Jesús Millán Muñoz.- 0. El ser humano, como diría el viejo y gran Aristóteles, no vive-existe solo y en soledad. Existe en un tiempo-sociedad-cultura-familia-geografía-espacio. A todo eso combinado-concentrado lo denominamos pueblo-aldea-ciudad-metrópoli, rodeada de una comarca-región, rodeada de paisaje-paisanos-país-región-comarca-sociedad-Estado-Cultura-Ideologías.
Somos en un tiempo-lugar, somos, y vamos pasando por esos lugares, durante veinte años o cien, pero al final, nuestra carne deja de dar sombra, pero algo de lo que hemos sido, hemos dejado en las piedras que hemos pisado, quizás también en los ojos que nos han visto.
1. Chinchón pueblo de la comunidad de Madrid, de unos cinco mil habitantes, considerado Conjunto Histórico-Artístico desde 1974, y admitido en la Asociación de Los pueblos más bonitos de España. Entiendo que podemos y debemos reflexionar un poco, lo que podríamos autotitular “escultura o instalación en el espacio y en el tiempo”. Intentemos fijar unos puntos.
– Es decir, un pueblo, es como una enorme escultura o una enorme instalación que se ha ido fraguando a lo largo de siglos, a lo largo de docenas de generaciones. Es diríamos como una película que se va desarrollando en la Historia y en la historia, en la microhistoria y en la microhistoria. Es obra de alguna manera, de docenas o cientos de miles de seres humanos, de acontecimientos de dentro y de fuera.
Admiramos una gran catedral, pero un pueblo es también una obra humana, o como todo es en el ser humano, una combinación de conjunto de factores y variables: la Naturaleza, los humanos, la historia, la geografía, el arte, las mentalidades, las ideologías, y todo eso cristaliza en un pueblo-lugar-aldea-paisaje natural y humano. Un pueblo es una obra de arte colectiva y en movimiento-desarrollo-evolución.
– Todo lugar, que tenga varios siglos, siempre tiene una función-finalidad primaria de seguridad. La seguridad colectiva es y ha sido y seguirá siendo una variable predominante en todo lugar-tiempo-cultura, haya sido creado ese lugar de habitabilidad en la Edad de Hierro o en la Edad Media. Aquí, en este paisaje humano-natural que interpretamos está sobre un otero. Es decir, un lugar de más fácil defensa que otros. Cosa que es esencial y determinante para la evolución de este espacio de habitabilidad humana colectiva e individual.
– En una gran escultura como es una aldea-pueblo-ciudad, existen personas, las personas, diríamos que algunas entran en el recuerdo de la historia, la inmensa mayoría son olvidados por los acontecimientos, pero en este lugar, se le achaca a la condesa de Chinchón, cuándo ella y su marido estuvieron en las Américas, que se percató de que los indios utilizaban la quinina, y de algún modo trajo diríamos ese descubrimiento a Europa. También, se dice, nadie se ofenda que fueron los jesuitas.
Sea como sea, esto muestra y demuestra una característica de las poblaciones, van pasando los imperios, van pasando las generaciones, van pasando las ideologías, van pasando las culturas, van pasando las personas, y van dejando cosas buenas y menos buenas, y muchas van quedando, sin saber al final, de dónde y cómo y cuándo y cuánto su origen.
Esta característica humana nos tiene que llenar de modestia y de humildad, saber vivir haciendo-buscando mayores grados de verdad-bondad, y al mismo tiempo ser útiles, porque el que hizo una fuente, en este caso la Fuente de Arriba, las personas que se les ocurrió la idea, las personas que la construyeron, puede que no se conozcan sus nombres, pero la importancia que ha podido tener durante generaciones es absoluta. Cuánto bien ha hecho esta fuente y las cientos de miles de fuentes del mundo.
– El ser humano necesita la belleza. Quizás no sepamos por qué, quizás sea una conformación genética neuronal que se ha ido desarrollando a lo largo de cientos de miles de años, al ir pasando de una especie humana a otra, de una generación a otra se ha ido perfilando-conformando.
Sentarse o de pie, en la plaza de Chinchón, al anochecer o en las primeras luces de la noche, si es posible con el suelo mojado, con el fondo reluciendo esa mezcla de luz artificial y de obscuridad y de sombra y de piedra y de aire, ese ver y no ver, porque todo está de alguna manera escondido entre el día y la noche, entre el pensamiento y el sueño, entre el consciente y el semiconsciente. Es una pequeña experiencia vital, modesta y pequeña, pero grande en su misma profundidad.
– Los 234 balcones de madera de la plaza, de alguna manera, iguales pero no idénticos, con ese color verde, dentro de una plaza no regular, sino irregular. Reflejan algo del yo muy profundo, incluso diríamos del inconsciente, esa armonía-desarmonía que todo lo humano tiene, que es diríamos la huella de la humanidad.
En toda plaza del mundo, al menos de Occidente, al menos de Europa, al menos de España, al menos de Castilla han ocurrido cientos de acontecimientos, pequeños y grandes y medianos, algunos se recuerdan. Diríamos la plaza como heredera del ágora-foro greco-romano, es diríamos el centro del poder político y económico y religioso y militar desde hace siglos por los campos de la vieja-nueva Europa. Somos, en gran parte, lo que son nuestras plazas, pequeñas o grandes.
Un café en el silencio de la plaza, una caña de cerveza en la mirada de la plaza, un pequeño vino en el ruido-fragor-música de la rutina de la plaza. Sentado mirando o remirándose, viendo y viéndose. Una taza de café en este espacio rodeado de casas-balcones-piedras-colores-verdes. Somos en el color.
– Todo en la humanidad combina, nos guste o disguste, lo rutinario con lo trascendente, lo religioso o metafísico o espiritual con lo material y lo económico, lo artístico y estético con la historia. Diríamos que todo en la vida humana está formado por contradicciones o contrariedades o diferencias o síntesis o asunciones o generalizaciones o individualidades. Aquí, es digno de asistir y más digno de vivirlo, de existir con el hecho-acontecimiento, ahora dirían evento, palabra que no me gusta, de La Pasión, el Sábado Santo, dónde vecinos y la historia y los “pies de Dios”, del misterio humano-divino de todo ser humano y del misterio divino-humano del Nazareno se conmemoran y se juntan y se unen.
– Como curiosidad, siempre me he preguntado por qué en las páginas oficiales de los lugares de habitabilidad colectiva o pueblos-aldeas-ciudades, por lo general, no mencionan, nada más que a los alcaldes de los últimos treinta o cincuenta o cien años, por qué no se intenta citar, en la medida de lo posible, a los alcaldes que se puedan saber que hayan existido durante siglos, sean en nombre de alcaldes, sean de dos alcaldes, sean de corregidores, sea de la forma histórica que se conozca. Sugerencia que dejo en el aire, aplicable a cualquier lugar de los ocho mil ayuntamientos de la Piel de Toro.
Y ya que nos hemos puesto a sugerir, también una lista de las personas más ilustres, que hayan pasado por sus calles, pisando sus tierras o sus piedras, hayan sido-estado-nacido-existido-vivido-respirado-dando sombra en estos parajes, hoy o ayer o hace muchos “ayeres”.
2. Cómo conclusión, porque no se pueden alargar los artículos de opinión, solo me queda indicarle que se acerque, si puede un día o dos haciendo noche, por este trozo del mundo, que se denomina Chinchón, quizás, quizás, en sosiego y tranquilidad, pueda aprender-aprehender algo de los demás, algo de usted mismo, algo de su mismidad muy profunda.
Quizás, tengamos la costumbre de ir-viajar muy lejos en espacios y geografías y culturas, muy lejanas, y olvidamos que al lado de casa, tengamos un paisaje-escultura-instalación, denominada pueblo, denominada en este caso, Chinchón que nos puede enseñar mucho de lo que somos o de lo que hemos sido o de lo que podemos ser. Chinchón pueblo que dicen que tiene torre sin iglesia, e iglesia sin torre. Hace años este viajero con la viajera en la plaza compraron un pan y una torta, si mal no recuerda. Salud y paz y bien y memoria.
No cabe duda de que Chinchón es uno de los pueblos de mayor personalidad de toda la Comunidad de Madrid.
Con su conjunto paisajista de colores tierra y ocre, sus casas agrupadas en colinas y sus peculiares calles, Chinchón es una ciudad que ha sabido conservar su componente histórico y tradicional, con una pincelada de singularidad y modernismo.
No hay que dejar de visitar sus famosas cuevas subterràneas y, por supuesto, probar su aguardiente anisado….
Ya sabemos eso de ‘Chinchón: anís, plaza y mesón’…….
Un precioso artículo.
Dos veces he estado en Chinchón, y es un bonito pueblo donde se estruja al cateto de la ciudad de Madrid que va en busca de pueblo.
La última vez estuve con mis padres y me abrieron los ojos sobre lo caro que allí es todo. También he estado en Extremadura hace nada y ya saben lo que es estrujar al turista urbanita.
Los sablazos en Chinchón son memorables, pero merece la pena conocerlo.
Soy niño de veranos en el pueblo, y la verdad es que a veces pienso que me he vuelto cateto de ciudad.
Mañana empiezan el coto en mi pueblo, 48 euros al año con puesto e invitación a desayuno. Envidia sana por la apacible y barata vida rural.