Manuel Cabezas Velasco.- De nuevo el mundo de la minería en la provincia de Ciudad Real es noticia. Unas veces se habla de especulación, otras de los ataques al medio ambiente. Siempre ha sido así, aunque las circunstancias hayan cambiado a lo largo de las centurias.
Acaecía un mes de febrero del año de 1368 cuando fueron nacionalizadas y pasaron a manos de la Hacienda Real unas minas de explotación tan larga en el tiempo como las de Almadén, aunque seguían siendo gestionadas, por aquel entonces, por la Orden de Calatrava, la cual tenía el privilegio de la comercialización del cinabrio fuera del reino desde que Sancho IV concediese al maestrazgo tal orden en 1286, además del laboreo de las minas.
La explotación de las minas y la comercialización de los productos era llevada a cabo por la Orden de Calatrava, iniciándose poco después el sistema de arriendos, donde aparecían destacados los comerciantes catalanes y genoveses. Estas circunstancias vienen a atestiguarse en documentos tan dispares como:
- Los privilegios que el infante don Sancho otorgase en Valladolid, donando a la Orden de Calatrava la mitad de los pozos de Almadén, un 10 de abril de la era de 1320, y en Atienza, confirmando tal donación, el 6 de enero de la era de 1327.
- El documento que el maestre de Calatrava expidió en Alcalá de Henares en la era de 1386, arrendando por diez años dichos pozos a Pedro Hernández, dando de renta en cada año 100.000 maravedís.
- O la carta de arrendamiento que, en Almagro, el 2 de agosto del año 1387, había sido otorgada a unos genoveses.
De las minas se podrían decir muchas cosas, pues la existencia de los yacimientos de cinabrio se remontaba a la época romana. Los motivos de tal adquisición eran más que evidentes, pues la Orden de Calatrava había obtenido pingües beneficios con su explotación, manteniendo con ello el elevado coste que suponía el ser responsables de muchas fortalezas de frontera. Así lo expresaba Carlos de Ayala Martínez:
“Los beneficios obtenidos por la orden de Calatrava de sus riquísimas minas de Almadén constituían a comienzos del siglo XIV una imprescindible garantía para el mantenimiento de las fortalezas de frontera; al menos eso es lo que se desprende de una taxativa disposición de Alfonso XI de 1313 en virtud de la cual, y a instancias del maestre García López, se ordenaba a todos los responsables locales de las villas y lugares de realengo y de abadengo, así como a los de los pertenecientes a tierras de las reinas María y Constanza, abuela y madre del monarca, que impidieran a los mercaderes comprar y traficar con el azogue de los pozos de Almadén sin contar con las licencias correspondientes de las autoridades calatravas, ya que estas actividades fraudulentas mermaban las rentas de los pozos, y ellos repercutía directamente en el mantenimiento de los castillos fronterizos de la orden. Como es sabido, los freires calatravos fueron adquiriendo poco a poco el control de las minas, alcanzando el monopolio del mismo entre 1282 y 1285. No resulta en modo alguno absurdo pensar que tan interesante objetivo se consiguió, al menos en parte, gracias a la justificación fronteriza: desde luego, y como hemos visto, se acude a ella en el siglo XIV – en realidad, desde finales del XIII – para evitar irregularidades o fracturas de dicho monopolio” [1]
En tiempos de los Reyes Católicos, allá por 1487, pasarían a la Corona al ser nombrado Administrador de los Bienes de la Mesa Maestral de Calatrava el propio rey don Fernando.
En 1523, por mediación del papa Adriano VI, se confirmarían la adhesión de los Maestrazgos a la Corona, y, dos años más tarde, Carlos I tuvo que arrendar las rentas de los Maestrazgos a los banqueros alemanes Fugger, para hacer frente a las deudas contraídas por los costes que suponía mantener la estructura polisinodial del imperio que regentaba. Entre aquellos se encontraban las minas de Almadén, y su arrendamiento se prolongaría, grosso modo, hasta mediados del siglo XVII. La explotación de las minas en tiempos de los primeros Austrias así nos la relata Hervás y Buendía:
“Manejadas dichas Minas por la R. Hacienda, dice el Sr. Cabanillas, desde el año 1512 al 1525 tan sólo produjeron 500 quintales de azogue; mas en dicho año, sin duda por lo poco que rendían y por el enorme crédito que contra el Estado tenían los condes alemanes Fugars o Fúcares, hermanos, les fueron dadas en arrendamiento en unión de los Maestrazgos de Santiago, Calatrava y Alcántara. Se hacía ordinariamente el arrendamiento por períodos de 10 años y bajo las condiciones que la necesidad imponía ó aconsejaba la conveniencia; obligándose a poner en Sevilla el número de quintales de azogue fijado en el contrato, oscilando entre 1.000 hasta 4.000 en cada un año y recibiendo 11.000 y 11.100 maravedís por quintal. (2-Para conocer el alcance del arrendamiento con los Fúcares, así como el poder que éstos alcanzaron en España, debemos decir, que del asiento de 22 de Octubre de 1553 consta, que podían explotar todos los veneros de oro, plata, cobre, plomo, hierro, acero, estaño, alcohol, cardenillo, caparrosa, azabache, piedra azufre, rejalgar, verdiel y otros metales de los territorios de las dichas Ordenes Militares.- Arch. De Almadén – a – Leg. n.º 4 – De Simancas – Lib. De Contadurías, n.º 3.072 – Cabanillas – Memoria).
Felipe II en 1562 por la provisión que dejamos extractada, al tratar del Régimen Municipal de Almadén, concedió a los Condes Fúcares el ejercicio de la jurisdicción civil y criminal en Almaden, concesión que hizo necesaria el buen orden y recta administración de la Mina; porque a la vez que robustecía el prestigio y autoridad de los arrendadores y removía los obstáculos que podían entorpecer su acción, sentaba las bases por las cuales esta población esencialmente minera se había de regir y gobernaron hasta nuestros días…
Cesaron los Fúcares en el arrendamiento de la Mina en 1645, y con ellos el método o procedimiento para su explotación iniciado por la O. de Calatrava y continuado por los Reyes, de entregar la Mina a particulares para que la beneficiasen a su modo…” [2]
Desde 1645 hasta principios del siglo XX fueron explotadas por diferentes organismos del Estado. Tras el control de minas de los Fugger hasta la primera mitad del siglo XVII, el consejo de Hacienda se hace con el control de las minas de Almadén. Las minas vuelven a estar bajo el control de la Corona.
En 1855, la ley de Desamortización civil excluía de la venta, entre otros bienes públicos, a las minas de Almadén.
En 1918, se creó el Consejo de Administración de las Minas de Almadén, dependiente del Ministerio de Hacienda. El grupo alemán continuó con la explotación, aunque en condiciones menos onerosas, hasta 1921, año en que fueron definitivamente recuperadas por Hacienda, de quien depende el “Consejo de Administración de las Minas de Almadén y Arrayanes”, que controla actualmente su comercio interior y exterior. Por entonces se instaló el servicio eléctrico en el yacimiento y tres años después se inició su aplicación para extraer el metal de los pozos. La dirección del Consejo de Administración incrementó el tonelaje de producción. Desde el momento en que las minas fueron regentadas por el citado Consejo de Administración se incrementó el tonelaje de producción. La crisis prosiguió hasta 1934, en que volvió a recuperarse la producción de cinabrio.
En plena guerra civil la explotación se mantendría, aunque a niveles mínimos, acrecentándose hacia 1942, disminuyéndose sus índices con la llegada de la segunda guerra mundial y años posteriores. El crecimiento mantuvo un ritmo lento hasta mediados de los años sesenta. Con la llegada de la década de los setenta se renovarían las instalaciones minero – metalúrgicas a nivel tecnológico, aunque con el retroceso de la demanda de mercurio la producción disminuiría en los inicios de la década siguiente. Por entonces se convertiría en una Sociedad Estatal de capital público, en 1981, y, al año siguiente, como empresa Minas de Almadén y Arrayanes, incorporándose a comienzos del presente siglo a la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), en 2002.
Cesaría la extracción de cinabrio y sólo se comercializaría el mercurio excedentario procedente de la industria europea del cloro. Dicha actividad cesaría en el año 2011 con la aplicación de la Estrategia Comunitaria del Mercurio.
Los más de dos mil años de explotación parece que llegaron a su fin, aunque su paisaje industrial ha quedado perfectamente analizado en el libro de Diego Peris, “Paisajes industriales de Castilla – La Mancha” [3].
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Un niño precoz encauzó en un taller, el del maestro Modesto Cabildo, cuando aún no había cumplido los ocho años, la vocación de su vida: la escultura.
Dos años más tarde, el muchacho estaría matriculado en el Instituto de Ciudad Real, teniendo por profesor de dibujo a Fermín Martín Cañamero. El alumno había nacido un 14 de febrero de 1899 en Ciudad Real. Su nombre: Jerónimo López – Salazar Martínez.
Su período de formación continuaría con sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Ciudad Real – de la mano del realista ibérico Julio Antonio en el aula de Modelado y Vaciado – y Valencia, para más tarde ir a Madrid a la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado. Ganaría el premio extraordinario del alumnado en 1914. Y allí obtendría una beca para el estudio de la escultura polícroma en Murcia y Sevilla. Su condición de buen estudiante así lo reflejaba la prensa de la época:
“Buen estudiante
Ha ingresado en la Escuela especial de Artes, Grabado y Pintura, de Madrid, después de aprobar con brillantes notas las signaturas correspondientes, el joven artista D. Jerónimo López Salazar, hijo del conocido agente de negocios del mismo nombre.
Felicitámosle sinceramente y le deseamos nuevos triunfos” [4]
Y el 4 de diciembre de 1916 se señala lo siguiente:
“Los incipientes
Jerónimo López Salazar
Vida Manchega, la popular revista gráfica, cuyas planas siempre están abiertas á los artistas embrionarios del llano, tuvo la gentileza de presentarnos en uno de sus últimos números los balbuceos escultóricos de un muchacho llamado por una irresistible voz interior – la vocación artística – al palenque donde Praxíteces y Fidias con sus divinos cinceles labrándose el pedestal de la gloria.
Los bocetos de Jerónimo López Salazar que publica Vida Manchega, los salones de la Academia cuando la memorable exposición Vázquez – Andrade y más recientemente en los escaparates de Pepe Ruiz, acusan en su autor, púber todavía, felicísimas disposiciones que sabiamente cultivadas en la Academia de San Fernando, donde con notable aprovechamiento cursa los estudios artísticos, le granjearan en fecha no remota honra y provecho.
Delito de leso mancheguismo fuera no estimular á los que todavía en los primeros peldaños, con paso firme van con la vista y el corazón puesto en la Mancha, como una Dulcinea, á cuyos pies ofrendar al conseguirlos, los laureles del triunfo.
Reciba pues el niño artista nuestros más cariñosos parabienes que hacemos extensivos á su señor padre, el conocido agente de negocios y estimado amigo D. Jerónimo López Salazar.” [5]
El catedrático en escultura Miguel Blay se percatará del potencial artístico de aquel joven, convirtiéndose en su gran defensor al carecer de medios económicos suficientes con los que proseguir sus estudios tras serle retirada la pensión por la Diputación de Ciudad Real. Para ello recabaría el apoyo de los artistas locales de mayor relevancia del momento: Carlos Vázquez y Ángel Andrade, entre otros.
La presión ejercida por los diversos artistas propiciaría la recuperación de los medios económicos para continuar su formación como artista, saliendo reforzado de una situación tan adversa al verse valorado por tan ilustres artistas.
De 1916 a 1926 desarrollaría su período de intensa actividad en Madrid. En ese momento aparecerá en la prensa frecuentemente citado, sus obras fotografiadas en catálogos de certámenes nacionales e incluso en la prestigiosa Gaceta de Bellas Artes. Con 21 años se presentaría por primera vez a la Exposición Nacional de 1920, obteniendo Premio de Escultura con su obra “Tomás el Místico o el Filósofo Místico”.
El realismo ibérico de Julio Antonio y el modernismo de Miguel Blay serán los extremos entre los que gire el estilo de Jerónimo López – Salazar. Por aquel entonces, las visitas a los cafés madrileños para asistir a sus tertulias sería moneda habitual, y poco antes de morir visitaría el estudio de Julio Antonio. En las láminas limpias y minuciosas de los años 1917 a 1919 reflejaría las estancias del Casino de Madrid.
Sus estudios de Bellas Artes siguen su curso. Como alumno sería seleccionado para viajar a Andalucía y Murcia, pudiendo estudiar la obra de sus muy destacados imagineros. Entonces ya era director de la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado Miguel Blay.
En 1926, con la beca de la Diputación de Ciudad Real, ampliaría estudios en París e Italia, enviando desde Roma la obra Joven desnudo y estableciendo contacto con el director de la Academia Española de Bellas Artes, Miguel Blay.
Sus vínculos con su Ciudad Real natal, a pesar de su lejanía, no se habían perdido. A nivel familiar, visitaba a su madre y hermana. También era colaborador como ilustrador en la revista Vida Manchega. Se presentó incluso a algunos concursos, como en el que quedó finalista para el Monumento a Cervantes, y realizaría algunos encargos como La Alegoría de la Primavera, estatua perteneciente al proyecto de las Cuatro Estaciones que no estaría exenta de polémica ante la moralidad de la época al mostrar un desnudo, que permanecería expuesto en la ciudad desde el año de 1925, ocupando diversos lugares del parque de Gasset, desde su paseo central hasta un estanque con fuente a su alrededor, estando desde 1969 en su ubicación actual.
Hasta la llegada de la década siguiente, su residencia temporal le llevaría a su ciudad, trabajando como ayudante gratuito de su asignatura de Dibujo en el Instituto de Ciudad Real de Ángel Andrade y, conjuntamente, para encargos de cofradías, entidades o casas particulares, o por su cuenta como en el caso de Los relieves de la imprenta de Enrique Pérez, el Busto de Ángel Andrade, el proyecto de Arte Decorativo para la remodelación del Casino ciudadrealeño, etc.
En las salidas al campo de los domingos, mientras el maestro Andrade realizaba innumerables tablillas, López – Salazar pintaría paisajes al natural con acuarela. En aquel momento le llegaría una nueva oferta que le alejaba de su ciudad natal: un contrato de profesor de Dibujo en el Instituto de la próspera ciudad de Cuevas de Almanzora. Su estancia le llevaría hasta 1935 y en el levante almeriense recibirá encargos como el del Museo de Almería donde restauraría un torso y un capitel de la zona del valle del Almanzora. Recuerdo de dicho periplo sería el busto realizado en barro cocido en homenaje al poeta José Álvarez de Sotomayor, que presidiría la entrada del citado museo.
En el verano de 1935 obtendría el Segundo Premio de Escultura del Concurso de la Prensa de Ciudad Real con su relieve El Triunfo de la Muerte. No abandona por entonces la temática del desnudo, aunque, con la llegada de la guerra civil recibiría encargos de arte efímero en su localidad natal como ornamentos de las verbenas de verano o sus colaboraciones como ilustrador en el Pueblo Manchego con los Dibujos de Guerra.
En 1937 sería profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Ciudad Real, primero de Dibujo Lineal y, en 1939, de Modelado y Vaciado. Entre sus alumnos más destacados se hallarían Manuel López – Villaseñor y Joaquín García Donaire.
Tras haber visitado el camarín de la catedral para dibujar la imagen y el ajuar de la Virgen del Prado, la imagen había sido quemada en plena guerra civil, y producto de su inspiración llevaría a cabo un boceto para presentar a la cofradía, aunque la nueva imagen sería llevada a cabo por el escultor catalán Navarro, tutelado y policromado por el artista Carlos Vázquez Úbeda. Más adelante, el cronista capitalino Julian Alonso encargaría a Jerónimo López – Salazar un réplica de su proyecto para que fuese situada en la Casa de la Iglesia de Ciudad Real.
El mundo de la imaginería le llevó a encargarse de varios proyectos para diversas cofradías de Pasión y de Gloria como Las Palmas, La Oración en el Huerto, el Descendimiento y el antiguo Cristo de la Piedad.
Mediada la década de los 40, en 1946 nuevamente presentaría su imagen a la Hermandad de la Virgen del Prado, además de las de San Antón y San Isidro, la cual se mantendría presidiendo la procesión hasta 1962. También hizo un San Jerónimo.
En los años 50 diseñaría el paso de la Hermandad del Cristo del Perdón y de las Aguas (1953). En aquella época la imaginería sería compaginada con la temática animalística, fruto de la cual llegarían esculturas como Toro con la que ganaría el Premio de Escultura en la Exposición de Valdepeñas de 1946, y más tarde llegarían en los 50 Cervatilla, El último desarme y Tres elefantes. En esta década la acuarela comenzaría a imponerse respecto a los palillos de modelar, desarrollándose en las décadas siguientes.
A nivel personal, la década de los 50 la comenzaría con el matrimonio con la nueva directora de la Biblioteca, doña Isabel Pérez Varela. Ingresaba por entonces en el Instituto de Estudios Manchegos y obtendría la plaza por oposición de profesor de Término (Catedrático) de Modelado y Vaciado. Tres años después, el 3 de octubre de 1953, sería nombrado director de la Escuela de Artes y Oficios de Ciudad Real, consiguiéndose un nuevo edificio para dicho centro artístico, aunque sus clases no comenzaran en él hasta 1961.
La relevancia cultural del matrimonio López – Salazar / Pérez dejaría huella en una ciudad cuya moral en las décadas de los años 50 y 60 pecaba de ser más bien rancia. A pesar de las sensibilidades con las que tuvieron que lidiar, la ciudad agradecería su gran contribución. En el caso del artista, Jerónimo López – Salazar Martínez, tras su jubilación en 1969, sería nombrado director honorario de la Escuela de Artes de Ciudad Real por el Ministerio de Educación y Ciencia, impulsándose por el claustro de profesores del centro la imposición de una placa en la fachada del nuevo edificio para recordarlo. Y, con el fallecimiento de la directora de la otrora “Casa de la Cultura” en 1976, la Biblioteca Pública de Ciudad Real se llamaría “Isabel Pérez Varela”.
Al tener el tiempo destinado a otras ocupaciones, Jerónimo López – Salazar fue abandonando poco a poco la escultura, dedicando su tiempo a algunos retratos o a un Cristo en madera de abedul.
Su última obra sería un busto de Cervantes para la Biblioteca Pública de Ciudad Real, entregada en 1978. Además, su tiempo lo había dedicado a ser conservador de las obras artísticas de la Diputación, además de inventariar los fondos artísticos del Palacio Provincial de Ciudad Real, del que publicará un Catálogo con una breve reseña de sus autores, cuya mención aparecerá en prensa referida por el Cronista Oficial de Ciudad Real don Francisco Pérez Fernández en el Diario Lanza de 13 de abril de 1979.
Poco antes de finalizar la década de los 70, un 10 de mayo de 1979, fallecía a la edad de ochenta años, siendo el citado cronista el que haría una reseña In Memoriam de tan luctuosa fecha, de la cual citamos algunas líneas:
“Triste privilegio este de poseer las últimas cartas quizá que escribieron algunos de mis amigos muertos: … la más reciente, ésta de Jerónimo López – Salazar Martínez,…, en la que me daba las gracias por la recensión que hice…
De Jerónimo ya lo he dicho todo, o casi todo…
Aparte de los achaques inherentes a la edad, Jerónimo sufrió un golpe fatal con el trágico fallecimiento de su amada Isabel…
Y ahora, en este 10 de mayo, cuando la Iglesia conmemora a nuestro ínclito paisano San Juan de Ávila -una de sus obras fue precisamente un boceto de monumento al entonces beato almodovense- Jerónimo López – Salazar, <Jeromo> nada más para nosotros, ha emprendido su viaje a la eternidad. Otro amigo más que desaparece. En el cementerio de Ciudad Real, hasta donde fuimos para despedirle entre oraciones y lágrimas mal contenidas, encontramos y saludamos a otros muchos paisanos, compañeros y amigos. Y lafrase obligada:
– ¡Nos vemos solamente en los entierros…!” [6]
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En tiempos del siglo XVII vino a nacer un muchacho que gustaba de hacer penitencias como si de un anacoreta se tratase desde muy temprana edad. Con serios problemas de anorexia desde edad muy temprana, el mundo eclesiástico le atrajo sobremanera, haciendo voto de castidad a la edad de nueve años. Había nacido – siendo el quinto de ocho hermanos del matrimonio de labradores acomodados de Marcos García Gijón e Isabel López Rico – en la misma localidad que su primo y paisano Juan de Ávila. Se llamaba Juan García Gijón y llegó al mundo en la localidad de Almodóvar del Campo en el 10 de julio del año de nuestro señor de 1561. Más tarde sería conocido como Juan Bautista de la Concepción.
La huella que dejó la visita de Santa Teresa de Jesús, a la sazón Prior de los Descalzos de San Juan de la Cruz, en junio de 1576 a su pueblo fue profunda, más aún si cabe al hospedarse en casa de sus padres y ver muy de cerca a tan magnánima figura. Ella misma profetizaría dirigiéndose a su madre la trascendencia que el muchacho tendría en el futuro con estas palabras: «Su caridad, patrona, tiene aquí entre estos ocho hijos, uno que ha de ser gran santo, patrón de muchas almas y reformador de una grandiosa cosa que se verá». [7] Tal huella así lo refiere Juan Pujana Ascorbebeitia, director del Secretariado Trinitario de Salamanca y máximo especialista en la obra del santo reformador trinitario:
“Juan Bautista de la Concepción admira y busca más en Teresa de Jesús a la santa y a la reformadora, que a la escritora. La tiene y la invoca como abogada, protectora, madre. Recaba de ella pautas de comportamiento y ejemplos a seguir. Es la santa de su devoción. Es la figura que con más cariño e insistencia evoca. Se siente en buena medida partícipe del espíritu religioso legado por ella, en el sentido de que ha asumido en su reforma trinitaria muchos de los elementos configurantes de la reforma teresiana, sobre todo la del Carmelo masculino” [8]
Su llamada a encauzar sus pasos al mundo religioso le llevó desde pequeño al estudio de la Gramática y de las Artes en los Carmelitas Descalzos de Almodóvar, y más tarde prolongarlos en Baeza, donde había universidad por entonces, estudiando también algunos años de teología.
Su formación continuó en la universidad de Toledo, conociendo en profundidad a los Trinitarios y la misión de liberación de los cautivos cristianos en peligro de perder la fe. Allí tomaría el hábito de los Trinitarios Calzados, realizando el noviciado. Muy en particular le llevó a abrazar el instituto trinitario el especial culto tributado a la Santísima Trinidad y la obra meritísima de la redención de los cautivos.
En 1580 vestiría el hábito de la Orden de la Santísima Trinidad, y un año más tarde emitiría sus votos religiosos.
Cuando ya era religioso concluiría sus estudios en la Universidad de Alcalá, realizando cuatro cursos de teología, para irse más tarde a Sevilla, aunque al salir de Écija tendría una revelación cuando una “nube sobre mí sin saber dónde se juntó y formó, con tales truenos, relámpagos, piedras y aire, que cada relámpago que sobre mí caía era un rayo que me decía: enmiéndate, que si no acabarás. Pasó la tempestad y yo quedé Recoleto con voto y con obligación, con deseo y con voluntad”.
Este episodio así lo refleja Juan Pujana: “Un día en el que el joven predicador sale de Sevilla, se le manifiesta el querer intransferible de Dios bajo el signo de una tormenta impetuosa. Y es entonces cuando, así acorralado y urgido, como otro Saulo en el camino de Damasco, tiene que optar de una vez. Y se entrega: «Señor, me haré reformado en Valdepeñas». Y lo hace con plena conciencia y con todo su ser: «Pasó la tempestad y yo quedé recoleto con voto y con obligación y con deseo y voluntad».”
Tras ser ordenado sacerdote, sus grandes cualidades como orador sagrado acompañadas del fervor religioso, irían unidas a su gran formación teológica e intelectual, además de su humanidad. Todo ello le convertirá en una figura destacada en la Orden Trinitaria de España.
Por aquellas fechas la Orden Trinitaria había decaído en cuanto al rigor espiritual con que manifestaba su fervor y austeridad. La reforma, pues, era necesaria, y parecía que el destino de Juan sería su ingente labor reformadora.
Para ello debió prepararse ingresando en la Casa de Recolección de Valdepeñas, volviendo a los más primitivo de su esencia, esto es, la redención de los cautivos, algo que por entonces encontró muchos obstáculos, lo que le obligó a buscar la ayuda de la aprobación pontificia en Roma. A pesar de las dificultades contraídas por su humildad y confianza en la plegaria y su tenacidad, en agosto de 1599 tendría el apoyo de la Santa Sede en la forma del Breve “Ad militantes Ecclesiae” que el Papa Clemente VII expediría para aprobar canónicamente la reforma de la orden, sancionándose la escisión de la Orden al crearse la rama de los Trinitarios Descalzos, lo que daría validad eclesial a la Congregación de los hermanos reformados y descalzos de la Orden de la Santísima Trinidad.
El regreso a España de Juan Bautista fue triunfante, abrazando tales reformas dieciocho hermanos que llevarían a cabo una estricta observancia de la regla primitiva basada en una vida de oración, penitencia, humildad y pobreza. De forma tangible esta reforma se vio plasmada en la toma posesión del convento de Valdepeñas en 1600, además de fundar en los cinco años siguientes otros ocho conventos en Alcalá, Madrid y Salamanca. Cuando fue elegido provincial continuaría sus fundaciones con casas en Salamanca, Baeza, Córdoba, Sevilla y Pamplona.
De vuelta a España tomó posesión del convento de Valdepeñas en 1600; desde 1601 a 1605 fundó ocho conventos: Alcalá, Madrid y Salamanca. Elegido provincial, continúa fundando hasta siete casas como las de Salamanca, Baeza, Córdoba, Sevilla y Pamplona, entre otros.
Además de sus fundaciones, dada su vasta formación, nos legaría una rica obra literaria, conservándose de ella unos ochos volúmenes impresos y varios manuscritos inéditos. Dichos manuscritos y otro apógrafo en la Biblioteca Vaticana, permanecerían inéditos durante más de dos siglos hasta su beatificación en 1830 y 1831, aunque la edición de Roma de los autógrafos no fuese de buena calidad.
Había fallecido un 14 de febrero de 1613 en la ciudad de Córdoba, donde residen sus restos, a los 51 años de edad.
Señala Yodob Asiul respecto a sus restos:
“Entre sus altares merece indicarse el del Stmo. Cristo de Gracia, cuya efigie es de una sustancia ligera, como cañaheja, y la cruz de cedro, de dos varas y media de alto: en esta iglesia se veneran los restos del Beato Juan Bautista de la Concepción y de los Santos Esteban y Valerio. Pertenece al suprimido convento de su nombre, que hoy sirve para reclusión de eclesiásticos.” [9]
Su beatificación sería dada por el Papa Pío VII en 1819, y, en 1975, sería solemnemente canonizado, junto con Santa Vicenta María.
Tras su canonización se incitaría una reedición más cuidada de sus Obras completas, encomendándose a Juan Pujana, quien la realizó en cuatro amplios volúmenes de 1998 a 2002, con la siguiente estructura:
- Tomo I. Escritos espirituales: La llaga de Amor — El conocimiento interior sobrenatural — Diálogo entre Dios y un alma afligida — El recogimiento interior — Algunas penas del justo en el camino de la perfección — Tratado de la humildad — Noche del espíritu en el estado extático — La oración de petición — Errores en el gobierno y en la dirección de almas.
- Tomo II. La reforma trinitaria: Necesidad de reforma en todas las religiones — Memoria de los orígenes de la descalcez trinitaria — Las mortificaciones públicas — La continua presencia de Dios — Asistencia de Dios a la descalcez trinitaria — Cinco cuestiones sobre la reforma — Respuesta a seis dificultades sobre la reforma — Dos fragmentos.
- Tomo III. Espíritu de la reforma trinitaria: La regla de la orden de la Santísima Trinidad — Un breve tratado para los hermanos donados — Para los prelados — De los hermanos estudiantes — Sobre los predicadores — De los oficios más comunes de la religión de descalzos de la SS. Trinidad — Apuntes sueltos en torno a la reforma — Gobierno de la religión según prudencia humana — Estima de la vida — La vida del justo como martirio — Martirio que algunos prelados ocasionan a sus subditos — La correción de ciertas faltas.
- Tomo IV. Exhortaciones y pláticas: Exhortaciones a la perseverancia — Defensa de tres géneros de gente — Pláticas a los religiosos — Presentación del primer manual (1606) — Cartas.
Por todo ello, San Juan Bautista de la Concepción es considerado el escritor ascético y místico español de una obra más extensa.
MANUEL CABEZAS VELASCO
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[1] DE AYALA MARTÍNEZ, Carlos: “Órdenes militares y frontera en la Castilla del siglo XIV”, pp. 287-288, en “En la España Medieval”, 2000,23:265-291.
[2] Hervás y Buendía, Inocente: “Diccionario…”, pp. 101-102.
[3] PERIS SÁNCHEZ, DIEGO: “PAISAJES INDUSTRIALES DE CASTILLA-LA MANCHA”, Bubok Publishing S.L., 2013, 1ª edición, Impreso en España / Printed in Spain.
[4] “El labriego: decano de la prensa manchega”. 10 octubre 1915. P. 13.
[5] “El pueblo manchego: diario de información”. 4 diciembre 1916. P. 1.
[6] PÉREZ FERNÁNDEZ, Francisco: “In Memoriam. Jerónimo López – Salazar Martínez”, en “Diario Lanza”, 22 de mayo de 1979, p. 16.
[7] Nota 2 de PUJANA ASCORBEBEITIA, Juan: “EDICIÓN CRÍTICA DE LOS ESCRITOS DE SAN JUAN BAUTISTA DE LA CONCEPCIÓN”, p. 1.
[8] Nota 13 de PUJANA Ascorbebeitia, Juan: “Presencia de Santa Teresa de Jesús en la obra de San Juan Bautista de la Concepción, en “Monte Carmelo”” 89 (1981), pp. 298-299, en DEL BURGO, Lucio: “SANTA TERESA Y SAN JUAN BAUTISTA DE LA CONCEPCIÓN. Afinidades y paralelismos”, p. 7.
[8] ASIUL, Yodob: “La indispensable GUÍA DE CÓRDOBA Y SU PROVINCIA para el año 1875”. Imprenta y Litografía del DIARIO DE CÓRDOBA.
Un interesante y didáctico artículo.
Es cierto que, en abril de 1523, Carlos V no había devuelto los créditos que le permitieron conseguir la Corona Imperial que ascendían a 198.121 ducados y 308 maravedíes, entregando en arriendo las Minas de Almadén a Antonio Fugger en el año 1525 con el fin de amortizar esta deuda.
No obstante, la presencia alemana se alargaría hasta el 31 de diciembre de 1645, casi 120 años después. La verdad es que hicieron el negocio del mundo.
Mucho tuvieron que ver las ‘Reales Minas de Azogue’ en el sufragio de los gastos del enlace matrimonial entre Carlos I de España y V de Alemania e Isabel de Portugal en el Alcázar de Sevilla en 1526, así como su propia coronación de manos del papa Clemente VII en 1530.
Más tarde, llegarían los negocios de la Casa Rothschild entre 1835 y 1931, más de 90 años.
Y ya en los albores de la Segunda Guerra Mundial, el general Franco se sirvió de las Minas de Almadén para pagar la deuda con la Alemania de Hitler.
Y es que Almadén y su mina por antonomasia han estado presentes en la economía española y mundial desde el inicio de su historia.
Por otro lado, es cierto que la escultura más antigua en piedra que podemos ver en el Parque de Gasset es la escultura llamada ‘Alegoría a la primavera’, que fue inaugurada durante la Feria y Fiestas de Ciudad Real de 1925, realizada, como ya sabemos, por D. Jerónimo López-Salazar Martínez.
En cuanto a Juan Bautista de la Concepción, puede indicarse que, aunque se le ha reconocido su santidad en 1975, según la Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos, hay una deuda todavía con él en cuanto a conocimiento de su doctrina espiritual.
Y es que la figura de Juan Bautista de la Concepción supuso un duro camino de luces y sombras, una respuesta y alternativa de la Orden Trinitaria a la Reforma pedida por el Papa y el Concilio de Trento…..
Gracias de nuevo por tu seguimiento y tus puntualizaciones, Charles. Un saludo.