Texto: Manuel Mohedano. Fotos: Vicente Luchena.- El pasado domingo, Ecologistas en Acción-Valle de Alcudia ha realizado una ruta ornitológica-cultural-senderista por las lagunas y la localidad de La Guardia (Toledo).
Para realizar la primera ruta senderista de este año nos hemos desplazado hasta la localidad toledana de La Guardia, con la intención de recorrer tres lugares emblemáticos de la zona: las lagunas que forma el Arroyo Cedrón a poca distancia de la localidad, la Ermita del Santo Niño, excavada en la roca en un cerro cercano, y la propia población de La Guardia, que conserva varios lugares de interés histórico y cultural. La ruta estaba programada para el pasado 4 de febrero, pero las previsiones meteorológicas auguraban fuertes nevadas para ese día en la zona, como así sucedió, por lo que decidimos posponerla para el domingo siguiente. Antes de seguir, queremos mostrar nuestro agradecimiento a Juan Luis Redajo, de la Asociación de Amigos de las Lagunas de La Guardia y a Fernando Guzmán, cronista local y gran conocedor de las historias, leyendas y cultura de La Guardia que, altruistamente, se ofrecieron a acompañarnos durante la jornada y ofrecernos sus amplios conocimientos de ornitología e historia.
Tras un viaje de apenas dos horas y la correspondiente parada para desayunar, el autobús nos deja al pie del cerro en el que se encuentra excavada la Ermita del Santo Niño; con la mañana todavía bastante fresca, subimos la cuesta que nos lleva hasta la pequeña explanada que da acceso a la ermita y al poco se presentan en ella los amables guías y los santeros, que nos abren la puerta.
Como la leyenda del Santo Niño es bastante conocida y las explicaciones de nuestro amigo Fernando fueron bastante prolijas al respecto, me permito aconsejar desde aquí la visión, o revisión, del capítulo 25 de la serie Isabel de TVE, disponible en https:// www. youtube.com/watch? v=cdIDo_cvnEAto, que opino son suficientemente esclarecedoras.
Una vez visitadas la ermita y sus dependencias, nos hacemos la foto de grupo ante la portada y volvemos a bajar la cuesta para tomar el camino que nos lleva a las lagunas que, a pesar de los años de sequía, conservan un buen nivel de agua. Juan Luis nos explica y ayuda a distinguir las aves que se nos ofrecen a la vista: zampullines, ánades reales y ánades frisos, patos cuchara, tarros blancos, los abundantes aguiluchos laguneros, flamencos, e incluso un par de bandadas de grullas que nos sobrevolarán un poco más tarde. Además de las lagunas, su entorno y sus aves, destacar el cercano cerro-testigo de Las Maricas, que deja apreciar muy claramente los distintos estratos que forman el suelo de la Mesa de Ocaña y que la erosión ha dejado a la vista: calizas y yesos en la parte superior, arcillas rojas con yesos a continuación y arcillas arenosas rojas en la inferior, y las margas yesíferas a pie de cerro. Es notable la presencia de sílex o pedernal y de cristales de yeso. Retomamos el camino y ahora nos dirigimos por una empinada cuesta hacia la mesa en la que se asienta la localidad de La Guardia. Una vez alcanzada la llanura superior, y tras deleitarnos con las inmejorables vistas que desde aquí se alcanzan a ver, buscamos un resguardo sobre el que aposentarnos a comer.
Después de la comida, ya por un terreno completamente llano, nos dirigimos hacia el pueblo, donde nos esperan nuestros amables guías, acompañados ahora además por el cura párroco, que nos abre las puertas de su iglesia y visitará con nosotros la Casa de los Jaenes, casa señorial del siglo XVII, con dos plantas y un hermoso patio columnado, además de un sótano excavado en la roca; reconstruida por el Ayuntamiento, ahora se dedica a museo etnográfico y contiene un buen número de aperos de las antiguas actividades propias de la población, y habitaciones y cocina tal como se encontraban a comienzos del siglo pasado. La segunda planta se utiliza como sala de exposiciones y conferencias.
Estas visitas fueron bien explicadas por Fernando, que después nos acompaña, junto a Juan Luis, a recorrer otras calles de la localidad, llegando al torreón que perdura como único resto de las antiguas murallas que rodeaban el lugar y el mirador que ocupa todo el borde oeste y norte del cerro y que permite contemplar lo que queda de las viejas cuevas en las que vivía una parte de la población, y que después fueron abandonadas y cegadas. Desde el mirador también podemos contemplar todo el llano que se extiende hacia la puesta del sol, así como la llanura de la Mesa de Ocaña. El día ya no nos permite más actividades, así que nos vamos hacia el autobús para iniciar el camino de regreso, no sin antes tomar un ligero refrigerio para entonar el cuerpo.
