Recuerdo cuando hace ya muchos años enviábamos respetuosas cartas al presidente blanco de Sudáfrica pidiendo el fin del apartheid, cuando Nelson Mandela seguía encarcelado por su defensa de los derechos humanos, cuando los gobiernos europeos y estadounidense callaban ante la ignominia. Su lucha y la presión de la mayoría de la población terminó con aquel infame sistema político y le llevó a la presidencia de su país entre 1994 y 1999, convirtiéndose en el primer mandatario de raza negra en Sudáfrica y el primero elegido por sufragio universal.
Rememoro la magnífica película Invictus (2009), dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Morgan Freeman y Matt Damon. La historia, basada en hechos reales y en el libro El factor humano (2008), de John Carlin, trata el ambiente en Sudáfrica antes y durante la Copa Mundial de Rugby de 1994, organizada tras el desmantelamiento del sistema segregacionista imperante durante muchas décadas y el miedo existente ante la posible revancha de la mayoría de la población.
Poco tiempo después de su acceso al poder Mandela declaraba que “El racismo es un problema muy grave, porque no se basa en la lógica, sino en los prejuicios, en las emociones. No puedes derrotarlo con argumentos. Pero cualquier Gobierno que quiera acabar con el racismo tiene a su disposición recursos enormes para hacerlo” (El País, 8-10-1995).
Hoy, diversas formas de racismo ganan terreno en la egoísta Europa, como muestran los documentos de SOS Racismo en España. La Federación de Asociaciones de SOS Racismo publica desde 1995 informes anuales con el análisis de la situación del racismo y la xenofobia en España y en Europa. Gracias a ellos conocemos tipologías diferentes, así como los espacios donde se manifiesta: políticas de extranjería y asilo, ascenso de la ultraderecha, colectivos especialmente vulnerables (mujeres extranjeras, pueblo gitano, menores extranjeros no acompañados), convivencia y racismo social, discriminación en el acceso a los derechos laborales, sociales y políticos, abusos por parte de los cuerpos de seguridad, etcétera.
Hace unas semanas se ha presentado el correspondiente a 2017, con datos de 2016, en el que se analizan los 309 casos presentados en las Oficinas de Información y Denuncia (OID), distribuidas por seis de las ocho comunidades autónomas donde opera SOS Racismo (Aragon, Cataluña, Galicia, Gipuzkoa, Madrid y Navarra), correspondientes a diferentes tipos de exclusiones por motivos racistas: discriminación laboral, acceso a prestaciones públicas o conflictos vecinales.
La mayor parte de las denuncias que llegan a las OID en España están relacionadas con el racismo institucional (82) y con los conflictos y agresiones racistas (51). Siguen después problemas con la seguridad pública (46), discriminación laboral (40), denegación de acceso a servicios privados (40), denegación de acceso a prestaciones y servicios públicos (39) o casos relacionados con la extrema derecha o el discurso del odio (11).
A los gobernantes del partido de la corrupción, que tienen constantemente en la boca la Constitución para otros temas, estos problemas les preocupan poco, a pesar de que la mayoría de los casos son institucionales, un 26 por ciento. Son practicados por personas de distintas administraciones y principalmente tienen que ver con cuestiones como los trámites de extranjería o nacionalidad (83 por ciento del total en este grupo, con plazos de resolución que se dilatan hasta dos años, según se ha denunciado) o con el trato recibido por los inmigrantes en los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE).
En la presentación del informe, Mikel Mazkiaran, secretario general, ha indicado que son necesarias herramientas, que ahora no existen, para combatirlo en el espacio privado y una legislación concreta que proteja a las víctimas que sufren estos delitos (El Mundo, 15-9-2017). Por eso, desde SOS Racismo exigen a los grupos parlamentarios que alcancen un consenso para “aprobar una Ley Integral en materia de igualdad de trato y no discriminación”, según se recoge en el informe.
Es necesario que se produzcan acuerdos en esta materia y para eso se necesita responsabilidad y sensibilidad, además de no tapar los problemas que afectan a muchas personas con la guerra de banderas entre esteladas y borbónicas. Mazkiaran ha dicho que si no existen herramientas normativas destinadas a la prevención, “las actuaciones discriminatorias pueden desembocar en delitos más graves”.
Para terminar quiero evocar dos frases que invitan a una seria reflexión. Una de Nelson Mandela: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su origen o su religión”. La otra de Herbert George Wells, escritor, historiador y filósofo británico: “Nuestra verdadera nacionalidad es la humanidad”.
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
Por desgracia, en España el peor racismo lo sufren españoles que viven en regiones como Cataluña o País Vasco. Un racismo que extiende por Valencia y Baleares y que en Galicia tiene como responsable al PP. Un racismo que excluye y segrega a los ciudadanos negándoles los más básicos derechos humanos. Este racismo cuya arma es la lengua se ejerce por los nacionalistas con el apoyo de toda la izquierda y de la Iglesia y con la anuencia de la derecha.
Las agresiones por razones políticas, algunas con resultado de muerte, como el caso de Víctor Laínez en Zaragoza, son fruto en su inmensa mayoría de agresiones de militantes de extrema izquierda. Así Rodrigo Lanza, que golpeó por la espalda en la cabeza, probablemente con una barra de hierro, a Víctor Laínez por vestir unos tirantes con la bandera española, pateándole la cabeza a continuación. Rodrigo Lanza, presentado como un joven antisistema, había dejado tetrapléjico a un mozo de escuadra años antes de una pedrada. En Valencia, un joven que vestía un polo con la bandera española fue agredido por tres individuos de extrema izquierda. En Barcelona, dos mujeres jóvenes que hacían promoción en un stand de la selección española fueron insultadas y golpeadas y el stand destrozado por nacionalistas (esos a los que apoya la ultra izquierda). En Pamplona, en los sanfermines de 2010, un joven fue apuñalado por llevar una camiseta de la selección española. En Gijón, otro joven con la camiseta de la selección recibió una paliza. En Madrid, en el barrio de Malasaña, otro joven recibió una paliza por parte de cuatro jóvenes de ultra izquierda por el terrible delito de vestir un polo con la bandera española en sus mangas. Inma Sequí, candidata de VOX por Cuenca recibió una brutal paliza por individuos de extrema izquierda. Las feministas que pueblan la izquierda en nuestro país no mostraron la solidaridad y el apoyo que doña Inma, de dieciocho años, se merecía. En fin, según el libro «Prendiendo la mecha. Violencia política en la España actual», de Víctor Pérez Velasco, el 84% de las 330 agresiones por razones políticas ocurridas en España entre 2006 y 2011 fueron cometidas por elementos de ultra izquierda.
Pobrecitos, a los nazis les pegan por llevar camisetas con la banderita de españa… y aquí los demócratas de toda la vida, vaya, defendiendolos, que casualidad, pero ni nombrar a Lucrecia Pérez,Aitor Zabaleta, Guillem Agullo, Carlos Palomino, Jimmy…
Los sgresores de derechas tienen mejores abogados y más formas de ocultarlo. Empezando por un racista llamado Franco. Todavía digue impune de su genocidio, que usted no condena. Qué más dará que sean de izquierdas o de derechas o rubios o morenos.
En España la gente no se considera racista, pero lo es. Incluso los movimientos de extrema derecha niegan ser racistas.
Y es que hay mucho espacio a la derecha del Partido Popular….
Y recientes asesinatos en la extrema izquierda (Victor Lainez) además de los numerosos asesinatos de ETA y GRAPO en contraste con los escasos de la extrema derecha durante la transición y años de democracia.
Mirar a un ser humano a través del prisma de la piel es de animales.
Creerse por encima de ellos es de animales.
Negarles ayuda después de haberles robado caso todo es de animales.
Solo se vive una vez y es muy triste hacerlo odiando. Cada uno sabrá.
https://youtu.be/vBp0bGbDIIM
Para ver y pensar.