En un septiembre cuatro estaciones se repartían santuarios, nacían pintores decimonónicos y religiosos con dilatada trayectoria política

Manuel Cabezas Velasco.- Corrían los tiempos en que las líneas de frontera no cubrían todo el espacio peninsular, quedando entremedias tierra de nadie. Conocidos son también los hechos vinculados con las vírgenes y los santos que se tiñen de leyenda popular. Ambas cosas ocurren en el caso que nos ocupa.

Virgen de la Sierra (Villarrubia de los Ojos)
Virgen de la Sierra (Villarrubia de los Ojos)

Atribuida la forma de su aparición a modo de paloma que posóse en una encina próxima a donde se encontraba un pastor con su rebaño, cuéntase que el mismo arrojó una piedra a la citada ave, que tras su impacto tornóse en la imagen de la Virgen María, efigie que tomaría en su mano derecha la piedra adoptando la forma de una pera, cuyo significado es el de la pureza, llena de gracia y perfección. Dicha imagen era la de la Virgen de la Sierra, cuya aparición y comienzo del culto fue transmitido oralmente mucho antes del comienzo de la Reconquista. En dicha aparición la Virgen manifestaría su deseo de tener en dicho lugar una ermita, allá donde se ubicaba la encina. El pastor iría al pueblo más cercano para contar su historia, Fuente el Fresno, siendo motivo de mofa por parte del cura. Poco después se repetiría la aparición, yendo en este caso el pastor a la población de Villarrubia, donde sí fue escuchado por el párroco y el regidor de la villa, iniciándose la construcción de la ermita y situando el trono de la Virgen sobre el tronco de la encina en el camarín que hoy tiene.

La tierra de nadie en que se hallaba tal santuario y el castillo de Villarrubia venía a caracterizarse por un sistema de vida cuyos habitantes eran nómadas, pues quedaban sometidos tanto a la ocupación musulmana como al paso incesante de las tropas cristianas.

Iniciándose el siglo XII la zona quedaría bajo dominio almorávide, y tras la batalla de los Ojos del Guadiana, la primitiva imagen de la Virgen de la Sierra sería trasladada hacia el castillo de Villarrubia en la huida de las tropas musulmanas.

Mediando este siglo, el término de Villarrubia y los lugares hallados en él, serían donados para su repoblamiento y defensa a la Orden del Monte Gaudio y de Monfranc, aunque tras la muerte del rey Alfonso VII en 1457, dichos caballeros debieron abandonar tanto la fortaleza de Calatrava como el castillo de Villarrubia, entre otros, ante la creciente presión almohade. El pillaje y saqueo a que se verían sometidos estos territorios daría lugar, al año siguiente, al surgimiento de la Orden de Calatrava, bajo el auspicio del abad de Fitero, Raimundo.

Tras la ignominiosa derrota cristiana de Alarcos en 1195, llegaría en 1212 la célebre batalla de Las Navas de Tolosa, donde la Orden de Calatrava procedió a repoblar dicho territorio con campesinos procedentes de Zamora y León. La desaparecida Orden de Monte Gaudio y de Monfranc tenía algunas pertenencias que, mediante otorgamiento del rey Fernando III, pasaron a manos de la Orden de Calatrava, entre ellos el castillo de Villarrubia y algunos lugares de la misma y de Daimiel. Este hecho le haría entrar en conflicto con la Orden del Hospital de San Juan. Entonces se redactaría una Concordia entre ambas órdenes estableciendo la mojonera que separaba los términos de sus campos. En dicha concordia no se citaba explícitamente el nombre del santuario y su advocación, aunque sí otros lugares de la comarca, como Xétar, Griñón, Lote o Renales, junto otros pueblos desaparecidos, una Argamasilla próxima a Daimiel, Ojos del Guadiana, Zuacorta, Orégano, y el Allozar, en el camino a Puerto Lápice.

Dicho reparto motivaría varias fricciones a lo largo del tiempo, aunque según nos indica Francisco Gómez – Porro “los guardas de Xétar, encomienda de Calatrava, no cesaban de detener a los vecinos de Villarrubia que usurpaban su término, leñando y pastoreando, de tal modo que, cuando años más tarde, la villa fue vendida al Conde de Salinas por 120.000 ducados, para abastecer las guerras contra los turcos, la Orden de Calatrava, reclamó el santuario de la Virgen de la Sierra alegando que pertenecía al Villar de Xétar, ya en decadencia y al borde del despoblamiento”. [1]

Ocurrió, entonces, un 7 de septiembre, que, tras las diversas disputas generadas por dicho santuario, el día de la romería – conocida por la gran cantidad de gente que acudía en la víspera y día de Nuestra Señora de Septiembre – del año de 1554 entre las autoridades de las poblaciones de Daimiel y Villarrubia se llegó a un pleito, personificados en el representante de la Orden de Calatrava, el Comendador de Daimiel y de Jetar, y el señor de Villarrubia de los Ojos. El objeto de deseo de ambas partes era el santuario, que estaba enclavado en los términos de Jetar. Así nos lo indica Manuel Corchado Soriano [2], que precisa su descripción citando la “Ejecutoria del pleito sobre los términos de Xétar e Villarrubia”.

El autor citado también señala que el término santuario era mencionado en las Relaciones de 1575, e incluso precisa su ubicación datándola en 1826, “… Santuario a dos leguas de Villarrubia” y en 1848 “Santuario de Ntra. Sra. de la Sierra a 2 leguas de distancia, entre las asperezas que se encuentran al NO de la villa”, … “pintoresco santuario situado en una pequeña garganta de la sierra, a unos 10 kms. Al O. de Villarrubia…” [3]. Dicha ubicación se precisa aún más indicándose que la ermita se halla en la ladera de la Sierra Calderina, en las estribaciones de los Montes de Toledo.

Finalizando el siglo XIX, 1898 concreto, el historiador Antonio Blázquez y Aguilera también hizo referencia al santuario de la Santa María de la Sierra señalando el hecho de “la construcción de ermitas o santuarios en medio del campo o a la proximidad de las poblaciones, de algunos de los cuales se ha pretendido hacer creer que tenían una antigüedad casi tan remota como la de la predicación del cristianismo, bastando aquí consignar que lo más probable es, que todo ellos sean posteriores a la conquista, esto es, del siglo XII, o de los siguientes” [4]; afirmación que también corrobora don Inocente Hervás y Buendía en los estudios realizados en alguna de las imágenes aún conservadas y pertenecientes a santuarios. Prosigue don Antonio Blázquez señalando que “no es esto afirmar en absoluto, que no puedan tener más remoto origen, puesto que así como nosotros toleramos después en nuestra dominación los cultos judaico y mahometano, así los árabes en los territorios que dominaban consintieron la religión cristiana; es sólo indicar que hay mucho de falso y de fantástico y que contra ello debe ir el verdadero historiador”. [5]

La tradición aún sigue, a día de hoy, pues el 7 de septiembre del presente año se inauguraban oficialmente la Feria y Fiestas de Villarrubia de los Ojos, celebrándose al día siguiente la misa en honor a la Patrona, la Virgen de la Sierra, fiesta local donde se venera la imagen siguiendo el itinerario de costumbre, con el acompañamiento de los dieciocho estandartes que representan a las villas que integran el territorio de la antigua Orden de San Juan de Jerusalén y el Estandarte Mayor de la localidad. Durante estos días de fiesta el “vermut”, diversos actos culturales, actuaciones musicales y festejos taurinos han llenado de júbilo y alegría los rostros de todos aquellos que residen en la población y los que vienen a disfrutar de las fiestas.

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Obras de Joaquín Araujo Ruano
Obras de Joaquín Araujo Ruano

En este mismo mes de tantas variables climatológicas, a mediados del siglo XIX, nacía en Ciudad Real otro artista polifacético, que acabaría siendo pintor, grabador e ilustrador. Un 25 de septiembre de 1851 vio la luz en dicha localidad como Joaquín Araujo Sánchez Ruano, artísticamente conocido como Joaquín Araujo Ruano.

En la iglesia de Santiago fue bautizado, siendo sus padres don Tomás Araujo Costa y doña Marcelina Sánchez Ruano y Sánchez – Pacheco.

Aunque hay lagunas sobre sus primeros años de vida, parece ser que siendo adolescente, se trasladó desde su ciudad natal a Madrid, para estudiar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Así lo demuestran ahora los libros de matriculación de la Escuela de esta institución, donde aparece inscrito desde el curso de 1866-1867 al de 1870-1871.[6]

En la Academia entabló lazos de amistad con numerosos compañeros como el extremeño Nicolás Megía, quien le acompañó en su lecho de muerte. En cuanto a su formación, era una actividad complementaria habitual prodigarse en visitar el Museo del Prado, acudiendo Joaquín como copista en el otoño de 1867. Dichas visitas serían frecuentes a lo largo de su corta vida, teniendo especial predilección por las obras de Velázquez (“si analizamos la presencia del pintor en los libros de registro de copias del Museo del Prado, puede comprobarse que su nombre aparece casi siempre como copista de las obras del sevillano, en especial de los enanos y bufones y, en menor medida, de Las Lanzas y de Las Meninas. Cabe entender que, dado su interés por reproducir mediante el aguafuerte algunas de las pinturas de Velázquez, Araujo necesitase estudiar con detalle previamente al maestro pero algunas de estas copias debieron ser hechas por puro placer [7]) y, en menor medida, Goya, Tiziano o Van Dyck.

A partir de 1870 se conocen sus viajes por España, como se atestigua en el caso de un dibujo realizado en Pola (Asturias), donde reflejará el costumbrismo que tanta fama le acarreará. Al año siguiente mostró en su participación en la Exposición Nacional de Bellas Artes con el cuadro “Partida de guiñote en una posada de Aragón” los principios básicos que definirían su arte: tipos fuertemente caracterizados, mucho detalle y descripción veraz, a pesar de las torpezas inherentes a un pintor novel. En esta exposición aparecía en el Catálogo como discípulo de Ignacio Suárez Llanos y como alumno de la Escuela de la Academia. A partir de entonces decidió abrir su mundo y encaminó sus pasos hacia Roma para completar su formación.

En dicho viaje, costeado por él mismo, muestra diversos dibujos a pesar de su corta estancia, como la escena de estudio en la ciudad eterna o un apunte de cuatro cioccaras de 1872. Al año siguiente se movería por Madrid y Ávila, mostrando diversos tipos populares. Entonces llegó el salto a París, donde el influjo de Mariano Fortuny se hizo palpable, tanto en la pintura de tableautin como en el trabajo de la acuarela. Entonces abandonaría su primitiva vocación costumbrista, presentándose en el Salón de París de 1874 con un cuadro ambientado en la moda goyesca dieciochesca: “Salida para la corrida de toros”. A esta obra le acompañarían tres acuarelas. Estas obras no le hicieron olvidar su reflejo de la realidad, y en 1875, de nuevo Araujo se encontraría en España, en Toledo y Madrid, donde pondría especial atención en un tipo, las manolas, mujeres con mantilla, cabeza descubierta y cesta en su regazo, a las que dibujaría reiteradamente en ese año y el siguiente: “La cantante en las calles de Madrid” y “Las lavanderas”, presentadas en el Salón de París de 1877. A ellas acompañaría una de sus obras más conocidas: “Aduaneros carlistas registrando una diligencia”, cuadro que había sido presentado en la Exposición de Londres de 1875 y en la Nacional de 1881.

En julio de 1877 viajará a Salamanca, donde realizaría multitud de dibujos a modo de estudio. Estos estudios darían lugar a una nueva obra, “La prima”. Reflejaría tanto al alcalde como a un joven que azuzaba con una vara al lobo.

Nuevamente participaría en el Salón de París de 1878, en cuyo Catálogo aparecería como alumno de León Bonnat, pintor vinculado a España y en cuyo taller habían aprendido numerosos artistas españoles.

Llegada la década de los 80, se asienta de forma estable en Madrid, participando activamente en la vida cultural y artística de la ciudad: formó parte del Círculo de Bellas Artes, acudiría a la primera exposición organiza en 1880.

En las dos décadas de fin de siglo, presentaría frecuentemente obras a las diversas exposiciones comerciales de la capital, como en los comercios de Pedro Bosch y de Ricardo Hernández. En 1881 participaría en una nueva Exposición Nacional, con dos cuadros de costumbres sevillanas. Para la siguiente Exposición Nacional, de 1884, presentaría cuatro cuadros, siendo tres de ellos de gran éxito, lo que le supondría un gran reconocimiento en el panorama artístico nacional e internacional. “¡Dónde iremos!” y “En marcha” serían adquiridos por el Estado, cuadros que gozarían de una especial consideración por el público y los aficionados por las numerosas reproducciones y copias que se realizaron desde su llegada al Museo del Prado. [8] La obra que tuvo menos éxito, “Una mala compra, mercado de un pueblo de Salamanca en la provincia de Salamanca”, sí lo tendría en el Salón de París de 1885.

Sobre 1875, Araujo inicia el aprendizaje de las técnicas de grabado (“posiblemente se debiera a sus viajes por Europa, donde hubo de aprender las técnicas que lo convirtieron en uno de los más famosos acuafortistas españoles de finales de siglo… en Londres tuvo por maestro a Robert Walker Macbeth (1848-1910)… lo consideró uno de sus principales discípulos, como evidencia el retrato que le hizo al aguafuerte… Gracias a su mediación, el manchego consiguió numerosos trabajos, entre ellos el de reportero gráfico de The Chronic, donde colaboró asiduamente…

En España fue asiduo colaborador de diferentes revistas, como Los lunes de El Imparcial y Blanco y Negro. Para esta segunda trabajó entre 1892 y 1894, ofreciendo dibujos de composiciones hoy desconocidas… La Ilustración Española y Americana publicó muchos de sus cuadros, como era habitual entre aquellas obras de especial mérito o consideración, y además Araujo realizó algunos dibujos para las ilustraciones que acompañaban algunos textos, como los de Eduardo de Palacio) [9], empleándolas tanto en la reproducción de obras de arte como en el grabado de invención, centrándose en la representación de un único tipo humano. Composiciones destacadas fueron “¿Quién engaña a quién?” o “De Domingo a Domingo”.

Hacia 1886 y 1887, parece existir un paréntesis en la evolución de Araujo, coincidiendo con su segundo viaje a Roma, que le llevaría a abandonar la pintura de género por la historia.

Durante los meses de abril y mayo de 1886 se observan dibujos de academias y desnudos, junto al estudio de las obras del Renacimiento y de la Antigüedad. A pesar de que ya era un pintor formado y en la plenitud de su carrera, Araujo se dedicaría al estudio del cuerpo humano con el objeto de llevar a cabo un gran cuadro de historia que le consolidase y reconociese en los medios artísticos oficiales.

Al igual que Antonio Muñoz Degrain o José Moreno Carbonero, Araujo se decantaría por el mundo de la Divina Comedia de Dante con su obra “El infierno”, obra no conocida en la actualidad salvo por el conjunto de dibujos que hizo de la misma desde 1886.

Las deudas con la pintura italiana serían puestas de manifiesto por los críticos, teniendo el cuadro muy buena acogida en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887, llegando a obtener elogios de Pedro de Madrazo, de varias de sus obras.

Posiblemente el artista viajó durante este tiempo a Holanda, donde copiaría al aguafuerte algunos de los rostros del cuadro de Rembrandt “Los síndicos”, que junto a la acuarela “Cante hondo”, presentaría en esa Exposición Nacional.

Mientras que su cuadro del infierno apenas tuvo eco entre la crítica, sus dos estampas de “Los síndicos” obtendrían una segunda medalla, ingresando en las colecciones del Museo del Prado.

En el verano de 1887, viajaría a Galicia, pasando por Astorga. En ese viaje encontraría los motivos de mayor inspiración para sus obras: las mariscadoras, escabecheiras y pescadoras de la ría. Repetiría al año siguiente su visita, dado el interés que le despertaron. De dichos apuntes salieron no sólo dibujos para grabados sino también pinturas al óleo (“Mariscadora”, “Vendedoras de langostas”) y otros cuadros como “La Ría de Vigo” y “Mercado de pescados en Vigo”, presentados a la Exposición Nacional de 1892 y a la Exposición de Chicago.

Sin embargo, su salud empezó a pasarle factura, y, tras una breve enfermedad, fallecería en Madrid el 15 de marzo de 1894.

De su vida personal decir que estuvo casado en dos ocasiones, sin descendencia, además de tener una posición económica modesta. Aunque tenía su vivienda habitual en la calle de los Reyes, también había heredado algunas participaciones inmobiliarias en Madrid.

Ese mismo año, el Círculo de Bellas Artes de Madrid le reservaría una sala de la exposición bienal para dar a conocer buena parte de sus dibujos y obras existentes en su taller. Dicha muestra se convirtió en un homenaje a su figura, siendo la obra más conocida del artista el “Retrato de Giovanni Boldini”, que había coincidido en 1890 con Araujo en París.

En suma, según apunta Martínez Plaza,la fama y reconocimiento nacional e internacional del pintor manchego se basaron en buena medida en sus grabados – ya fueran de reproducción o de invención –, pero también en su pintura de género. Su dedicación casi en exclusiva a las escenas de costumbres, así como la calidad de sus estampas, lo convierten en una figura especialmente singular dentro del panorama artístico español, a pesar de su desigual fortuna crítica, que lo sumió casi en el olvido poco después de su prematura muerte y que ha sido una de las causas del escaso conocimiento de su figura y de su obra hasta la actualidad. [10]

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Antolín Monescillo
Antolín Monescillo

Eran tiempos convulsos en el territorio español al comienzo de la segunda década del siglo XIX. En un pueblecito de Ciudad Real, Corral de Calatrava, nacía un niño llamado Antolín Monescillo y Viso, cuyos progenitores eran los modestos labradores Nicasio Monescillo y María Viso. El muchacho vería la luz un 2 de septiembre de 1811, aunque otras fuentes indican que pudo ser en 1805.

Describe Rivas a este personaje de la siguiente guisa:

“A Monescillo le oí referir en más de una ocasión cómo luchó porfiadamente con la adversidad, y cuántas veces la envidia y la malquerencia le presentaron obstáculos que parecían invencibles, pero que su constancia orillaba” [11]

La relevancia religiosa de este personaje podría resumirse en los siguientes hitos:

  • Nacía un 2 de septiembre de 1811 en la localidad de Corral de Calatrava.
  • El 14 de julio de 1861 es seleccionado como Obispo de Calahorra y La Calzada, siendo días después confirmado y ordenado como tal el 6 de octubre de ese año.
  • Tres años después, el 28 de octubre de 1864, sería seleccionado como Obispo de Jaén, y confirmado en marzo del año siguiente.
  • En 1877 será seleccionado como Arzobispo de Valencia (7 de mayo), siendo sucesivamente confirmado (22 de junio) e instalado el 5 de octubre de 1878.
  • Es elevado a Cardenal el 10 de noviembre de 1884 y fijado como Cardenal Sacerdote de Sant’Agostino el 10 de junio de 1886.
  • Como Arzobispo de Toledo sería seleccionado el 11 de abril de 1892, y en julio confirmado, siendo fijado ese mismo día como Patriarca de las Indias Occidentales.
  • Un 11 de agosto de 1897 fallecería.

Nuevamente, Rivas nos resume el ascenso vertiginoso de Antolín Monescillo en el siguiente párrafo:

“Llegó a ocupar la silla Primada de España, y hay que ver el camino que tuvo que recorrer para elevarse a estas cumbres, desde el día en que abandonó los humildes menesteres campesinos a que le dedicaban sus padres, para ir a Toledo bajo la protección del Deán, Sr. Hernández Alba, hasta el momento de verse consagrado como la autoridad superior eclesiástica de España.” [12]

Sin embargo, para llegar a tan altas esferas, el trabajo incansable se inició estudiando en el seminario de Toledo, con unos doce años, del que más tarde sería profesor (1839), licenciado en cánones y doctor en Teología. En 1833 recibiría las Órdenes Sagradas. En 1835 ocuparía por oposición un curato en la provincia de Toledo y a partir de 1845 iniciará una gran actividad propagandística, primero como traductor. El 13 de marzo de 1849 fue nombrado “Vicario General y Juez Eclesiástico Ordinario de la Villa de Estepa (Sevilla) y su territorio (hasta 1852)”, después canónigo de Granada y Toledo. Cuando era maestrescuela de esta última, el papa Pío IX le preconizaría en 1861 como Obispo de Calahorra y la Calzada, adquiriendo un enorme papel entre los dirigentes de la iglesia católica en la segunda parte del siglo XIX.

Su incesante actividad religiosa vino acompañada de una dilatada trayectoria política. Así, cuando era Obispo de Jaén, donde era conocido por sus Cartas y Visitas Pastorales, a pesar de la llegada de la convulsa Revolución de 1868, fue elegido Diputado en las Cortes Constituyentes de 1869, asistiendo al Primer Concilio Vaticano como Padre. Constancia de ello queda en las Actas del Concilio donde se indica su asistencia a las tres primeras sesiones públicas y el permiso obtenido para ausentarse. Entre agosto de 1869 y abril de 1870 sería uno de los prelados españoles con mayor actividad en las sesiones conciliares.

Rivas nos señala la relevancia que fue adquiriendo Monescillo tanto en su vertiente religiosa y pastoral como en la política, de la siguiente manera:

“Su acción parlamentaria en las Constituyentes dejó recuerdos imperecederos por su elocuencia, saber y oportunidad.

La fama del purpurado manchego pasó las fronteras, y en todas partes se pagó el tributo de admiración y respeto al nombre ilustre del Cardenal Monescillo. Sus pastorales, siendo obispo de Jaén y Arzobispo de Valencia, se leían con verdadero deleite y devoción, pues estaban escritas de modo magistral, y en todas ellas vertías caudales de sanas y provechosas enseñanzas.

A este respecto conviene recordar la notabilísima Pastoral sobre el pauperismo, que aún no han cesado de aplaudir los moralistas y sociólogos más eminentes. Su frase <Con pedazos de pan y catecismo se da solución al problema obrero>, es de las que pasan a la posteridad” [13]

Tras su vuelta de Roma, la actividad de Monescillo le llevaría a ser nombrado senador por Vizcaya en 1871, en los tiempos de Amadeo de Saboya, nombramiento que aceptará tratando de enaltecer la enseña de “Dios, Patria, Rey y Fueros”.

En 1877 sería nombrado senador por Granada, y posteriormente senador vitalicio. Por entonces ya era Arzobispo de Valencia, donde se encontraría con un clima revuelto en sus primeros meses de pontificado, informándose del estado real de la archidiócesis y adoptando la táctica que ya utilizara en Jaén de trabajar con el clero y dedicar grandes atenciones al Cabildo. Había sido uno de los partícipes en la elaboración de la Constitución de 1876.

Llegó entonces el Papa León XIII, conocedor de la incesante actividad desplegada por Monescillo en la diócesis valenciana, a premiar al Arzobispo con el nombramiento de Cardenal, allá por 1884. En 1892 sería elevado a la silla primada de Toledo. Su salud ya era débil por entonces con más de 80 años de edad.

Un 11 de agosto de 1897 llegó su muerte.

De sus incesantes publicaciones, Inocente Hervás y Buendía nos enumera las siguientes:

1.- Diccionario Teológico de Bergier.- 2.ª versión.- Madrid.- 1845.

2.- La Simbólica de Mochler.- Mad.- 1846.

3.- Manual del Seminarista.- Mad.- 1848.

4.- De Vera Religione.- Adición a la Teología del Charmes.- Mad.- 1848.

5.- Carta al Marqués de Valdegamas.- Mad.- 1849.

6.- Pastoral.- Mad.- 1852- Despidiéndose de Estepa.

7.- Pastoral de ingreso en el de Calahorra.

8.- Oración fúnebre en las honras de Cervantes.- Mad.- 1862.….

9.- Exposición a la Reina.- Logroño.- 1863.

10.- Nuevo Decano.- Lucronii.- 1864.

11.- Defensa del Pontificado.- Logroño.- 1865.

12.- Pastorales de Calahorra.- Tomo 1.

13.- Catecismo sobre la autoridad de la Iglesia.- Jaén.- 1868.

14.- Colección de Sermones.- Jaén.- 1868 5 tom.

15.- Su conducta en Jaén.- Jaén.- 1869.

16.- Discurso en las Constituyentes.- Mad.- 1869.

17.- Catecismo católico sobre la libertad de cultos.- Jaén.- 1869.

18.- Instrucciones pastorales.- Jaén.- 1972.

19.- Pensamientos.- Jaén.- 1873.

20.- Sermones Homilias.- Mad.- 1873-74.-6 tom.

21.- Veladas.- Mad.- 1875.

22.- El camino, la verdad y la vida.- Mad.- 1876.

23.- Jesucristo.- Mad.- 1876.

24.- Pastorales.- Jaén.

25.- Pastoral de ingreso en Valencia.- Val.- 1877.

26.- Rafael y Tobias.- Val.- 1878.

27.- Oración fúnebre en las honras de Calderón de la Barca.- Val.- 1881.

28.- La Ilustración de los niños.- Val.- 1882.

29.- Novena a Ntra. Sra. De los Remedios.- Val.- 1884.

30.- Instrucciones pastorales en Valencia.

31.- Conferencias religiosas.- Val.

32.- Salve.- Toledo.

33.- San Ildefonso.

34.- Devocionario mozárabe.- 2ª ed.- Toledo.- 1892.

35.- Pastorales en Toledo.

36.- Hist. Elem. De la Filosofía.- Bouvier.- Mad.- 1846.

Fue además colaborador de los diarios El Católico, La Esperanza, La Cruz, Altar y Trono y de otras revistas nacionales.” [14]

En su testamento, el testamentario fue el Ilmo. Sr. D. José R. Quesada, que ordenó la construcción de la torre de la iglesia parroquial de su pueblo.

Homenajes recibió de su modesto pueblo y en la capital de la provincia aún existe una calle con su nombre.

MANUEL CABEZAS VELASCO

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[1] Véase en: http://www.villarrubiadelosojos.es/index.php/turismo/patrimonio-natural/virgen-de-la-sierra

[2] CORCHADO SORIANO, M.: Estudio histórico-económico del Campo de Calatrava. Parte III: Los Pueblos y sus términos. Publicaciones del Instituto de Estudios Manchegos. Diputación Provincial de Ciudad Real. 1982. Pp. 526-545.

[3] CORCHADO SORIANO, M.: Op. Cit.

[4] BLÁZQUEZ Y DELGADO AGUILERA, Antonio: Historia de la provincia de Ciudad Real. Tomo II: Historia de la provincia de Ciudad Real desde la batalla de las Navas hasta el siglo XVI. Tipografía de Cayetano González Hernández. Ávila, 1898.

[5] BLÁZQUEZ Y DELGADO AGUILERA, Antonio: Op. Cit.

[6] MARTÍNEZ PLAZA, Pedro J.: “Joaquín Araujo Ruano (1851 – 1894): Nuevas aportaciones a su vida y obra”, en ALÍA MIRANDA, Francisco, ANAYA FLORES, Jerónimo, MANSILLA PLAZA, Luis, y SÁNCHEZ LILLO, Jorge (dirs.): I CONGRESO NACIONAL. CIUDAD REAL Y SU PROVINCIA. Tomo III. Instituto de Estudios Manchegos (CSIC), Ciudad Real, 2015. P. 252.

[7] MARTÍNEZ PLAZA, Pedro J.: Op. Cit. P. 263.

[8] Véase página de la web del Museo del prado referente a la Colección de Araujo Ruano: https://www.museodelprado.es/coleccion/artista/araujo-y-ruano-joaquin/c8ca8993-b72a-408c-a5b1-8d5572034eee

[9] MARTÍNEZ PLAZA, Pedro J.: Íbidem Cit. P. 264.

[10] MARTÍNEZ PLAZA, Pedro J.: Íbid. Cit. Pp. 264 – 265.

[11] Proyecto Rivas Moreno. Digitalización. Centro de Estudios de Castilla – La Mancha (UCLM). RIVAS MORENO, Francisco: Los grandes Hombres de mi Patria Chica. [Imprenta del Real Monasterio de El Escorial]. 1925. P. 17.

[12] Proyecto Rivas Moreno. Digitalización. Centro de Estudios de Castilla – La Mancha (UCLM). RIVAS MORENO, Francisco: Op. Cit. Pp. 17 – 18.

[13] Proyecto Rivas Moreno. Digitalización. Centro de Estudios de Castilla – La Mancha (UCLM). RIVAS MORENO, Francisco: Íbidem cit. P. 18.

[14] HERVÁS Y BUENDÍA, Inocente: Diccionario histórico geográfico, biográfico y bibliográfico de la provincia de Ciudad Real. Tomo I. Ciudad Real, 1914. Pp. 300 – 301.

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2 COMENTARIOS

  1. D. Manuel, como de costumbre, un artículo interesante y singular que nos descubre algunas curiosidades de nuestra historia más cercana.
    Los orígenes de este tipo de edificios, las ermitas, se remontan a la noche de los tiempos. Las hay que ocupan el antiguo emplazamiento de un templo pagano, otras son los restos de antiguos despoblados alto-medievales y las hay que surgen de los cimientos de antiguas fortalezas y atalayas defensivas y, en muchos casos, es la propia toponimia de su advocación la que nos lo confirma (ermita de la Virgen de la Sierra).
    Como curiosidad, la ermita de la Virgen de la Sierra fue visitada en varias ocasiones ya en el siglo VI por los obispos hermanos San Isidoro, obispo de Sevilla y San Fulgencio, obispo de Écija, en sus viajes a la ciudad de Toledo.
    Desde el año 711 hasta el año 1.150, la santa imagen estuvo escondida en la sierra. Fue destruida en 1936 pero pudo reconstruirse en 1940 y coronada canónicamente el 25 de agosto de 1959 por el obispo de Ciudad Real, D. Emeterio Echevarría.
    En cuanto al pintor y acuafortista ciudadrealeño Joaquín Lope Araújo-Costa y Sánchez-Ruano, parece ser que existe alguna controversia en cuanto al año de su nacimiento. Según el investigador Fernando Alcolea Albero, el pintor nació en 1850. Pero esto no es importante. Lo relevante es que este pintor castellano-manchego forma parte de una larga lista de pintores españoles olvidados. Sus currículos artísticos y profesionales quedaron escondidos para dar cabida a los mercantilismos y las políticas del momento.
    Murió a las tres de la tarde del 15 de marzo de 1894, a los 43 años de edad, dejando como viuda a carmen Baeza y Costa. Su padre era un oficial de la administración asturiano y su madre una señora salmantina.
    Respecto a D. Antolín Monescillo y Viso, cuya proclamación cardenalicia tuvo lugar el 10 de noviembre de 1884, por León XIII, creo que representa medio siglo de relaciones Iglesia-Estado. Son bastante esclarecedoras sus colaboraciones con los periodistas tradicionalistas católicos de la mitad de la centuria del XIX y, en especial, con el periódico monárquico ‘La Esperanza’.
    Murió a las 13:20 h. del 11 de agosto de 1897 y su último acto fue el envío de un telegrama a la Reina Regente con motivo del asesinato (8 de agosto de 1897) del Sr. Cánovas del Castillo.
    En fin, enhorabuena de nuevo. Seguiré atento a sus artículos que archivo cuidadosamente….

  2. Gracias Charles por tu seguimiento y tus apuntes. Son datos que en gran parte conocía, mas se trata de mostrar algunos aspectos de estos acontecimientos y personajes y así despertar el gusanillo de los lectores, como es tu caso.
    La historia en sí, salvo si los datos están totalmente contrastados, siempre estará sujeta a controversia.
    De nuevo, mi agradecimiento.

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