El gran interés de Prieto por el mundo de la escenografía le impulsa a pedir en 1934 una pensión a la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), petición que reitera el 6 de febrero de 1935 para asistir durante un año en París a los talleres escenográficos de André Bol. Pero en ambas ocasiones la ayuda es denegada.
Tras el levantamiento militar participa en la creación de la Alianza de Intelectuales Antifascistas y trabaja intensamente en su sección de Artes Plásticas. Colabora en la revista El mono azul y en la ilustración de otras publicaciones periódicas como Acero, Ahora, El Buque Rojo, Índice, Línea, Nueva Cultura o Vanguardia. Pasa de Madrid a Valencia y en 1938 se instala en Barcelona. Por otra parte, en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París (1937) se expone una serie de dibujos suyos, muestra de intenso compromiso político y denuncia de la guerra.
Durante los años de confrontación hay que destacar su labor en La Tarumba, gracias a la colaboración del Comisariado de Guerra. Por ejemplo, el 15 de febrero de 1937 actúa en el salón de actos del diario Ahora, abarrotado de “niños y mujeres del barrio, de milicianos, de obreros de nuestros talleres, que asistieron a la función del guiñol de guerra, realizada por el camarada Prieto y sus colaboradores de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, los jóvenes escritores Pérez Infante y Ruanova” (Ahora, 16.2.1937).
Unas semanas después, un artículo de A. O. S., titulado “Labor heroica de los comisarios de guerra. El teatro, la poesía y la propaganda sanitaria en las trincheras”, incluye la fotografía de una representación de La Tarumba, con el siguiente pie: “«La Tarumba», guiñol satírico, al servicio de la propaganda” (Mundo Gráfico, 24.3.1937). Y también cita la labor en ese terreno de otro artista manchego, Gabriel García Maroto, de un escritor, Pedro Garfias Zurita o del grupo de cantadores flamencos llamado Faraones Antifascistas.
En mayo de 1937 el periodista y poeta argentino Raúl González Tuñón escribe un reportaje sobre La Tarumba (Ahora, 12.5.1937), en el que recuerda interesantes cuestiones del grupo, no recogidas en la prensa de 1935, cuando las actuaciones en la Feria del Libro de Madrid. En el Retablillo de Don Cristóbal se ridiculiza a los “leaders cavernícolas” y suena mal a los sectores conservadores y fascistas oír hablar de La Internacional, Goicoechea y La Marsellesa o de Gil Robles. Recuerda que durante el Bienio Negro se reduce la subvención a las Misiones Pedagógicas o a la JAE y que tras la Feria las marionetas de Prieto tienen que guardarse en el arcón.
Ya en el presente bélico, dice que La Tarumba es un arma poderosa al servicio de la causa antifascista: “Divierte, informa, excita, promueva, ataca, exalta ¡Tarumba! Su mismo nombre estruendoso, bomba, tumba, marimba, zumba su esperpentismo, su esencia revolucionaria, su honda raíz popular, su delicioso poético, su grotesco fulminante, su pintoresco internacional, ¡Tarumba!, nada más entretenido y eficaz que su farsa antigua como el mundo y tan nueva y tan nuestra”.
De manera que el grupo visita hospitales, fábricas, escuelas, aldeas campesinas o redacciones de periódicos para representar El retablillo de Don Cristóbal, Los salvadores de España, de Alberti, Lidia de Mola en Madrid, Borracheras de Queipo de Llano, Hitler y Mussolini, Tanques y aviones de cartón o farsas cervantinas y fragmentos de tragedias griegas.
Resulta llamativo el funcionamiento en el bando de los militares golpistas de otra Tarumba durante la guerra, conducida por Luis Escobar Kirkpatrick, actor que interpreta al marqués de Leguineche en La escopeta nacional (1978), de Luis García Berlanga, lograda sátira de las cacerías en tiempos de Franco.
Dirigida a sectores populares y con escenografía del pintor José Caballero ‒amigo de Federico García Lorca y acusado de “rojo encubierto”‒, imita la actividad de La Barraca, puesta en marcha por Lorca, y de La Tarumba, de Prieto, de la que copia el nombre. Nace en Huelva, en el verano de 1936, por la acción de un grupo de jóvenes que quiere ensayar entremeses de Lope y Cervantes, según explica Luis Escobar (Y, 1.3.1938). Después se convierte en teatro de la Delegación de Prensa y Propaganda de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S. de Sevilla.
El día 17 de diciembre de 1936 La Tarumba se presenta en Huelva, en el Gran Teatro y a favor de la Casa del Flecha, como teatro joven de Falange Española de esa ciudad (ABC, 18-12-1936). Recorre en principio plazas y teatros andaluces, influida por la imagen artística, según reconoce el propio Escobar, de La Barraca, para llegar después a diversos frentes y a varias ciudades del bando sublevado.
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
Es lamentable que durante la larga dictadura franquista este autor fuera intencionadamente postergado. Un manchego hermoso por dentro y por fuera.
Por cierto, la ‘escopeta nacional’ no podrá maltratar a los animales con la nueva Ley de Caza del Sr. García-Page……..
Gracias, Isidro, por este recuerdo del genial Miguel Prieto.
Quiero añadir, a modo de homenaje también, la colaboración y amistad que le unió, tanto en España como en el exilio mexicano, a otro gran renovador de la escenografía y la dirección teatral de nuestro país: Cipriano Rivas Cherif. Ambos eran unos apasionados del guiñol y, a mi conocer, la primera vez que trabajaron juntos fue en la obra «Retablo de Maese Pedro» de Falla, representada en abril de 1934 en el Teatro Español de Madrid por el Teatro Escuela de Arte, en la cual Prieto se encargó de poner en escena un guiñol gigante.
Recordar también que Rivas Cherif fue perseguido con encono, ya en Francia y Suiza, por iniciativa personal de Franco, por haber cometido el delito de ser cuñado de Azaña y escapar con él del país. Detenido por la Gestapo, fue entregado a la injusticia española y condenado a muerte, aunque más tarde, por presiones internas y lavado de imagen del franquismo, que se quedaba solo entre los regímenes fascistas, se le conmutó por 30 años de cárcel, de la cual salió, tras un largo periplo carcelario, en 1947, gracias a sus trabajos de reinserción con los presos a cargo del Teatro Escuela de El Dueso.
Ambos, Miguel y Cipriano, son un referente para el teatro mexicano, mientras que en España apenas se conocen sus trabajos.