Hoy, que me toca poner lavadoras, es un buen día para contaros alguna chorradita de las mías.
Hará cosa de un año recibí una llamada de teléfono extraña. «Señora, somos los pintores, ya estamos en la puerta. Ábranos».
«Hola. Pues yo no he llamado a nadie para que venga a pintar».
«Señora, sí, que ayer hablamos y le dijimos que vendríamos hoy».
«No, no. Se habrá equivocado. Yo no he hablado con usted en la vida».
Como tenía un acento que no era de mi entorno, pues descarté la broma telefónica.
«Que sí, señora. Que la estoy viendo hablar por teléfono en la cocina».
Yo ahí me cagué un poco. Bueno, bastante. Porque yo estaba en la cocina hablando, que es donde hay mejor cobertura. Pero mi cocina da a un patio de luces y tiene un cristal traslúcido. Y vivo en un cuarto, leñe. Era imposible que me estuviese viendo. Así que en cuestión de segundos me sentí en una peli de terror japonesa o, en versión cutre, en una de Antena 3 cualquier sábado por la tarde.
«Que no, que no soy yo. Que yo no he llamado a nadie». Quería colgar, pero algo me lo impedía. Supongo que la insana curiosidad, esa que mata a los personajes estúpidos los primeros en las susodichas pelis de Antena 3.
«Mire, señora, que la estoy viendo y ahora me está mirando. Le saludo».
¿Queréis creer que miré hacia la ventana por si era verdad? Pero el cristal seguía siendo translúcido y lleno de cagadas de palomas. Le volví a repetir que no era yo. Entonces caí en la cuenta del acento y le pregunté que dónde estaban. Y no, no era en mi ciudad.
El hombre, de repente, comienza a reírse a carcajada limpia. No puede parar de reír y de decir: «Madre de Dios, madre de Dios. Señora, disculpe. Que lleva usted razón».
Yo sabía que llevaba razón, porque estaba en mi cocina, a cientos de kilómetros de donde él me había dicho que estaba esperando a que le abriera la puerta. Aunque el hilo veraniego de Manuel Bartual aún no había sido escrito, ya me estaba empezando a mosquear. ¿Y si estaba en otra dimensión temporal? ¿Y si había tenido un desdoblamiento astral? ¿Y si me estaban haciendo luz de gas? Mierda de cine que me hace pensar cosas chungas, pardiez*.
De fondo, oigo cómo llaman a un timbre y una voz femenina que les da los buenos días.
«Que me he equivocado, señora. Y, como la clienta está hablando por teléfono a la vez, pensé que estaba hablando con ella cuando hablaba con usted. Disculpe de nuevo, de verdad. Qué raro ha sido todo, ¿no?».
Se vuelve a reír. Y yo también. Él se ríe mucho y me pide disculpas varias veces más. Y colgamos, riéndonos los dos, mientras nos deseamos un buen día.
¡Ah! Y lo que os iba a decir: él habló en catalán todo el rato y yo, en castellano. Y nos entendimos perfectamente.
Sigo con las lavadoras.
#relatosparaleerenelbaño
*Señores de la RAE, no me lo quiten del diccionario, por favor.
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Postales desde Ítaca
Beatriz Abeleira
Y es que lo importante es mantener una buena comunicación. Aunque, a veces, los interlocutores son más significativos que las palabras. Lo esencial comienza escuchando.
Magnífica y amable postal……