En la segunda parte de la entrevista Leandro me impactó. Relató aspectos sorprendentes y poco conocidos. Yo me zambullí en ellos apurando cada bocanada para coger aire.
-¿Por dónde quieres que continúe? –me preguntó poniendo las palmas de las manos bocarriba.
-Tú marcas las reglas y la pauta de la conversación –respondí.
-Viajemos entonces al 4 de Julio de 1.776, fecha de la declaración de independencia de los futuros EE.UU.
-Ya estamos allí, Leandro.
-El país en ciernes se cimentaría sobre tres pilares básicos, y los tres emanarían de la misma persona: Alexander Hamilton.
-¿A qué pilares te refieres?
-Cuando se habla de la independencia de las 13 colonias siempre se hace referencia a su Constitución, y está bien que así se haga, pero el trípode sustentador de todo fueron las ideas-fuerza siguientes:
Una, la independencia debería permitir al nuevo país producir las manufacturas necesarias para su desarrollo interior. Así lo explicó Hamilton en su “Informe sobre las manufacturas”.
Una parte de la fundamentación de su propuesta estaba en que cuantas más y diferentes manufacturas emergieran mucho mejor, pues sería la consecuencia de la puesta en marcha de la creatividad humana.
Para Hamilton, el desarrollo productivo no era únicamente positivo por sí mismo. Lo era en tanto facilitaba el desarrollo del potencial humano cuyo motor está en la creatividad, y para que la misma se realice es necesario que las personas puedan plasmar ingenios, objetos útiles a la sociedad nacidos de su imaginación.
Una persona a la que no fuera posible ejercitar su capacidad creativa sería, por tanto, un ser humano reducido, pues lo que nos caracteriza del resto de las especies es precisamente nuestra capacidad de crear.
Esta es la idea radicalmente humanista que subyace a los planteamientos de Hamilton sobre el fomento de las manufacturas. No ser vistas como meras herramientas económicas sino como oportunidad para el desarrollo del potencial creativo de la especie humana.
La segunda idea-fuerza de Hamilton fue la necesidad de tener una moneda que permitiera la fabricación y venta de las manufacturas, publicando su “Informe sobre la moneda y el Banco Nacional”. Planteó la creación de una moneda de plata –siguiendo el modelo español- y el establecimiento del Banco Nacional Público de EE.UU. – La idea de Hamilton es antitética con el consorcio privado de la Reserva Federal fundado en 1.914.
La tercera idea-fuerza consistió en la forma jurídico-política que debería tener el nuevo país, de cuya necesidad surgió su obra “El Federalista”. Cada Estado se regiría de acuerdo a sus tradiciones y costumbres, por eso se mantuvo el derecho consuetudinario. Los asuntos internacionales, económicos y monetarios se tratarían de forma unitaria.
Una palabra que la Constitución de los EE.UU. adoptó fue felicidad.
Cuando se lee, alguien podría preguntarse qué es eso de felicidad, más allá de una referencia con evidentes connotaciones positivas.
-Tienes razón. Felicidad suena muy bien. Pero, ¿qué es?
-La influencia de Leibniz es notoria. Es el pensador que ha tratado la felicidad con una profundidad extraordinaria.
Voy a basarme en Julián Marías para sintetizar esa idea leibniziana:
“La felicidad es a los hombres lo que la perfección es a los entes. La felicidad es una idea relacionada con la perfección. Los entes deben ser perfectos; en el hombre, la perfección es ser feliz. Y esa felicidad radica principalmente en el amor”.
Por tanto, la creación de objetos útiles (manufacturas) dirigidos al bien común es una manifestación de amor, expresado mediante la puesta en práctica de la creatividad.
Detrás del planteamiento de Hamilton subyace la siguiente secuencia virtuosa:
Desarrollo de las manufacturasà Creatividad à Amor à Felicidad àDesarrollo de nuevas manufacturas correspondientes a un nivel superior de elevación de la especie humana.
La felicidad no sería un concepto abstracto. Sería la consecuencia de un proceso virtuoso donde la creatividad humana puesta a disposición del bien común (un acto de amor) jugaría un papel central.
A su vez, la propia felicidad sería el detonante de un nuevo proceso creativo que daría lugar a manufacturas desconocidas hasta ese momento, que nos acercarían al verdadero conocimiento del universo y de las causas que lo originaron (la Razón Necesaria y Suficiente de Leibniz), cubriendo etapas en el camino de elevación de la especie humana.
Para entender a Hamilton y la idea de felicidad constitucional hay que remitirse a Leibniz.
-Las ideas de Hamilton tuvieron su contraparte británica. Fue Adam Smith su portavoz, mediante la obra “Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones”, donde la división del trabajo en la empresa pondría las bases a los posteriores aportes de David Ricardo y Mill (funcionario de la Compañía Británica de las Indias Orientales en 1.859) que darían lugar a la división internacional del trabajo, según las ventajas comparativas de cada nación; propugnando la clasificación de los países en productores de materias primas, realizadores de manufacturas o metrópolis de consumo.
El objeto de la obra ya no es la producción y el consumo de la propia sociedad productora; su finalidad es el comercio.
Algo que llama la atención es cómo alguien cuya contribución al pensamiento económico es casi nula ha llegado a ostentar una reputación tan desproporcionada.
-¿Te refieres a Adam Smith? –pregunté sorprendido a mi interlocutor.
-Sí, al mismo. Se habla de él como si hubiera creado de la nada la ciencia económica y eso es rigurosamente falso. El propio Murray Rothbard, eminente miembro de la escuela austríaca, lo manifestó en su “Historia del pensamiento económico”, donde, a su vez, reconoció el papel de los escolásticos españoles como precedente de la ciencia económica.
Me sumo a las afirmaciones e interrogaciones del propio Rothbard:
“El problema no es simplemente que Adam Smith no fuera el fundador de la economía. El problema es que no generó nada que fuera verdad y que todo lo que generó era erróneo (…) Aunque era un empedernido plagiario, Smith tenía complejo de Colón, acusando incorrectamente a sus amigos cercanos de plagiarlo a él. Y además de ser un plagiario, plagiaba mal (…)”
“Smith no sólo no contribuyó en nada de valor al pensamiento económico. Su economía fue un grave deterioro respecto de sus predecesores: de Cantillon, de Turgot, de su maestro Hutcheson, de los escolásticos españoles (…) “
“La Riqueza de las Naciones ha ejercido un impacto tan colosal en el mundo que se ha borrado todo el conocimiento de los economistas anteriores (…) ¿Cómo pudo haberse producido este fenómeno con un libro tan poco original, tan profundamente defectuoso, tan menos digno de aprecio que sus predecesores?”
-La respuesta está en que Adam Smith creó el paradigma de la escuela británica clásica. Algo clave para un imperio deseoso de ser el “hegemón” del comercio mundial y, a tal fin, necesitado de una cobertura doctrinal que justificase sus acciones.
-Entonces ¿Adam Smith es un montaje? –yo hablaba poco, y cuando lo hacía era con perplejidad.
-¡Claro, hombre! Uno más. Un fraude intelectual en todo regla. Adam Smith es otro conejo más sacado de la chistera de la Compañía Británica de las Indias Orientales (BEIC, por sus siglas en inglés) manejada por el inefable lord Shelburne.
-Explícame eso.
– La BEIC no había aportado beneficios estimables a la corona británica hasta que lord Shelburne se hizo cargo de ella, en 1.783, apenas siete años después de la publicación de La Riqueza de las Naciones por el “fundador” de la ciencia económica.
La gestión de lord Shelburne aportó ingentes recursos a la corona mediante la explotación del tráfico de drogas y estableciendo una red de alianzas con diferentes banqueros para facilitar el “flujo” procedente de la actividad criminal.
En su libro “Cómo funciona el mundo” Noam Chomsky cuenta cosas como las siguientes:
Los campesinos de Bengala eran obligados a destruir los cultivos de alimentos para plantar opio con destino China.
El sector industrial de la India fue destruido para eliminar su desarrollo y reenfocar al país como productor primario en el dogma de la división internacional del trabajo.
En 1.820, todavía había británicos que viajaban a la India para aprender a fabricar acero. Y mientras Gran Bretaña imponía medidas proteccionistas para facilitar el desarrollo de su industria, la India se volvió rural. En el tiempo que estuvo bajo el imperio británico, la India, prácticamente, no registró crecimiento económico.
Los agricultores de la India cultivaban algodón, pero sus telares estaban prohibidos en los mercados británicos porque competían con los textiles ingleses. La justificación era los bajos salarios asiáticos. Sin embargo, una tesis sobre la historia de la economía realizada en Harvard, establece la posibilidad de que los salarios reales fueran más elevados en la India que en Inglaterra durante aquellos años.
Entretanto, EE.UU. desarrolló su industria siderúrgica durante el auge de los ferrocarriles, a principios del siglo XIX, gracias a las barreras proteccionistas implantadas contra el acero británico, de mejor calidad. Acero que estos últimos perfeccionaron a partir de la industria siderúrgica hindú, antes de ser destruida.
EE.UU. había actuado de igual forma, 50 años antes, con el sector textil.
Hong Kong debe su desarrollo económico como centro financiero al lavado de dinero procedente del tráfico de estupefacientes.
Lord Palmerston –que llegó a ser primer ministro en dos ocasiones- estableció el uso de la droga como política oficial del Reino Unido para mejorar su comercio:
“Debemos intentar sin pausa, encontrar en otras partes del mundo nuevas aperturas para nuestra industria (se refiere al opio) (…) Si nuestra misión en Asia tiene éxito, Abisinia, Arabia, India y los nuevos mercados de China permitirán en un futuro no muy lejano la ampliación de nuestro comercio exterior”
(Extraído de un memorando al gobernador de la India, de 1.841)
Durante la segunda guerra del opio, los ingleses y los franceses sitiaron Beijing en 1.860…….
-Por favor, Leandro, vamos a dejarlo por hoy si no te importa. Esta parte de la que están hablando ahora me produce cierta………., no encuentro la palabra……Cierta……
-¿Repugnancia?
-Sí, algo así. Gracias.
-Te entiendo. Sé de lo que hablas. Es la otra cara de la moneda. De un lado tenemos a gente luminosa como Leibniz y Hamilton. De otra, a personajes que juegan con la habilidad engañosa de las sombras.
-¿Nos lleva esto a algún lado? –le pregunté.
-¿El qué? –me respondió con otro interrogante.
-Hablar de estos asuntos –respondí.
-Por supuesto. Hay que difundir la realidad de las cosas, de los hechos, e insistir. Vivimos en la inopia y costará bastante salir de ella.
Pero hay que hacerlo.
-Tienes razón. Lo dejamos por hoy, pero seguiremos el próximo día.
Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz
mlastramuniz@hotmail.com
PD: ¿Qué pudo llevar a que un genio mundialmente reconocido como Charles Chaplin intentara apropiarse de la autoría de la melodía cuyo enlace adjunto? Formó parte de la banda sonora de Luces de la ciudad. Hablamos de una de las obras más famosas del maestro Padilla, quien recurrió a los tribunales de París, ganando finalmente la demanda.
Con todos Uds: ¡La violetera!
https://www.youtube.com/watch?v=8gqD0grErps
Interesante disección histórica.
A pesar de que son dos estados muy alejados en el tiempo y en el espacio, podemos encontrar muchas semejanzas entre la Antigua Roma y la actual única potencia mundial.
Por ejemplo, el edificio que alberga el Congreso y el Senado norteamericanos fue bautizado por Thomas Jefferson como «Capitol Hill» en honor de la Colina Capitolina de Roma. Jefferson quería que la sede del poder legislativo evocara al templo de «Jupiter Optimus Maximus».
Similitudes aparte, la realidad es que la experiencia de ambos estados con el absolutismo (los romanos con los reyes etruscos y los estadounidenses con los ingleses)infundieron en Alexander Hamilton la idea de dispersar el poder entre tres ramas para evitar cualquier abuso.
En cuanto a Adam Smith, pues, ya sabemos que su filosofía puede resumirse en la frase que él mismo repetía: «hay una mano invisible que acomoda todo». Ahora, hemos podido comprobar que el Mercado no se regula solo.
Con relación a «La violetera», bien es verdad que el maestro Padilla ganó en los tribunales a Chaplin y a la Paramount por utilizar su composición sin mencionarle en la película «Luces en la ciudad» de 1931.
Más tarde, Chaplin escribiría en sus Memorias que la canción fue la inspiración del film…
El comportamiento británico en la historia no tiene nombre. Lo curioso es que nadie lo menciona. Han conseguido que se hable de su democracia parlamentaria; de que el monarca reina y no gobierna…….; de su flema, de su estilo en la moda masculina; de los deportes……; en una palabra, se han creado una aureola inmerecida. Más allá de ciertos detalles de buen gusto su impronta como cultura ha sido nefasta, sin embargo han convencido al mundo de lo contrario.
Sr. «Pensamiento crítico», lleva usted razón.
Entre los siglos XVI, XVII y XVIII, la crueldad llegó a niveles de holocausto con la apocalíptica acción de los ingleses en sus áreas de influencia.
Lo que ocurrió es que el eco de la caja de resonancia de los anglos funcionaba a pleno rendimiento.
Mientras tanto, los españoles, éramos más proclives al reparto de cera que a una esmerada dedicación a los medios…
De la misma manera que hablas más abajo del enigma de Adam Smith, el gran enigma es la imagen de marca -por decirlo de alguna forma- mantenida por el Reino Unido, de la que el Sr. Smith debe ser una pieza entre tantas. La influencia británica ha sido de tal magnitud que la historia del mundo parece haber sido cincelada -escrita- en función de sus intereses. Y de la misma forma que hicieron que Adam Smith enterrara por decreto la historia económica anterior, actuaron de la misma manera con otras muchas materias.
Creo, Charles, que toca quitarse las telarañas de la cabeza, ventilar nuestras mentes, y recomponer nuestras ideas.
Adam Smith fue agente de aduanas…
Muchos economistas definen a Adam Smith como un misterio en un rompecabezas envuelto en un enigma.
A pesar de ello, las «corbatas Adam Smith» se llevaban como insignia de honor en los escalones superiores de la Administración Reagan…
Así es.
Yo también siento ciertas náuseas. No tanto por saber hasta dónde puede llegar la inmoralidad institucionalizada, al ver la utilización del tráfico de drogas por los ingleses para aumentar su comercio, sino al comprobar cómo ese país malvado nos convenció a todos de lo contrario.
Me parece que no estoy siendo original y repito lo que ya han dicho otros aquí mismo, pero es que por mucho que se repita será poco
Espléndido artículo y espléndidos comentarios.
La inflación fue analizada con detalle por el Padre Mariana.
En la cultura de los países católicos la Economía formaba parte de las Ciencias morales.
Y traído a colación, interpongo una moción de censura a la historiografía liberal del siglo XIX. Ni todo lo anterior a la Revolución francesa era tan malo, ni lo posterior tan bueno.
Reconozco el valor de la cultura anglosajona, pero para ellos siempre será una pesadilla que la cultura hispana, rusa y China les hagan sombra. Porque el Brexit y Trump no es más que una expresión de su progresiva decadencia.
Lee menos a Mariana, que decía cosas muy a propósito para hace cuatro siglos, cuando gobernaban hombres estúpidos, y lee más a místicas católicas como Simone Weil.
Prefiero a Edith Stein, filósofa judía discipula de Husserl, lee a Teresa de Ávila, se convierte, e ingresa en el Carmelo en Colonia.
No fue a las Brigadas internacionales ni fue marxista. Pero fue una destacada mística.
Muere en Auschwitz
Es Patrona de Europa.
No se debe leer lo que uno prefiere, sino lo que uno necesita.
Eso es tan subjetivo como lo que le decía, pero yo no le aconsejo nada, usted lee libremente lo que quiere, como yo.
JAJAJA, ya me dirás qué vas a aconsejar tú, cainita.
Tú no te enteras nunca de nada. Vives en Marte.