El Colegio de Agentes Comerciales hizo entrega de las insignias de los 25 años en la profesión y la denominada «Insignia de Honor», en un acto presidido por Miguel Angel Rivero. Previo a este acto de reconocimiento a una trayectoria en el sector, se celebró la Asamblea General, donde se hizo un repaso de las actividades llevadas a cabo durante el ejercicio y las previsiones de cara a 2018.
El presidente del Colegio de Agentes Comerciales, Miguel Angel Rivero, recordó la importancia de la incorporación de nuevos agentes comerciales en la provincia y, en este sentido, incidió en la apuesta del Colegio por la formación, que es referente en la provincia y región, por sus altas cifras de acceso al mundo laboral y por la calidad formativa que se imparte desde hace años.
Tras aprobar los presupuestos de 2018, Rivero hizo hincapié en la situación actual y futura de este colectivo.
Una vez finalizada la samblea general se procedió a la entrega de las cuatro insignias por los 25 años en el Colegio que fueron para Fernando Arráez, Manuel José Calahorra, Juan José Mínguez, Juan Moreno y Rafael Fernández; y la Insignia de Honor para José Luis Arroyo García-Cervigón, colegiado desde 1979.
JOSE LUIS ARROYO GARCIA-CERVIGON, INSIGNIA DE HONOR DEL COLEGIO DE AGENTES COMERCIALES DE CIUDAD REAL
Agricultor y ganadero, entre sus principales profesiones y “devociones”, porque habla de su vida y de su trayectoria profesional como la de haberla vivido en cada instante y como si fuera en eses mismo momento cuándo está ocurriendo en realidad.
Hombre hecho a sí mismo, nacido en La Solana, de familia procedente ya del mundo del campo y la ganadería, junto con sus hermanos comenzó su andadura en el mundo laboral, una vez finalizado el servicio militar, en la bodega familiar en La Solana, de donde es procedente.
De José Luis Arroyo, lo primero que se debe decir es que su vida es el trato con los clientes, el saber dónde y cuándo está la oportunidad para hacer un buen negocio, porque se trata de un gran negociador en los diferentes sectores que ha trabajado a lo largo de su extensa y también exitosa carrera. Porque al sector agrario hay que unir que también se dedica al de las estaciones de servicio, transportes, construcción, gestión de fincas de caza, etc., de las que tiene varias sociedades en cada una de estos ramos.
Como persona también emprendedora, fue uno de los fundadores de la DO La Mancha y, desde sus inicios en esta profesión de agente comercial, se ha hecho a sí mismo. Con prácticamente un camión y su saber dónde había una oportunidad, vendía ya, por ejemplo, 50.000 arrobas de vino al año, allá por 1975.
Un ejemplo más de su personalidad es el nombre que llevaba impreso el camión en sus comienzos: “El que quiera que me siga”, y así con este lema y su trabajo de sol a sol vendía vino por toda España, siendo en aquellos años uno de los mayores “exportadores” del vino de la región por nuestro país.
Tiene recuerdos para muchos hombres que han pasado por su vida profesional y personal, pero siempre destaca a Emeterio Lucendo, que conoció en 1978, y con el que comenzó esta vida en el mundo de la empresa.
A lo largo de los años y gracias siempre a su olfato y experiencia, “y por supuesto trabajar a todas horas”, a mediados de los años 80 su actividad principal es todo lo que rodea al mundo del campo, ya que también se dedica a la compra y venta de tierras y ganadería.
Más tarde, en los 90, ya hacía operaciones que ahora son habituales como “un leasing” a las ovejas y así hasta la actualidad en la que uno de sus dos hijos le acompaña en su negocio, de los que habla con cariño al igual que de su mujer.
Hombre de la tierra, polifacético, “donde la escuela de vida” ha sido su razón de ser, se ha mostrado agradecido por este reconocimiento, que también hace extensivo a sus raíces familiares.
Por último, subrayó la importancia de ejercer una profesión como la de agentes comerciales, que son los verdaderos conocedores de la situación económica y de la sociedad, de saber ver la realidad en cada momento, aunque también reconoce que el trato humano y un acuerdo hecho con un “apretón de manos ya es difícil en la actualidad que se haga, tal y como era costumbre hace años”.