Adiós a Julián Alazorza, otro mito del Calvo Sotelo

Luis Pizarro Ruiz.- Julián Alazorza Rodero nos ha dejado. Nacido en Navas de Riofrío (El Hoyo), el 26 de noviembre de 1930, llegó con cuatro años a Puertollano, por lo que se le puede considerar un puertollanense más.
alazorza
Hombre fuerte y atlético, solo tenía diecisiete años cuando se enfundó la camiseta del Calvo Sotelo en el primer partido que se disputó un 26 de septiembre de 1948, en Ciudad Real, contra el Ferroviario. Aquel día jugaron: Geñín; Manolo Pérez, Miguel Agudo, Alazorza; Arias, Victoriano; León, Zacarías (Ignacio Pérez), Muela, Antonio Agudo y Pepe López. Alazorza ha sido el último de ellos en abandonarnos.

Desde aquel momento, el propietario de la banda izquierda fue él en las diez temporadas que perteneció al Club, con el que jugó cerca de 300 partidos, entre ellos seis de ascenso a Segunda División en la temporada 1956-57. Quienes lo vieron jugar contaron que poseía la agilidad de un felino y que su contundencia en las entradas le permitía imponer respeto en su demarcación de lateral izquierdo. Además, era muy veloz en sus contraataques, lo que incluso le permitía convertirse en un extremo rápido y peligroso en sus internadas a puerta. Por eso, fue calificado como prototipo de jugador amante de unos colores y despertó la atención y admiración de grandes y pequeños. Sin embargo, ello no fue óbice para que se desempeñara con deportividad, pues solo sufrió una expulsión en toda su carrera: ante el Emeritense, el 27 de enero de 1952.

Tanto brío y tanto interés derrochaba que con 22 años fue designado capitán del equipo y cuando se marchó al servicio militar recibió un homenaje en la Peña Deportiva, al que asistieron casi cien comensales, el 7 de abril de 1953. Tanta era su impronta en el Calvo Sotelo que Julio de los Cobos, presidente de entonces, se negó a que reforzara al Manchego, el gran rival, mientras hacía la mili; pero eso sí, como él mismo nos contó, recibió su sueldo puntualmente el primer día de cada mes, desplazándose incluso un directivo a la puerta del cuartel para pagarle.

Luego, tan joven como era cuando firmó su primer contrato (con 19 años cobró una mensualidad de 400 pesetas y 150 pesetas por partido jugado), también muy joven se retiró: en 1958, apenas con 27 años, el trabajo y la atención a su familia le hizo abandonar su pasión. Atrás quedaron sus correrías por la banda y su orgullo en defensa del color azul de sus amores.

Adiós Julián. Los que te hemos conocido nunca te olvidaremos. Pronto te has reunido con otros grandes azules recientemente fallecidos ─Cuchara, Antonio Mora─ Descansa en paz. En tu memoria, en la de ellos, y por otros que se nos han ido, ¡Viva el Calvo Sotelo de Puertollano!

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