Un retablo «de ida y vuelta» concebido en México

Eusebio Gª del Castillo Jerez.-  Con motivo del cuarto centenario de la entrega del retablo de Santa María del Prado, una de las más grandes obras de la retablísica española de comienzos del siglo XVII, el doctor Manuel Arias Martínez, subdirector del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, impartió anoche la conferencia ‘Giraldo de Merlo y el Retablo Mayor de la Catedral de Ciudad Real, 400 años después’.

La historia del retablo, de qué forma se concibió, sus fuentes de inspiración y cómo se llevó a cabo la tarea de una obra «tan espléndida» fueron el gruso de la ponencia.

Manuel Arias destacó el retablo de Santa María del Prado como ejemplo «de lo que se ha venido en llamar arte de ida y vuelta». El proyecto lo realiza un artista español en México a instancias de un mecenas ciudadrealeño, Juan de Villaseca, quien fuera secretario del Virrey de México. Por otro lado, trabajan en él algunos artistas españoles y también otros que venían de fuera, como el escultor Giraldo de Merlo, natural de Utrechet (Holanda). «Es una especie de encuentro entre cosas que vienen de un sitio y de otro y que dan como resultado una obra muy especial», subraya.

Villaseca, explica, que en algunos textos aparece como Juan de las Higueras y Villaseca, se enriquece en América y quiere regalar al final de su vida un retablo a la iglesia de su pueblo. Una empresa a la que dedicó una verdadera fortuna.

El retablo de Santa María del Prado, subraya Arias, encaja «a la perfección» en el mundo de la Contrarreforma; «en el mundo del orden y del cuidado en la lectura». Es una gran estructura arquitectónica en la que todos los episodios responden a una secuencia narrativa muy medida, resalta. En ese sentido, apunta, es heredero de del mundo escurialense, de lo que se venía produciendo en España a finales del XVI, y «cuaja» en el arte de los primeros años del XVII.

Este retablo, concluído en marzo de 1617, es el elemento más característico de de la Basílica Catedral de Ciudad Real y, «a pesar de sus cicatrices, de los daños que sufrió en la Guerra Civil y de la pérdida algunos de sus piezas originales, sigue siendo un testimonio importante de lo que fue el arte de la escultura en España».

El proyecto llega de México, pero en Ciudad Real se contrata a unos maestros que serán quienes lo tallen y pongan en pie. Entre estos, despunta Giraldo de Merlo, un escultor que había trabajado con grandes artistas de la época, como, por ejemplo, Pompeo Leoni, y que termina haciendo retablos como el de Guadalupe. Se trata de un artista «de mucho peso» que representa un estilo «de corrección y monumentalidad» y que llegó a ser «el escultor que más nombre tuvo en el reino».

Villaseca determina que se realice el retablo en el año 1610. Muere dos años después, sin conocer lo que sucedía en Ciudad Real; y más o menos en esas fechas, en 1612, es cuando comienzan los trabajos. Aunque los talleres de los maestros, señala Manuel Arias, se ubicarían en las inmediaciones del templo -era lo habitual-, la estructura debía montarse en el lugar donde se iba a levantar. Posteriormente se colocaban los relieves y se policromaba, una tarea «minuciosa y laboriosa» que llevó a cabo un familiar del propio Giraldo de Merlo, Juan de Hasten, un pintor también de origen holandés.