÍA, LA GUERRA CIVIL EN RETAGUARDIA, pp. 424-6]
[2] Veáse fotografías sobre artículos de: DE LA BELDAD, ANIBAL, en Lanza, 31 diciembre 2010 y 8 agosto 2013, entre otros; y RODRÍGUEZ, Belén en Lanza, 29 Mayo 2011; y http://memoriahistorica.org.es/s5-documentos/c46-libros-de-visitas/exhumacion-retuerta-del-bullaque/]
[3]“La espina de Macarena Aguilar”, en El País, 6 agosto 2012. Véase https://elpais.com/deportes/2012/08/06/juegos_olimpicos/1344266569_528527.html]
[4] PALOMO, David: El Español, 28 marzo 2016. Véase https://www.elespanol.com/deportes/juegos-olimpicos/20160327/112738837_0.html]
[5] COSÍN, Raúl: “El recorrido por la experiencia vital de una de las referencias del balonmano femenino español”, .
[6] COSÍN, Raúl: Op. Cit.
[7] HERRERA, Carlos: “Tomás de Antequera”, en Historia de la copla y el flamenco. Revista BLANCO Y NEGRO, noviembre de 1992.
[8] BROTONS PEÑASCO, Joaquín: “El tonadillero valdepeñero Tomás de Antequera”, en Lanza Digital, 24 marzo 2018.
[9] BROTONS PEÑASCO, Joaquín: Op. Cit.
Un interesante artículo que nos trae a la memoria acontecimientos extraordinarios. Enhorabuena, D. Manuel.
Al fin y al cabo, dicen que todo español lleva un guerrillero dentro…..
Muchas gracias Charles