Joan Fontcuberta en su trabajo La furia de las imágenes. Notas sobre la postfotografía, contrapone la evidencia de la colmatación presente de las imágenes multiplicadas, con la rara eficacia de la escasez pasada de ese universo casi religioso. Algo parecido a lo que acontecía por otra parte, con el uso de las aguas domesticadas y canalizadas, con las salvedades de algunas cíclicas sequías, pertinaces como se decía antes en la paramera de los años cincuenta, y como oímos hoy desde los insípidos primeros años del siglo XXI.
Y es que en el pasado las aguas escasas y las imágenes cuasi-religiosas tenían dosis de maravilla técnica y de prodigio balsámico; todo ello frente a la dejadez e indiferencia secularizada con la que hoy abrimos el grifo o disparamos una captura fotográfica desde el teléfono, en una secuencia de fotos canalizadas. Y así hemos pasado de las aguas únicas a la Carta de Aguas, y de la foto con posado en estudio con firma, al golpeo furioso de millones de imágenes subidas el Flickr en 24 horas, o a los diez millones de fotos subidas a Facebook en un día. Y todo esa elefantiasis fotográfica acontece con un severa desmaterialización de la imagen, en la onda de lo relatado por José Luís Brea en su trabajo Las tres eras de la imagen.
Y esa diferencia de sentido y de sensibilidad en el territorio de las imágenes fotográficas, es preciso tenerla en cuenta cuando ojeamos y miramos imágenes del pasado desde el presente. Como ocurre con el trabajo de la BAM sobre Manuel Herrera Piña. Fotografías: Ciudad Real en los años 50 y 60. Aunque no sea este un pasado tan lejano y del cual podemos tener aún memoria y contabilidad de agravios. Unas imágenes que vistas desde la escasez del momento de su aparición cuentan con un efecto de inmediatez de lo vivido que le confiere un aura de autenticidad, aunque bien cierto es que su presentación y recuento pueda ser coincidente o divergente con otros puntos de vista.
Es obvio que la fotografía, y las de MHP también lo son desde esa inmediatez que rasca la autenticidad, son toda una Representación del tiempo en el espacio y del espacio en el tiempo. Una Representación de la mirada del fotógrafo y de los encuadres capturados en sus movimientos, esperas y viajes que relatan ¿inadvertidamente? una ciudad, un País y un tiempo de espesores variables y de almas primitivas.
Una Representación que verifica doblemente esa excepcionalidad de la escasez de imágenes en tiempos breves, escuetos y escasos, donde aún la celebración de la imagen tiene algo del ritual celebrativo y del boato del Poder temporal, incluso del llamado Poder espiritual, que también se retrataba. Representación formulada desde esa excepcionalidad del punctum barthesiano, que le confiere a sus relieves y planos, altas cotas de simbología. Y es que la fotografía tanto en su dimensión documental como en su vertiente expresiva no deja de verificar una formidable Representación de cualquiera de los dos parámetros anteriores: Representación documental o Representación expresiva.
El caso que nos presenta la selección realizada por José Luís Loarce y Manuel Herrera Núñez, da buena cuenta de ello, de esa mixtura entre el documento objetivo y la expresión personal. Que otra cosa no dejar de ser siempre una imagen congelada que nos habla desde atrás, como hacen por otra parte los espejos retrovisores. Unos artefactos que, en un breve lapso de tiempo, nos muestran detrás lo que tuvimos delante; nos muestran como pasado lo que fue puro presente, incluso, lo que en algún caso, fuera barrunto de futuro refulgente.
Imaginen si además, ese volteo del espacio que relata el espejo retrovisor, de delante hacia atrás, o de la fotografía de detrás hacia delante, ocurriera en un plazo temporal más dilatado de tiempo. Obviamente, el documento puro y simple que fuera antes mirado como presente adquiere, otras entonaciones del pasado. MHP no deja de ser un excelente documentalista de esos años de plomo del franquismo de nuestra infancia, años linderos con el Plan de Estabilización de 1959 y con el viaje del presidente Eisenhower a España; años que retrata y delata merced a su trabajo en diversos medios de comunicación, pero que desde cierta trabazón del documento incesante aporta, otras veces, un inequívoco tono personal que escapa de los titulares a cinco columnas y del olor a consigna o a homilía. Así la voz vacía de las piedras abandonadas, el eco rural de la trilla polvorienta, el goteo paciente de la cola de la cartilla de racionamiento, el son de la nevada enorme y de la grisalla de esos años, en los que sólo nevaba en las canciones de ritual. Como si no todo fuera pleonasmo y sursum corda, Te Deum y desfile engalanado. Y ahí, en esas rendijas vibrara el tiempo volteado por la historia.
Medios de comunicación oficiales y oficialistas, en los que se desempeña MHP, que demandan una inmediatez informativa y cierto relieve propagandístico de la inauguración con pompa, de la solemnidad artificiosa, del desfile memorial, de la fiesta galana y de la coronación patronal. Y todo ese proceso comunicativo demanda un hilo lógico de la Representación y de lo representado. Circunstancia tenida por básica en todo el armazón visual de una dictadura paternalista y populista, que quiere aparecer en pose mayestática bajo palio y en formación de camisas azules y guerreras blancas. Pero ese valor ecuménico de lo representado, acaba produciendo algunos destrozos en la pose truculenta y en la mirada sutil del jerarca o del baranda de turno.
Porque a veces, por el hilo de lo representado se escapan ráfagas del aire comprimido de una sociedad extraña y extrañada, que mira con descaro al objetivo fotográfico, porque ignora su poder mortífero y solo reconoce su condición festiva. Y es en estos peldaños de la captura del tiempo quieto, donde MHP nos hace subir la escalera del valor de la Representación permanente.
Hay, por otra parte, en esos años firmes y azulados el descubrimiento del valor constatable de lo visual con la fotografía normalizada, con un cinematógrafo que crece y con unos medios de comunicación que se abren a las avenidas de tiempos menos hambrientos. Todas esas posibilidades del pasado civil, militar, religioso, festivo y urbano se nos presentan y representan en distintos momentos de la mano y de los ojos de MHP como un raro documento de un tiempo que no se ha ido del todo.
Periferia sentimental
José Rivero
Qué bonito era ver a Herrera piña con su cámara de cuerda de TVE grabando a Pedro Peral con el magnetófono de carrete.
La leche, los años que hace ya….
Y es que el arte de mirar ha cambiado….