Santos González Monroy.- Calatrava La Nueva (Aldea del Rey, Ciudad Real) rezuma testosterona medieval. Digna de haber inspirado a la ciudadela de Gondor imaginada por Tolkien, a la inquietante abadía benedictina de ‘El nombre de la rosa’ o incluso a la ciudad de Desembarco del Rey de ‘Juego de Tronos’, esta impresionante ciudad-fortaleza suele ocupar los ‘top ten’ de los castillos más bellos de España.
Umberto Eco contempló el gran rosetón de la portada de la iglesia abacial, abierto al cielo como un enigmático y ancestral telescopio, y lo afirmó con rotunda sencillez: “Calatrava-La Nueva es uno de los lugares más bellos del mundo”. Era una luminosa mañana de mayo de 1997, y el famoso novelista italiano, autor de ‘El nombre de la rosa’, hablaba con los periodistas tras ser investido doctor honoris causa por la Universidad de Castilla-La Mancha en la iglesia de este castillo que muy bien, dijo, pudo inspirar la intriga monacal protagonizada por Guillermo de Baskerville y su discípulo Adso de Melk.
Casi 20 años después el monumento sedujo a los productores de Juego de Tronos, la épica serie de HBO basada en la saga de George R. R. Martin, quienes lo visitaron en enero de 2016 en busca de escenarios para posibles rodajes. “Es fantástico, mágico”, enfatizó el responsable de la productora, Peter Walter. “Es lo que solemos buscar, lugares como este, espacios sin demasiadas cicatrices de la civilización moderna”. No en vano, Calatrava La Nueva ha sido escenario de varias películas, y encajaría en cualquier escena de ‘Indiana Jones y la última cruzada’, o en el más bizarro delirio heavy-metal si la mala suerte hace coincidir la visita con una tarde de tormenta.
“La visita de los productores de Juego de Tronos en busca de posibles escenarios para la serie contribuyó a popularizar el monumento en toda España y, aunque finalmente no pudimos ver cumplido ese sueño, la mera noticia multiplicó el número de visitantes”, señala el alcalde de Aldea del Rey, Luis María Sánchez Ciudad.
Mientras habla, una pareja de jóvenes se fotografía frente a la mole de la ciudadela. Vienen de La Carolina (Jaén), y hacen el viaje hasta aquí, de casi una hora y cuarto en coche, siempre que pueden. “Nos encanta este sitio, sentarnos a mirar el juego de la luz sobre las murallas y transportarnos a otro tiempo; siempre que venimos descubrimos cosas nuevas”, señalan.
Solo el ascenso a la fortaleza, una de las más inexpugnables de Europa en el siglo XIII, es toda una aventura. Se accede desde la carretera CR-504 al sinuoso camino que rodea en espiral la elevación. Estamos al pie del cerro Alacranejo, salpicado de terraplenes de roca cuarcítica que le dan su poco tranquilizador topónimo. La silueta de Don Quijote, una antigua manufactura en forja, recibe al viajero como una promesa caballeresca. “Se instaló hace décadas; se suponía que era un reclamo provisional, pero ahí sigue, casi como seña de identidad de Aldea del Rey”, recuerda el alcalde.
El firme aún conserva parte del empedrado original colocado en 1560 con motivo de una visita realizada por Felipe II, quien debió de ascender, sentado y muy señorón, en su litera de dos caballos. Hoy tampoco podremos hacerlo mucho más rápido, aunque sea en automóvil.
El trayecto puede atemorizar a los corazones más impresionables, con sus recodos asomados a vertiginosos abismos. Desde la altura acechan al visitante las ciclópeas murallas concéntricas, cimentadas en la roca, que protegen el núcleo de uno de los centros de poder más importantes de la Baja Edad Media en el sur peninsular. De hecho hay expertos que solo encuentran otro parangón en el mundo: el Crac de los Caballeros, en Siria, la fabulosa fortaleza de los cruzados del Hospital de San Juan de Jerusalén, declarada Patrimonio de la Humanidad.
Una apuesta de locos
El viajero está a punto de penetrar en la sede de la poderosa Orden de Calatrava, una comunidad de monjes y soldados de élite fundada en 1158 por Raimundo de Fítero y su amigo, el fraile aventurero Diego Velázquez. Fue entonces, como si de una enloquecida apuesta se tratara, cuando estos caballeros se ofrecieron a contener el empuje sarraceno a las puertas de la ciudad de Calatrava, a unos 50 kilómetros de aquí, en Carrión, a orillas del Guadiana. Antes lo habían intentado sin éxito los legendarios templarios, y tomar su testigo parecía misión suicida. Pero a fe que los valientes calatravos lo consiguieron. A fuerza de mandobles y cachiporrazos mantuvieron a raya a los árabes y convirtieron Calatrava en su bastión, dejando con dos palmos de narices a los incrédulos nobles de Sancho III, que antes de su victoria no daban por ellos ni medio maravedí.
Tenían redaños estos caballeros calatravos. Consagrados a la batalla y la oración, no temían rey ni roque, como sus propios enemigos, los guerreros árabes almohades. Y todos rezaban. Vaya si rezaban. Qué otra cosa podían hacer si de continuo tenían un pie en la tumba y al cuello el filo de una espada.
Los calatravos fueron acuchillados, descalabrados, asaeteados y torturados, y en no pocas ocasiones tuvieron que poner pies en polvorosa, pero a la postre ganaron palmo a palmo la frontera de Al-Andalus a los almohades, una de las corrientes integristas musulmanas más temibles, bloqueando el sur de la inhóspita Al-Mansha. Y aquí, en el lugar que ocupara el antiguo castillo de Dueñas, en la cumbre de una de las montañas más desoladas de esta infinita tierra de nadie, sentó la Orden sus reales en 1217 tras abandonar por motivos estratégicos y de salubridad su primer refugio de Carrión, que pasó a llamarse así Calatrava La Vieja.
“Precisamente este año se cumple el 800 aniversario del traslado de la orden a Calatrava La Nueva, y para celebrarlo el consistorio ha preparado numerosas actividades, charlas y conferencias que se prolongarán todo el año”, subraya el alcalde mientras el viajero prosigue su ascenso.
A principios del siglo XIII era esta una de las fronteras más peligrosas de la Cristiandad, un brutal Far West en código medieval donde chocaron sus escudos Oriente y Occidente. La espada decidía entre la vida y la muerte, y los castillos calatravos eran los pocos refugios, al margen de los escasos núcleos urbanos, que ofrecían completa seguridad en el peligroso camino entre Córdoba y Toledo.
La épica carga de los 300
El viajero prosigue su ascenso a Calatrava La Nueva y se acerca a la cumbre. En el cerro frontero, en el término de Calzada de Calatrava, se divisan las ruinas de otro castillo, Salvatierra, que domina un talud de maldito recuerdo porque está regado con la sangre de dos civilizaciones. La historia de los calatravos está plagada de crueles derrotas (que se lo digan a los desdichados que participaron, cerca de Ciudad Real, en la desquiciada batalla de Alarcos, en 1195, cuando casi fueron exterminados), pero también de asombrosas proezas: la Orden tiene en este escenario que contempla el viajero su propia leyenda de “los 300”. En 1211, pocos años antes de que finalizara la construcción de Calatrava La Nueva, trescientos calatravos protagonizaron una homérica embestida contra el ejército de almohades que asediaba el castillo de Salvatierra.
Desesperados ante la inminente carnicería, los cristianos amagaron con varias cargas, precipitándose cuesta abajo sobre sus caballos de guerra, embriagados por una fe ciega, lanza en ristre, agitando al viento sus túnicas blancas. Y salvaron la fortaleza, al menos durante unos meses más. Cuando acabó la refriega debieron de palparse las carnes, asombrados de no descubrir ninguna tajadura y de verse con todos sus miembros pegados al tronco. Quizá ni ellos mismos lo creyeran. Aún pueden verse los restos de Salvatierra, un fantasmal muro abandonado al horizonte como una ensoñación romántica, quién sabe si guardando el misterio de un tesoro o de ese pasadizo secreto que conduciría a Calatrava La Nueva, según apuntan las leyendas que aún refieren los lugareños.
El juego de tronos que cambió la historia de España
El culebrón de la saga de Juego de Tronos palidece ante la complicada y maquiavélica red de intrigas que llegaron a tejer los caballeros calatravos, en continua lucha con los monarcas castellanos, y entre sí mismos, frailes, caballeros y maestres, en constante pulso por tierras e influencia.
Alguno de estos episodios cambió la Historia de España. En el año del Señor de 1466, en plena guerra civil por la sucesión, uno de los últimos maestres de la orden, Pedro Girón, llegó a acordar con Enrique IV el casamiento con la futura Isabel la Católica, hermana del rey, entonces apenas una niña. Conseguida la bula papal iba el aguerrido maestre camino de la petición de mano, al frente de un ejército de 3.000 hombres, cuando murió cerca de aquí, en Villarrubia de los Ojos. “Entregó su alma sin que los médicos pudieran entender su mal”, dicen las crónicas, aunque no faltan historiadores que apuntan a la verdadera e inquietante causa: el veneno.
Con la acumulación de riquezas, el viejo ideal calatravo fue cayendo en el olvido. Los grandes maestres llegaron a vivir como reyes orientales, abandonaron su nido de águilas y se acomodaron en su fastuoso palacio de Almagro, al tiempo que otra gran dignidad de la orden, el clavero o lugarteniente de la guardia, lo hacía en Aldea del Rey, en el Palacio de la Clavería, una gran casa solariega que ahora el Ayuntamiento está rehabilitando como centro cultural y hospedería. Su interior, que aún necesita de reformas, conserva la estructura y elementos tradicionales de las casas de los hidalgos manchegos, y no cuesta trabajo imaginarse en él a don Alonso Quijano, abandonado a las quimeras de sus libros de caballerías.
El alcalde, Luis María Sánchez Ciudad, puntualiza que la intención es utilizar este palacio con fines culturales, si bien ya puede ser visitado si se reserva cita previa en la oficina de turismo.
Calatrava, una ciudad-estado
Los poderosos monjes-soldados, que fueron adquiriendo encomiendas y regalías de las monarquías en pago a sus servicios de guerra y labor de repoblación, llegaron a convertir Calatrava La Nueva en una ciudad-estado que decidía sobre la vida y la muerte en sus dominios, de Almagro a Jaén y más allá. Pero el castillo aún transpira la rudeza de los orígenes, la de aquel año de gracia de 1217, cuando concluyeron unas obras en las que, dicen algunos, pudieron emplearse cientos de prisioneros musulmanes.
Paradójicamente, toda esta parafernalia militar nunca fue amenazada por ningún ejército árabe… aunque sí cristiano: en 1443 estas murallas fueron asediadas por las tropas del infante don Enrique de Aragón, que quería arrebatar el título de maestre a Fernando de Padilla. Casualmente, dicen las crónicas, don Fernando murió por “accidente” al recibir el impacto de una piedra de honda tirada durante el sitio por su criado, y la fortaleza fue entregada al infante.
En todo caso, la victoria cristiana de las Navas de Tolosa, en 1212, marcó el declive de la media luna y alejó a Calatrava La Nueva del foco de las guerras de reconquista. Pero de eso no estaban seguros entonces los caballeros de la cruz, que se emplearon a fondo en esta construcción. Por si las moscas y por imagen de marca. Desde entonces el recinto sería la sede de la orden, incluso tras el terremoto de Lisboa que lo dañó gravemente en 1755, hasta que los últimos monjes lo abandonaran en 1804, cuando la nobleza de Carlos IV aún bailaba a ritmo de minueto, ajena al inminente desmoronamiento del Imperio español.
Un parque temático de la Edad Media
Con estos precedentes, el conjunto arqueológico del sacro convento y castillo de Calatrava La Nueva se erige como un parque temático de la vida en la Edad Media. Lo ideal es aprovechar el servicio de guía disponible los fines de semana, que introduce al viajero plenamente en la época y explica todos los detalles del recorrido.
Esta fortaleza rezuma testosterona medieval, crueldad y sobriedad. A disposición del viajero hay 46.000 metros cuadrados de Edad Media, pura y dura. Tras la última vuelta del camino, el castillo aparece con la bestial grandiosidad de un refugio de guerra dotado con la más avanzada tecnología de la época para resistir todo tipo de asedios. El recinto amurallado se yergue con una belleza amenazante, muy alejada de los remilgados castillos de la nobleza castellana del Renacimiento. Pero el visitante no se encuentra únicamente ante una fortificación. Es una auténtica ciudad que protegía entre sus murallas a una población al servicio feudal de monjes y soldados. Los monjes vivían recluidos en su monasterio, protegido, a su vez, por una ciudadela, a cargo de los caballeros, que aún hoy se antoja irresistible al sitio.
La zona comprendida entre la primera y la segunda muralla albergó un arrabal en el que Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y Ayuntamiento de Aldea del Rey siguen realizando trabajos arqueológicos para determinar qué tipo de población se asentaba. Aquí se ha descubierto recientemente una torre con mazmorra.
Una vez en el núcleo de la fortificación recibe al visitante una enorme cámara, al parecer usada como caballeriza y cuerpo de guardia. El recorrido le llevará después al barrio gremial, una “calle de artesanos” con dependencias destinadas al trabajo de panaderos, alfareros, porquerizos o almaceneros. Desde las murallas de esta parte se divisan soberbias panorámicas del antiguo paso de Andalucía hasta Sierra Morena, así como un tramo de la primera línea de baluartes, una de construcciones defensivas más extensas de España. Culmina el recorrido el convento, con su claustro e iglesia, y la ciudadela, que corona el conjunto.
La joya arquitectónica es la iglesia de estilo cisterciense y porte catedralicio, restaurada parcialmente en 1979 por el arquitecto daimieleño Miguel Fisac. En ella destaca el icono de esta comarca, el gran rosetón de su fachada, cuyos nervios fueron construidos originalmente en piedra volcánica. Los expertos discrepan sobre la época de su apertura (muchos aceptan que fue durante el reinado de los Reyes Católicos), pero el hecho de que uno de los dos poderosos contrafuertes atraviese parcialmente el arco, probablemente por un error de cálculo de los arquitectos, hace pensar a otros especialistas que sus orígenes puedan ser anteriores.
El interior de la iglesia, de tres naves, es de una solemne belleza entre románica y gótica. Es un espacio único en su género por sus influencias de la arquitectura hispanomusulmana. A ciertas horas del día el rosetón proyecta un cañón de luz que parece dividirse en fractales tornasolados por losas y columnas, rebotando en las bóvedas, como sin duda hicieron también los ecos gregorianos. Es la luz medieval, que aquí es eterna, y resalta los relieves de las marcas de cantero que se conservan en algunas piedras.
A la izquierda hay varias capillas. Antaño cubiertas de oro, frescos y tapices, albergaron las tumbas de los grandes maestres de la orden, que con el paso de los siglos llegaron a ser auténticos virreyes de Castilla y Andalucía.
Esqueletos intactos. Los calatravos no se rinden… ni aun muertos
Afuera espera el cementerio, el Campo de los Mártires, que alberga una pequeña ermita dedicada a la Virgen. Aquí fueron traslados los restos de los caballeros calatravos que murieron en Alarcos y Carrión, y enterrados bajo la arena traída de Tierra Santa, aunque solo se conserva una de las lápidas, en la que apenas puede intuirse alguna inscripción.
Del convento solo quedan los cimientos, pero aquí, al lado del claustro, el castillo guarda uno de sus recintos más interesantes… e inquietantes: la sala capitular, el “parlamento” de la orden. La gran habitación está rodeada de una doble hilera de escalones donde se sentaban las dignidades calatravas. En sus tiempos estaba decorada por un bello artesonado, y las paredes revestidas de tapices y frescos, de los que aún se conserva un bello fragmento que representa la embestida de un caballero cristiano y un guerrero almohade.
Pero el suelo guarda aún otra sorpresa: media docena de esqueletos reposan en hilera. Sus cuerpos fueron enterrados a principios del siglo XIII. Alguno de ellos está en perfecto estado, con todos sus dientes, e incluso hay otros revestidos con jirones de ropas. Los calatravos no se rinden, ni aún después de la muerte. En la actualidad rara vez se abre al público este recinto por motivos de seguridad, aunque la intención de los gestores del parque es habilitar una estructura que permita hacerlo, y enriquecer así considerablemente el recorrido turístico.
A la sala capitular le siguen las ruinas del parlatorio, refectorio, dormitorios, cocinas y despensas. Volviendo sobre nuestros pasos se asciende al castillo o ciudadela, un prodigio de arquitectura defensiva, salpicado de barbacanas, recodos, escaleras y sólidas bóvedas de cañón apuntado. El patio de armas distribuye los accesos al antiguo archivo, scriptorium y biblioteca de la Orden (adonde se llegaba por una escalera de caracol restaurada hace décadas), la cámara del maestre, uno de los cinco aljibes del complejo, y diversos recintos militares y residenciales.
Un paseo por las murallas, colgadas sobre simas de piedra, doradas por el poniente como las de una ciudad de leyenda, descubre el porqué de la pasión de Umberto Eco por Calatrava La Nueva: la sensación de peligro latente, la perturbación de un lugar consagrado a la guerra y la contemplación pero envilecido por el lujo y, finalmente, la ruina. Olvidado durante siglos pero artífice de nuestra civilización. Para bien o para mal aquí se cambió la historia de España y Europa.
El viajero se despide con la reflexión de que Calatrava-La Nueva, gestionado por el Ayuntamiento de Aldea del Rey bajo la tutela de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, se merece mucho más.
Sería deseable que la administración regional y el Gobierno de la nación se plantearan la posibilidad de fortalecer la oferta con un museo y centro de interpretación como el que tienen otros muchos espacios, e incrementara la inversión en campañas arqueológicas y en la mejora de la señalización e información en el recorrido por el parque.
El resultado sería, sin duda, un referente para turistas y aficionados a la historia de todo el mundo. Los caballeros de Calatrava nos desafían a ello aunque, eso sí, ojalá nosotros no tengamos que esperar otros ocho siglos…
FICHA TÉCNICA:
Horarios de apertura 2017:
De abril a septiembre: Lunes cerrado, excepto festivos. Martes a viernes, de 11.00 a 14.00 y de 17:30 a 20:30 horas. Sábados de 10.00 a 14.00 y de 17:30 a 20:30 horas. Domingos de 10.00 a 14.00 y de 17.00 a 21.00 horas.
De octubre a marzo: Lunes cerrado, excepto festivos. Martes a viernes de 11.00 a 14.00 y de 16.00 a 18.00 horas. Sábados 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 18.00 horas. Domingos 10.00 a 18.00 horas.
Tarifas: Entrada normal, 4 euros. Entrada reducida: 2,5 euros.
Visitas guiadas gratuitas: En invierno, sábados y domingos a las 11.30 y 16.15 horas. En verano, a las 11.30 y 18.00 horas.
Teléfonos de información, reservas para visitas guiadas especiales, excursiones, y visitas concertadas al Palacio de la Clavería: 653 27 87 88 / 926 69 31 19
Dónde comer:
Villa Isabelica. Complejo de turismo rural situado en la carretera CR-504, kilómetro 5. http://www.villaisabelica.com/
No sabemos lo que tenemos, y por eso tampoco lo valoramos lo suficiente ni lo explotamos turísticamente.
No hombre no, déjese de turismo, solo serviría para multiplicar el precio de las entradas para visitarlo y para su progresiva degradación, masificación y deterioro.
Precisamente por saber lo que tenemos, NO deberíamos vender también un tesoro como es este castillo al monstruo que es el turismo. A la mierda con el turismo.
No te preocupes, que no vamos a llegar a lo que pasa en Barcelona…
Pero lamentablemente, la sostenibilidad de este tipo de monumentos en un lugar como este, debería pasar por el turismo (racional), porque las ayudas de las administraciones son más bien escasas, cuando no inexistentes.
Es la pescadilla que se muerde la cola: No lo arreglo porque no vendría nadie y como no viene nadie no lo arreglo.
Un didáctico e instructivo artículo.
El castillo de Calatrava La Nueva es un viaje a la Edad Media cargado de historias, leyendas y curiosidades.
Una imponente construcción de piedra volcánica asentada sobre roca viva.
Allí pasó Felipe II la Semana Santa de 1.560.
La puesta en valor del patrimonio cultural conlleva difundirlo, protegerlo, recuperarlo, interpretarlo y difundirlo.
Enhorabuena por este artículo….
Quiero añadir un sitio más donde comer. LA ENCOMIENDA ( en la Alameda)
Bellísimo artículo, muy bien escrito.
Aún la espiritualidad y el carácter de los calatravos viven en la Orden del Císter, de la fueron hijos.
Su prestigio fue tal que la nobleza castellana acabó por su enorme codicia corrompiendo la Orden, a destacar los Pacheco. Finalmente, la monarquía.
La Orden debió refundarse en el auxilio, rescate y defensa de los cristianos apresados por los berberiscos.
Acabó siendo, juguete roto de orgullosos aristócratas. Para su supervivencia cualquier obra nacida de la Fe debe separarse radicalmente del poder secular. Los calatravos en esencia eran monjes del Císter.
Larga memoria a los caballeros de Cristo Rey en La Mancha.
Fuimos a visitarlo hace unos años con niños, y nos gustó mucho. Muy bonito entorno. Recomendable. No hace falta salir de España para ver sitios con encanto. Turismo Nacional. Hay que valorar lo nuestro.
Tristemente, desconocemos mucho de nuestro patrimonio y lo que no se conoce no se valora. Tenemos joyas que se vienen abajo, algunas de ellas declaradas Bien de Interés Cultural y en el más absoluto abandono, a pesar de ser ÚNICAS (véase por ejemplo, la venta de Borondo: http://manchaignota.blogspot.com/2017/01/venta-de-borondo.html ).
En cuanto a Salvatierra, el castillo frente a Calatrava-La Nueva, es una auténtica lástima. Es otro tesoro que se está desmoronando, a pesar de las muchas estructuras que aún se conservan, y de ser pieza fundamental en la reconquista y de nuestra historia. Aquí hay fotos recientes y más información:
http://manchaignota.blogspot.com/2017/04/salvatierra.html
Si tenéis ocasión echarle un vistazo detenidamente a ese blog, pues no son los únicos ejemplos de lo que estamos perdiendo, lamentablemente…
¡¡Qué preciosidad de artículo¡¡. Ojala medios como éste sirvieran para aprender, disfrutar de la belleza de nuestro patrimonio cultural, enriquecernos con el intercambio de razones e incluso para confrontar ideas y no para insultarnos y envilecernos unos a otros, como es lo habitual. Pero me temo que este hermoso escrito de Santos tenga muchos menos lectores y comentarios que cuando el troll de turno emplea la palabrería más gruesa y soez para hablar de politiqueo barato. Una vez más, cultura frente a barbarie, ¡así nos va¡.
Para quitarse el sombrero. Articulon!!!
El Castillo, la zona y el restaurante, toda una opción de fin de semana para la familia, parejas o solico/a. Por suerte, todo el mundo que conozco lo tiene como referencia para llevar amistades que vienen de fuera. Eso es bueno.
Comentario para mis trolls (si no lo hago reviento):
Abstenerse ingleses gilipollas para hacer balconing, porque la azotea está realmente alta…y ultras de derechas como Albiol que lo quieran convertir en una salida de metro en SOl con publicidad incluida a lo Esperanza Aguirre.
Al resto de personas normales y corrientes, totalmente recomendable porque recorrerlo con los niños contándoles la historia es una belleza.
OH, me sa pasao el acento en Articulón. Arghhh!!!
Felicidades por el artículo Sr. Monroy. Encuanto al turismo…no se, no se!. Masificación, colas, 6 o, 8 € la entrada, gente meando por doquier…!no se, no se!. Eso si más preocupación por nuestro patrimonio y, a ver cuando otro artículo para la bienvenida y también más dineros para excabaciones.Lo dicho, un magnífico artículo.
Chapó por el artículo
Chapó. Gran articulo de difusión. Por experiencia se que este castillo es un gran desconocido entre los provincianos de ciudad real y mas entre los de la capital. Y los políticos provinciales y regionales.no tienen idea de donde está. Una pena. Y los jóvenes de la provincia no saben ni que fue la orden de Calatrava
tal kual yo lo recordava