Escribo últimamente, aunque no siempre, con un portaminas Faber-Castell, regalo de mi mujer.
Un portaminas Faber-Castell, novedoso. No es como los clásicos que hemos utilizado siempre. Más austeros, más primarios.
Pero ocurre que desde el desembarco japonés en el sector, las cosas de escribir han cambiado mucho, mediante la presencia de Pilot y de Pentel entre otros.
Que han forzado a los alemanes de Faber-Castell, Staedler y Rötring a renovarse o morir.
Un portaminas que Fabe-Castell ha tratado de estilizar, para distinguirse de la competencia, optando por construir el utensilio con un cuerpo central de madera de cerezo, justo el que se relaciona con los dedos; y los extremos que carecen de ese roce, son de cromo pulimentado, que regulan la salida y retroceso de la mina.
Por lo que el conjunto, visto desde cierta distancia, es una pieza de color avellana, bordeada por destellos plateados.
La madera es extremadamente suave y las instrucciones que acompañan la pieza, dicen que puede acabar variando de color con el paso del tiempo.
Lleva inscrito en la panza (porque es abultada y redondeada) del portaminas la marca comercial y el dato de la casa Faber-Castell: Since 1761. Y en el clip de agarre: Made in Germany.
Y esa es una fecha fundacional.
No como ocurre con otro tipo de rotulador de Faber-Castell, el denominado Broadpen, que aparece acompañado por la cifra 1554.
Que no es un año sino un modelo de rotulador o Broadpen, que alude al lápiz brocha o al lápiz ancho.
Casi mientras tomaba notas con esa pieza nueva y novedosa, pasaban en televisión la película de Tim Burton Sombras tenebrosas, que daba comienzo en 1760 en Liverpool, con la saga de los Collins.
Que podían haber sido fundadores de una saga familiar de inventores de objetos de escritorio; plumas, plumillas y lápices.
Cuando lo que fueron los Collins fue, simplemente, conserveros de pescado.
Un año antes de la fecha, no del portaminas sino de la casa Faber, en la fabulación de Burton comenzaron las conservas de arenques y sardinas.
No es que el portaminas tenga esa antigüedad, esa es la referencia fundacional de la casa de 1761.
Esa sólo es la referencia de la casa matriz de Faber, simples carpinteros con talento.
Y es que Faber era el nombre de unos carpinteros de Stein, sitio próximo a Núremberg que decidieron, con ingenio embridar en madera las barras de grafito, usuales entonces como marcadores.
Barras minerales que, desde 1564, aparecieron en un yacimiento en Borrowdale. En ese año de gracia de 1564, casi coincidente con el año de 1554 del Broadpen, se halló un depósito enorme de grafito en Seathwaite Fell, cerca de Borrowdale, Cumbria, en Inglaterra.
Los lugareños descubrieron que era útil para marcar ovejas.
Este depósito particular de grafito era extremadamente puro y sólido, y podía ser fácilmente cortado en barras prismáticas.
La química estaba en su infancia y los químicos de la época consideraron, equivocadamente, que esa sustancia era probablemente una forma mineral y primaria de plomo; por lo tanto, el grafito recibió el nombre de plumbago.
El valor del grafito se disparó, porque podría ser utilizado para alinear los moldes para las bolas de cañón, y el control de las minas fue asumido y resguardado por la Corona británica.
El grafito, al ser blando, requiere un tipo de funda o cubierta.
Las minas de grafito, al principio, se envolvían en cordeles o en cuero de oveja para darles estabilidad.
La utilidad de estos primeros lápices se extendió, atrayendo la atención de artistas de todo el mundo.La primera tentativa de fabricar las minas con grafito pulverizado se llevó a cabo en Núremberg, Alemania, en el año de 1662. Utilizándose una mezcla de grafito, azufre y antimonio.
Hay un salto fundamental en la aparición del lapicero, en 1760 en Italia, cuando se decide proteger la mina material con madera de enebro.
La pareja Simonio y Lyndiana Bernacotti fueron los primeros en crear lo que probablemente fue el diseño para el moderno lápiz de carpintero con cuerpo de madera; sin embargo, su versión era chata, ovalada, un tipo de lápiz muy compacto.
Al principio perforaban un cilindro de madera de enebro para luego insertar la mina de grafito. Poco después crearon una técnica mejorada: preparaban dos medio cilindros de madera, colocaban entre ellos la mina de grafito y luego pegaban las dos mitades.
De igual forma que el paso siguiente de disponer la mezcla de grafito pulverizado, mezclado con arcilla y azufre se lo disputan tanto los alemanes de Faber, que ya han llegado a ser Faber Castell y los franceses liderados por Nicolás Jacques Conté, oficial del ejército napoleónico y pintor primerizo.
Los lápices ingleses y alemanes no estaban al alcance de los franceses durante las guerras napoleónicas. Por ello el interés de un oficial del ejército de Napoleón por cambiar esta situación de dependencia y dominio.
En 1795, Nicolas-Jacques Conté inventó un método para endurecer el grafito pulverizado mezclándolo con agua y arcilla y horneándolas convenientemente. Y variando la proporción de grafito/arcilla se obtenían diferentes durezas de la mina.
Este método de fabricación, que había sido descubierto anteriormente por el austriaco Josef Hardtmuth de Koh-I-Noor en 1790, se sigue empleando hoy
Otros yacimientos de lapiceros, eran para Juan Benet las cajas de lápices de color: los humildes ‘Hispania’ y los selectos ‘Caran d´Ache’.
Unos ‘Caran d`Ache’ que no esconden unos orígenes arbitrarios y mundanos. Casa suiza fundada en 1915 por Arnold Schweitzer, que compró la factoría existente ‘Ecridor’. Y llamó a su nueva empresa con el apodo de un caricaturista político satírico francés; que había tomado su nombre de la voz karandash, que en ruso es la palabra lápiz.
En 1982, Peter Handke da forma a un caudal de pensamientos y aforismos en un libro tan sorprendente como Historia del lápiz.
Que, obviamente, no es la historia que venimos esbozando de Faber-Castell y asociados. Y que subtitula Vida y escritura.
Vida y escritura, unidas por el utensilio mágico llamado lápiz.
Años después de esos desvaríos del austriaco, Antonio Muñoz Molina, se lanza a las calles desperdigadas, a recoger todas las historias posibles que andan sueltas por esas calles.
Historias que componen básicamente, el último libro de Muñoz Molina, Un andar solitario entre la gente.
Un libro que va a pasar de rondón, por raro y por sorprendente en la trayectoria de su autor.
Esas capturas urbanas y callejeras son realizadas con una gran atención, cierta mirada pausada y algunos artilugios en la mochila del andariego.
Provisto de iPhone, de una libreta y de un lapicero.
Es decir, nuevamente en 2016, como en 1982, como en 1761, el lápiz redondea las letras y da forma a la vida.
José Rivero
Divagario
Interesante artículo.
El làpiz tuvo su origen en el descubrimiento del grafito.
Un instrumento con el que podemos plasmar todo el conocimiento del mundo.
Al fin y al cabo, todo es Minería……
Cuidado! Que tal y como están las cosas, un lápiz es un arma de destrucción masiva. No te vayan a pillar un arsenal en casa, que la cosa está mal, mal.
Mira lo que le han hecho los lápices a Valtonyc y Hassel.
Lápiz mejor que misil. Más barato y universalizable.