Luis Mario Sobrino Simal.- Pulsa un botón de “stop” y un par de minutos después la máquina le deja en la primera parte de su trayecto hasta coger su segundo medio de transporte.
Al bajar ve… un charco. “¡Vaya!” Habla en voz baja el HOMBRE. “¿No podía haber parado un par de metros más adelante?” El conductor se frota los ojos vigorosamente mientras escucha unas voces a través de la máquina radio teléfono. Pensaba increpar al somnoliento conductor pero piensa: “¡Está como para decirle algo…!”
Una puerta se abre, baja y la puerta se cierra casi pillándole los dedos…
El autobús se aleja rápidamente tras un estruendoso acelerón que despide una gran nube negra a través de sus tubos de escape…
Este autobús no está renovado y no es ecológico.
Unos metros andando y de nuevo viendo los enormes rótulos de neón que iluminan todo. Casi no harían falta las farolas debido a la gran luminosidad de los anuncios. Anuncios de multinacionales y franquicias invaden todo el cartelario urbano. Al rato y bajo un gran luminoso con una extraña forma masónica, con la indicación “Metro”, le indica cuál es su siguiente ruta. Se introduce en un gran socavón apenas iluminado que hay en el suelo. Una escalera mecánica le baja unos metros a un gran hall. Mucha gente casi corriendo de un lado para otro, buscando las taquillas para sacar sus billetes. El HOMBRE llega a uno de estos aparatos. Introduce una tarjeta en la máquina expendedora controlada digitalmente. Pasa por un arco detector de objetos peligrosos. Algo pita, ¡serán sus prótesis dentales metálicas! Un agente le dice que vuelva a pasar por el arco cuando al ver que vuelve a pitar mira la boca abierta del HOMBRE enseñando los dientes y nunca mejor dicho… Le deja pasar aún sin abandonar su cara de extrañeza. El HOMBRE sigue, y tras correr a duras penas entre un gentío desconocido y maloliente, atraviesa varios túneles llegando a su línea, unos 50 metros por debajo del nivel del asfalto…
Las paredes decoradas con anuncios de todo tipo. Algunos vagabundos piden dinero, varios “homeless” intentan descansar envueltos en cartones mientras unos cuantos artistas callejeros ponen algo de humanidad a través del sonido de sus instrumentos musicales en esta mañana seria, oscura y fría como todas las mañanas de esta ciudad…
Fuera en la calle, coches de policía, algunas ambulancias y camiones de bomberos unen sus sirenas en un musical surrealista, mientras sobrevuelan más drones de diversos tipos se supone que vigilando “el orden” que rige Newyorkya.
El HOMBRE recuerda una obra de teatro que vio hace años en la que se cantaba una canción con esta letra: “La ciudad es de goma lisa y negra…”. Cámaras de vigilancia por todo el recinto y ese característico olor a “metro” de las estaciones.
De repente por los altavoces una voz digital anuncia la llegada de un convoy. Una gran máquina con 6 vagones metalizados de dos plantas, completamente decorada con grafitis abre sus puertas llevándole parte del trayecto. Un viaje con 3 transbordos, de pie y sin apenas poder moverse. Durante el itinerario, de nuevo, incomunicación y sensación de claustrofobia. La sensación de estar como en una lata de sardinas le provoca asfixia y un agobio que le generan ansiedad. Tiene que echar mano de su spray anti asma. Gentes de todo tipo y condición social al igual que en el autobús, entran y salen a empujones. De nuevo un grupo de jóvenes con instrumentos musicales artesanales improvisan un concierto en un andén… Otros venden baratijas de todo tipo… Otros duermen como los anteriores en algunos de los escasos bancos. Cámaras de video vigilancia captan y graban todos los movimientos.
Una persona ebria a juzgar por sus movimientos está a punto de caer al hueco del andén. Un perro adiestrado en estas tareas “se percata” y consigue retenerlo. Cae al suelo mientras espera los servicios sanitarios que no tardan en llegar.
El HOMBRE llega a la mitad de su recorrido de camino hacia el trabajo. Sube de nuevo unas máquinas escaleras mecánicas y unas máquinas pasillos mecánicos donde unas máquinas muñecos metalizados con voz digitalizada le desean un “buen día” en varios idiomas… ¡como su reloj despertador!
El griego Hipócrates, que vivió del 460 al 377 a.C., dejó escritas estas palabras: «la vida es breve, el arte es largo, la ocasión es fugaz, el experimento peligroso, el juicio difícil».
Y es que la nueva enfermedad del siglo XXI se llama ‘deshumanización’. Una ‘deshumanización’ que reduce al hombre a un mecanicismo autómata bajo los efectos perniciosos de la competencia desmedida del capitalismo. ¿Evolución o ‘deshumanización’? Es el ‘maquinismo’ aplastando al ‘humanismo’.
La única tarea esperanzadora es la ‘rehumanización’. Aún estamos a tiempo de afrontar el reto….
Creo que cuando acabe el relato y lo publique…voy a incluir tus comentarios como anexo…
Gracias por tu colaboración, Charles!
Te agradezco tu detalle pero no creo que merezca tanta atención. Gracias…..