“Sólo tengo un defecto: que marco muchos goles” (Odair Caetano)

Luis Pizarro.- Odair, querido amigo…, hasta el nombre lo tenías bonito, tan sonoro, tan musical. Tú, que tan bien burlabas a los guardametas rivales, que tan maravillosamente escamoteabas tu figura a los defensas; tú, un moreno con gracia, que en el campo parecías disfrazado cual gran señor en un baile elegante, ahora no has podido torear la guadaña, fría, descarnada, voraz, pelada, que te ha separado de nosotros y nos ha dejado helados y tristes, un poco muertos por tu muerte.
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En 1975 dejaste el Esporte Clube São Bento –muy cerquita de tu Guarulhos natal para poder ver a tu madre, a la que tanto querías– y te lanzaste a la aventura española. Cuando llegaste a Puertollano solo tenías 24 años y deslumbraste desde el primer momento. Y no fue solo por tu forma de jugar al fútbol, sino por tu desenvoltura personal, por tu simpatía, por mostrarte tan cercano para la gente. En realidad, fuiste un soplo de aire fresco, un abrir las ventanas, en una España todavía atrasada. Por eso, muchos en Puertollano te adoramos desde el primer momento y es que esta ciudad minera, sobria y recia, también te ganó a ti. Te metimos en nuestro corazón y tú metiste en el tuyo a Puertollano.

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Ya el 14 de agosto de 1975, en el diario Marca, Pedro Muñoz (entonces presidente), anunció que estaban en contacto con agencias deportivas “para ver si podemos dar el bombazo y traer a un extranjero que sea delantero”. En efecto, el 23 de agosto se te hizo una prueba contra el Bonsucesso, y, desde el primer momento, exhibiste tu ambición y gran personalidad, al declarar: “Sólo tengo un defecto: que marco muchos goles”. Cuando se te preguntó qué pasaría si no marcabas contra tus compatriotas, contestaste: “Hombre, tenga en cuenta que todos los días no son de fiesta”. Te trajo un intermediario llamado Luis de Campos (aunque tu representante en España era uno apellidado Paris), junto con Bio, que llegó a jugar en el Barcelona. Paris quiso primero probarte en el Tarrasa y Pedro Muñoz le dijo que no; que si quería algo, el primero que te hacía el examen era el Calvo Sotelo. Así se hizo, y en Tarrasa se quedó Bio. Según Muñoz (y tú mismo), firmaste por tres temporadas, a base de 500.000 pesetas de traspaso y otras tantas de ficha, aunque el presidente te premió al final por tu buen rendimiento con 300.000 más, fuera de contrato.

A partir de ahí tu despliegue solo cabe calificarlo de espectacular. Si ir al viejo Cerrú era como un día de fiesta porque nos hacías vibrar, en la ciudad, muchas veces parecía que todo giraba a tu alrededor. Hasta fuiste modelo en algún desfile que se organizó. Fue una explosión de color (no en vano eras el primer jugador de raza negra que vestía la camiseta azul) y de alegría, que contagió a muchos. Nunca te vi sin una sonrisa en la cara.

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En el plano futbolístico, recuerdo que tu debut oficial en Liga fue en la segunda jornada, en Puertollano, ante el San Andrés de Barcelona, un 14 de septiembre de 1975, con victoria por 2-0. El legendario Rafa Yunta estaba en el banquillo y tus compañeros de viaje fueron Bernardo; Lobo, Mendoza, Pepe Vázquez; Quico, Viqueira; Bautista, Chone, tú como ariete, Larrauri y Molina. Luego, Calero sustituiría a Larrauri y Toni Nuevo (autor de los dos goles) a Viqueira.

Después, tres temporadas en Puertollano te dieron para luchar por los colores azules junto a otros grandes compañeros. De ti llegaron a decir que eras el ochenta por ciento del equipo y un gran entrenador, Maguregui, al frente del Celta de Vigo entonces, comentó: “Me lo llevaría con los ojos cerrados”. ¿Para qué alargarnos más? El 23 de abril de 1978 te despediste de la zamarra minera (3-3 ante el Baracaldo), consiguiendo el gol 400 de la historia del Calvo Sotelo en Segunda División y proclamándote por tercera vez consecutiva máximo goleador del equipo. Atrás quedaron 101 partidos jugados en Segunda División (hasta el presente sigues siendo uno de los escasos ocho jugadores que vistieron esa gloriosa camiseta en, al menos, 100 ocasiones en la División de Plata), en los que conseguiste 37 goles, a los que hay que añadir el único que obtuviste en Copa, en las dos veces que jugaste esa competición.

Te marchaste al Levante, que enseguida te dejó libre para recalar en el Almería. Dio igual. Ni uno ni otro te acogieron con el cariño que te dispensó Puertollano. Y tú supiste bien que esta ciudad la llevabas marcada a fuego en tu corazón porque aquí fue donde verdaderamente conseguiste la felicidad. Te lo demostramos muchas veces en estos años y tú a nosotros. Por eso lloramos hoy sin consuelo; porque a los calvosotelistas que llenamos esta vieja ciudad se nos ha ido un ser muy querido; se nos ha ido uno de los nuestros y bien joven.

¡Solo tenías 67 años Odair! ¿Tantas ganas tenías de alcanzar la Gloria que siempre perseguiste? Que sepas que Mario Carrero te ha definido hoy muy acertadamente como “el Pelé del Calvo Sotelo”. ¿Qué más puede desear un brasileño, comparado a ese dios terrenal? ¿Qué más te podríamos dar desde este poblachón manchego? La vida no podremos devolvértela, pero te aseguro que siempre te recordaremos para que incluso los que te no conocieron sepan que un día pasó por aquí un paulista que nos llenó de vida. Y cada vez que miremos el césped del Cerrú te estaremos viendo gritar tus goles para el Calvo Sotelo.

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