En los últimos 30 años las escuelas de negocio se especializaron en muchas cosas. La que quiero resaltar en estas líneas es la relativa a su afán por convertir a sus alumnos en seres con alguna tara mental.
La década de los 80 fue la época de los “yuppies”. Al final de la misma, su forma de pensar había calado en una parte de la población, poco numerosa pero muy prescriptora.
Se suele decir que un “yuppie” era alguien amante de la buena ropa, pendiente de la última tecnología, conocedor de las modas imperantes y enamorado de los coches. Esta definición sería insuficiente, según mi opinión. Si algo caracterizaba al “yuppie” era la prisa. Sí, la ansiedad por conseguir lo que fuera; digamos que la urgencia por llegar lejos.
El problema es que la lejanía es inalcanzable como meta.
Entonces, para endulzar el camino hacia lo inalcanzable, para hacerlo llevadero, el “yuppie” necesitaba llenarse de premios intermedios; ganar muchas metas volantes -como en el ciclismo- y así dar cierta satisfacción a su insaciable sed por una meta final imposible de alcanzar.
La materia era el reino donde el “yuppie” se manejaba a sus anchas; y su aspiración permanente: el dinero.
El “yuppie” de raza era aquel que practicaba la superficialidad como forma de vida. Tan simple como eso.
Se explicaba, entonces, por activa y por pasiva, que la principal cualidad de un ejecutivo era ser persona de acción, no sólo en términos resolutivos, solucionador de problemas, sino como creador e impulsor de nuevos proyectos.
Fue la época en que las escuelas de negocios repetían consignas simples que calaran fácilmente en las mentes de los alumnos-cachorros, desesperados por llegar a alguna parte. La más repetida fue, sin duda:
“Haz, aunque te equivoques”
Algunos profesores se ponían un poco pseudomísticos y ante preguntas sensatas de alumnos reacios a echarse por las buenas en brazos del ideario “yuppie”, sacaban a colación la sentencia completa:
“Cuando dudes entre hacer y no hacer, siempre haz.
Aunque te equivoques, al menos aprenderás de la experiencia”.
El “yupismo” implicó un vaciamiento ético y moral que se hacía necesario cubrir. Ahí estaba la Nueva Era; esa mezcolanza de ideologías, filosofías, ocultismo, y sincretismo religioso con fuerte influencia de lo oriental e impregnada de un renovado panteísmo. Hablando en plata: Un carajal.
De este carajal formaba parte una figura tenebrosa disfrazada de luciérnaga: Alejandro Jodorowski, autor de la frase completa citada (*).
Esta sentencia de Jodorowski está basada en uno de los 82 consejos a su hija que Gurdijeff escribiera en El maestro y las magas:
“Si dudas entre hacer y no hacer, arriésgate y haz”
Aunque parezcan iguales las dos expresiones, no lo son. La de Gurdijeff transmite sabiduría. El haz aunque te equivoques del “yupismo”, es un chute de adrenalina irreflexiva.
(*) Para hacerse una idea de la “calidad” de este hombre es recomendable ver una de sus películas emblemáticas, “La montaña sagrada”, disponible en internet (no confundir con la versión cinematográfica de “La montaña mágica” de Thomas Mann)
Este carajal se fue abriendo paso en el pensamiento “yuppie”, quien no se enteraba de nada, ensimismado como estaba en su banalidad y aceleración continua. El principio por antonomasia inoculado por la Nueva Era al “yupismo” fue la relatividad de todo.
El “yupismo” estaba formado por un grupo muy reducido, pero como señalé al inicio, muy prescriptor, por tanto, influyente. Y su forma de ver la vida se extendió como por encanto al resto de la sociedad.
El mundo “yuppie” se forjo en las finanzas. Y las finanzas y los financieros ocuparon un lugar en el Olimpo de la fama nunca antes conseguido. No debe extrañar que otra de las ideas-fuerza de esos años fuera la del crecimiento empresarial a través del endeudamiento.
Se enseñaba a los ejecutivos y al alumnado-cachorro la virtud de la deuda frente a los recursos propios como herramienta ideal para ganar cuota de mercado. Y se enseñaban modelos matemáticos para demostrarlo.
La consigna mágica se iba construyendo de la siguiente forma:
“Haz aunque te equivoques, y hazlo endeudándote”. Sigamos.
La palabra “yuppie” fue desapareciendo, no así su cosmovisión superficial, relativista, empapada de un espíritu hacedor irreflexivo y prisionera de un endeudamiento difícil de parar. Para eso están las deudas, para no pagarse nunca, yendo de refinanciación en refinanciación. Eso que ahora llaman reestructuración, para que la gente nunca tenga claro de lo que se habla.
El tercer gran principio de la filosofía “yuppie” -disfrazada ya de cualquier otro nombre -consistió en dinamitar la conciencia moral de los propietarios y altos directivos en su consideración hacia los trabajadores.
El mensaje, convertido en mantra, fue (y sigue siendo)
“No está en vuestras obligaciones asegurar el trabajo a ningún trabajador. La única obligación es la pervivencia de la empresa, porque de ello dependerá la propia -(la de los propietarios y alta dirección)-”
Esta mentalización ha sido demoledora. En ella han jugado un papel primordial no sólo las escuelas de negocios, sino, sobre todo, las asociaciones empresariales. Y la consigna cerró el círculo maldito que todos conocemos:
“Haz aunque te equivoques, y hazlo endeudándote, sin preocuparte por la suerte de tus trabajadores”
Y así llegamos a la exaltación de la insensatez y la villanía.
¿No va siendo hora de sacudirnos las telarañas, plantarnos, y decir que ya está bien?
Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz
mlastramuniz@hotmail.com
PD: Os dedico “Ese amigo del alma” de Lito Vitale https://www.youtube.com/watch?v=YYQ6y76ZHp4
El 15 M tenía esa misión. La pena es que el sistema se ha encargado de hundirlo convenientemente. Por eso es fundamental seguir formando e informando a los que quieren ser ciudadanos.
Por eso es fundamental que este tipo de textos lleguen a la mayor parte de gente que no ve cómo estamos en manos de cuatro listos.
Como ejemplo, hay un video en Youtube que se llama Las Cloacas de Interior que ha sido censurado en todas las teles nacionales. Es un ejemplo de cómo funciona el asunto cuando se hace temblar al establishment.
Centrándome en las escuelas de negocios, solo son una herramienta más del sistema para formar a responsables sin escrúpulos, cuyo único sentido es ganar más sin tener en cuenta al trabajador. Un asco.
Otro análisis de la realidad valioso. Interesante la relación entre el nacimiento de la Nueva Era (terapia para acallar la conciencia) y la emergencia yuppie.
Ha descrito perfectamente a estos tipejos de inconsistencia sustancial. Enrique Rojas los llamaba Hombres light.
Todavía recuerdo cuando llegó esa cultura yuppie, que hago coincidir la época gloriosa de Mario Conde, exaltado como mito social. Pocos anunciaban que esa nueva cultura abría paso a un envilecimiento moral general y no sólo reducido a un número reducido de directivos.
Esa cultura creo que hoy está en crisis. El yuppie está desacreditado, pero sigue vistiendo el éxito aunque se quiten la corbata. Realmente no tienen tanto éxito. Ha habido una aguda depuración en el sector de la gran empresa, y mucha frustración personal.
Se empieza por fracasar en el proyecto familiar, y no hay Nueva Era que le salve a uno de una fuerte depresión. Los errores resultan muy costosos de superar pasados los cuarenta. Creo que si uno tiene que equivocarse, porque tiene que hacerlo y debe, mejor si es antes de esa edad, y cuanto antes.
Magnífico artículo de nuevo. Agudo y nada común análisis, es un columnista imprescindible Don Marcelino.
Ahora, los viejos ‘yuppies’ de los ochenta y los nacidos en esa misma década, llamados ‘millennials’, se han fusionado dando lugar a una nueva generación de jóvenes denominados ‘muppies’.
Estos jóvenes se esfuerzan por conseguir el éxito laboral, se desviven por hacer deportes, por llevar una vida sana, no conciben la vida sin la tecnología, hacen yoga y son ‘runners’.
No miran hacia el futuro, prefieren vivir el día a día, sin grandes planes y disfrutar de las buenas cosas que les brinda la vida. Visten con ropa de marca pero siempre conservan un ‘look’ informal.
Después de los ‘muppies’, vendrán lo que ya se denomina ‘yuccie’. La verdad es que esta manera de etiquetar a los jóvenes tiene una utilidad escasa aunque sea una gran herramienta de márketing.
Para encontrar el posible éxito laboral, estos jóvenes recurren a las ‘escuelas de negocio’.
Unas ‘escuelas de negocio’ que han sido, de alguna forma, las causantes indirectas de la crisis porque de ellas han salido buena parte de los altos directivos implicados en la crisis (los llamados ‘tiburones financieros’).
Creo que las ‘escuelas de negocios’ deberían reflexionar de puertas hacia dentro y ver qué está pasando….
Por cierto, olvidé dar la enhorabuena a D. Marcelino por su extraordinario artículo….
Sí van a reflexionar… allí no hay tiempo para eso, más allá de los «think tank» que sólo buscan nuevos mercados, nuevos clientes, nuevos timos.
Sé de lo que habla Marcelino por experiencia propia. Y te diría que ha sido hasta benévolo.
Estoy enteramente de acuerdo…
Excelente descripción del «yupismo» y como bien vas desgranando a lo largo de tu artículo, la frase ha ido completando su contenido hasta llegar a ser,por desgracia, el «credo» empresarial.
Para cuando un ¡Basta ya de insolidaridad y esclavismo!
Muy bueno. Francamente bueno.
Dice Florence Noiville, escarmentada ex-alumna de la École de Hautes Études Commerciales de París y autora del valiente libro Soy economista y os pido disculpas:
En las escuelas de negocio tu talento lo vuelven avaricia. Son como aspiradoras de inteligencia, ilusión y juventud que devuelven a la sociedad tipos engreídos, cínicos y ajenos al bienestar colectivo. Están obsesionados por hacerse más ricos normalmente a costa de todos. Les aseguro que no hay nada que hagan que no pueda hacer cualquiera con una inteligencia media y capacidad de ponerse una corbata y una camisa limpias cada mañana. Y de decir «sí, señor».
Chapó, Marcelino.
Me relaciono casi a diario con yupies, y confirmo lo que dices, al embaucador se le huele a distancia. Manifiestan con su complejo de superioridad, una gran falta de profesionalidad y conocimientos. Son muy dados a juzgar por las apariencias a los demás y muy inseguros cuando el que tienen enfrente les ha calado.
En muchos de ellos se da con claridad el síndrome Peter Pan.
Compadezco sinceramente a quien ha depositado su confianza en ellos.
Lo mejor es evitarles si uno necesita de un servicio profesional cualificado. Tiran más de contactos que de conocimientos y por supuesto suplen la falta de ética por pura estética.
Lamentablemente muchos salen de la Universidad de ICADE de los jesuitas. Tremendamente competitivos, tanto que son difíciles de tenerles trabajando en equipo, originan una tensión que acaba destrozando el grupo de trabajo.
Son óptimos eso sí, para que grandes corporaciones puedan exprimirles, a costa frecuentemente de sus vidas privadas, rotas en muchos casos.
Les venden un sueño que con el tiempo puede generar frustración, soledad y depresión. Se refugian en el culto a la imagen y la vanidad personal para compensar graves deficiencias interiores.
Éstos los yupies. Luego están en sus antípodas los ideólogos. Y aquí la ideocia nunca se cansa. Un ideólogo pretende que la realidad se amolde a su patrón mental. Tanto que acaban resultando tan peligrosos como los primeros.
Ambos comparten una vida que no se cimienta en valores humanos sólidos y son idolatras narcisistas. Son infantiles.
No hay que amoldarse a la realidad ni que ésta se amolde a uno. La realidad es difícil de abarcar, está llena de matices y lo mejor es conocerla, tenerla en cuenta, dejarse sorprender pero no dejarse avasallar por ella.
La realidad interior ordena el caos exterior, y en general existe anfalbetismo sobre la vida interior.
Nuestra cultura anodina y materialista genera yuppies (consumistas insatisfechos) e ideólogos (consumistas frustrados).
Perdón por el rollo. Pero este tema estimula la reflexión.
Nada que perdonar. Pero no me gustaría que creyeras que soy o he sido un yuppie, un JASP, un X’s o cosa por el estilo, a lo sumo un «cosmopaleto» «obsoleter» de curiosidad dispersa que disfruta lo mismo cociendo unas berenjenas embuchás que un pozole morelense.
Llevas razón en lo de que el único mérito de los yuppies está en su agenda de contactos, pero no puedo dártela en lo de los ideólogos. No los busques porque no los hay. Más que ideas, lo que tienen es hambre, sólo hambre. En el argot de los geeks hispánicos (esta jerga cool actúa al modo de los latinajos de Valle en Divinas palabras: para paralizar toda crítica en el interlocutor) se les conoce como «manzanitas» por su querencia a los productos de Apple, o se les conocía, porque esa es otra: el speed way of life y otras velocidades sintéticas con las que se embraga esta gente. Stay hungry. Stay foolish, Steve Jobs dixit. Ivan Boesky, estafador de Wall Street, también dijo: «Nos motiva el hambre. El hambre está justificada. El hambre bajo todas sus formas, sea por la vida, el dinero, el amor o el saber, ha marcado el desarrollo de la humanidad». Si, al menos, además de hambre, tuvieran gusto… pero suele vérseles pulular por las «zonas rosas» de las metrópolis yendo en busca de un Telepizza o un McDonald’s que apaciente sus estómagos smarts y alimente de wifi sus iphones.
Desde que la Thatcher dijera que «no existe la sociedad, sólo las familias y los individuos» y Warren Buffet sentenciara que «claro que hay lucha de clases y la mía, los ricos, vamos ganando», sólo tienen una ideología: la plutonomía; y sólo hay dos clases: la plutocracia y los demás. El término fue acuñado en 2005 por Ajan Kapur, quien por entonces era jefe de Estrategia Global del Citigroup, en un informe de clarividente título pero de farragosa lectura Simposio sobre plutonomía: mareas altas elevan yates, que básicamente viene a decir que ellos, los ricos, se lo guisan y ellos se lo comen. Actualmente, dice la wikipedia, sin sonrojo, que Ajan es «educador» y que trabaja diseñando robots virtuosos que suplen bocas, manos, orejas, pies, cerebros y corazones humanos interpretando música. Quo vadimus?. El hambre de esta gente – famélicos de espíritu – va a devorar el mundo, si no lo ha hecho ya.
El informe puedes descargártelo (en inglés) poniendo en un buscador «The Plutonomy Symposium – Rising Tides Lifting Yachts», pero si te explota el ordenador yo no tengo la culpa.
Perdóname tú a mí también la chapa.
Un saludo.
El mismo artículo podría escribirse hablando de las hombreras y la laca; o tomando como motivo la música. Don Marcelino habla de modas. Las modas se caracterizan porque pasan; mejor dicho, son relevadas por otras modas. Lo auténtico, lo que de verdad triunfa, es lo que permanece. Y yo no veo hombreras como andamios hoy.
¿A qué escuela de negocios pertenece Amancio Ortega? ¿No se preocupa por sus trabajadores este empresario? Seguro que hay más como él, pero menos conocidos y ricos y menos yuppies o fluppies o juppies.
En las escuelas de negocios se dicen muchas tonterías, y del mismo modo y en semejante cantidad y calidad se dicen mamarrachadas es las escuelas de formación de los sindicatos o en las catequesis. Conozco universidades donde uno puede escuchar estupideces mayores de las que cuenta don Marcelino, y con el mismo afán dogmático, contadas por gente que blasona de progre, de izquierdas.
Aún así, el artículo me ha recordado un poema de Omar Khayyam:
¡Oh, qué dolor que en este horno candente donde se ha de fundir la masa humana,sean los crudos más favorecidos
con el pan más cocido de la hornada!
Y que en este taller de forma y peso,
donde cada uno su porción aguarda,
sean los incompletos los que lleven
la más completa dote de la fábrica.
Cuando los ojos de las odaliscas
son dulce regocijo para el alma,
han de ser estudiantes, aprendices
y esclavos los que gocen sus miradas.
2
¿Y por qué un hombre que sólo recibe
por su faena un pan para dos días,
y que en un tiesto desdentado bebe
de la cisterna el agua cristalina,
por qué ha de amoldarse a servidumbre
de quien no vale por su propia miga,
y ha de rendir su libertad a otro hombre que es su igual por las leyes de la vida?
Oh, Señor, que los mundos has creado:
Tú les trazaste una órbita exclusiva,
fundaste un orden y equilibrio eternos
sin choques, ni ambiciones, ni conquistas:
¿Por qué sólo a esta mísera criatura
le diste una alma inquieta e infinita?
¿Debe romper el orden de los mundos?
¿Debe alterar el fiel de tu justicia?
Con el Plan Bolonia, lo que denuncia D. Marcelino se va a agudizar. La proliferación de Másteres (no entiendo por qué no lo llaman maestrías) de contenido económico o de gestión empresarial vas a proliferar y, con ellos, los valores comentados.