Este artículo no es un juicio a la Transición, ni al franquismo ni, mucho menos, a la II República o a la Restauración. Simplemente trata de buscar explicación a determinados silencios que ninguna de las cuatro etapas históricas quiso romper. Silencios, a mi humilde entender, de importancia suficiente para afectar a la psicología colectiva del pueblo español.
El 20 de Mayo de 1.741, Inglaterra sufrió la mayor derrota naval conocida hasta la fecha. Fue en la bahía de Cartagena de Indias. El héroe de la misma: D. Blas de Lezo Olavarrieta, Capitán General de la Armada.
Aquella no fue una batalla más. Ni siquiera una batalla importante. En la bella ensenada cartagenera el jefe de la escuadra británica, el Almirante Vernon, viró sus naves rumbo a Jamaica, asumiendo el mayor varapalo sufrido por una armada.
El rey inglés, Jorge II, prohibió expresamente, bajo amenaza de duras penas, que semejante hecho constara en crónica alguna. Para la historia, aquella derrota nunca debería haber sucedido.
Ya sabemos que los británicos son muy empíricos siempre y cuando las evidencias favorezcan sus intereses, de lo contrario, no tendrán empacho en superar a san Pedro y a quien haga falta, negando, no tres, sino las veces que sea necesario todo lo habido y por haber.
Hasta aquí, lo normal: una falsedad más de la historia. Incluso, podría explicarse el comportamiento de Jorge II. Lo que es imposible de entender es que la nación vencedora, España, se sumara al silencio decretado.
En el colegio todos aprendimos la derrota de la Armada Invencible, y maldita la gracia que nos hizo. Curiosamente, nadie nos explicó (o debieron hacerlo muy bajito) que Isabel I preparó en represalia una Contra Armada (también llamada por los historiadores la Armada inglesa) de mayores dimensiones que la propia Armada Invencible.
La Contra Armada zarpó con tres objetivos claves: Destruir en Santander la flota de la Invencible regresada que estaba en reparación. De conseguirlo, España se quedaría sin barcos en el Atlántico europeo. El siguiente paso sería conquistar Lisboa para apartar del trono luso a Felipe II que lo acababa de heredar de su madre Isabel de Portugal. De paso, convertirían a Portugal, con todo su imperio, en una especie de protectorado inglés. La última escala de este agresivo y magno proyecto era capturar a la flota de Indias esperándola en las islas Azores.
Al mando de los 150 buques de la Contra Armada iba el almirante Francis Drake (sí, el pirata) y el más famoso general inglés de su época: John Norris.
Drake estimó oportuno cambiar los planes y destruir primero La Coruña, por ser el puerto del que había partido la Invencible. El fracaso fue absoluto. De su heroica defensa surgió el nombre de la célebre María Pita. Corría el año de 1.589.
Drake y Norris prosiguieron a Lisboa con la intención de provocar el levantamiento de los portugueses en contra de Felipe II. No fue así. Nuevamente fueron derrotados. Drake fue acusado por Norris de cobardía por su comportamiento al amilanarse y no cumplir con su parte del plan. Drake adujo la imposibilidad de entrar en Lisboa debido a sus fuertes defensas y al mal estado de su tripulación.
El pirata convertido en Almirante puso rumbo al Atlántico para tratar de llegar a las Azores y cumplir el último de los objetivos. Nunca lo consiguió.
Es sorprendente el silencio sobre este fracaso inglés sin paliativos. En 1.604 Inglaterra pidió la paz y se firmó el Tratado de Londres. España reharía su flota y continuaría su dominio marítimo otro medio siglo, si bien el inicio de su declive como potencia marítima sería después de la Guerra de Sucesión.
Llama poderosamente la atención que haya sido una entidad inglesa, el Comité de Educación Secundaria de la Asociación Histórica Británica, quien denunciara, a través de su presidente, Ben Walsh, la injusticia historiográfica:
“La Armada inglesa nunca se ha enseñado en las escuelas británicas y la mayoría de los profesores de historia podría no ser consciente de que existió. Las culturas tienden a atesorar victorias. La Armada Invencible es percibida como una victoria y la Armada inglesa evidentemente no lo es. El plan de estudios moderno proviene de esos valores culturales (…) Podría parecer injusto que un ataque desastroso de Inglaterra contra España sea completamente olvidado, mientras que un ataque desastroso de España contra Inglaterra sea universalmente recordado”
En el extracto citado, Ben Walsh dice que “las culturas tienden a atesorar victorias”. Sr. Walsh, en España no. En mi bendito país magnificamos las derrotas y silenciamos las victorias ¿Por qué?
Volvemos de nuevo al mismo razonamiento que en el caso de Cartagena de Indias. Que los colegios ingleses tergiversen las cosas no está bien, pero es entendible en la hipocresía dominante. Ahora, ¡que en los colegios españoles ocultemos una verdad que reforzaría nuestra autoestima y orgullo de pertenencia! ¿En qué equipo juegan nuestras autoridades políticas y, ¡ojo!, académicas?
El 4 de Julio de 1.776 fue proclamada la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Desde su etapa de virrey en Nápoles, Carlos III sabía que el enemigo a abatir no era otro que Inglaterra.
En 1.711, en plena Guerra de Sucesión al trono español, Inglaterra definió su plan estratégico para derrotar a la Monarquía Hispánica, se tituló “Una propuesta para humillar a España”. En el mismo aparece la siguiente pregunta: ¿Cuál es la principal riqueza de la América española? La respuesta es contundente: la minería.
En el Perú y Alto Perú –la Bolivia actual- se encontraban las minas primordiales. El plan inglés se preguntaba qué hacer para destruir su actividad. Y su solución era clarividente: Había que suprimir el abastecimiento de carne vacuna y de yerba mate. La primera, por aportar y reponer la energía de los mineros; la segunda, al ser el antídoto eficaz contra los gases producidos en el interior de aquellas.
La carne se encontraba en Buenos Aires y en Montevideo; la yerba mate en Asunción. El plan establecía que había que separar estas tres regiones y conseguir que se ignoraran entre ellas. Así se conseguiría el colapso de la producción minera.
La minería era el pilar de la economía física. Gracias a ella era posible la confección de manufacturas, es decir, de bienes de alto valor añadido. La cantidad de mineral que se enviaba a la Monarquía Hispánica europea era el quinto real –el 20% del total- en concepto de impuesto.
Conocedor de este plan, sabiendo el papel clave que jugarían en su implantación los puertos de la América británica, y después del intento fallido de la invasión inglesa a Cartagena de Indias, Carlos III decidió actuar como sujeto activo en la planificación de dicha independencia. Los personajes claves fueron José de Gálvez (Secretario de Indias) por parte española, y Alexander Hamilton (futuro 1er Secretario del Tesoro) por la americana. El ejecutor militar español fue Bernardo Gálvez, sobrino del poderoso Secretario de Indias.
¿Enseñan esto en algún colegio? Todos hemos oído un millón de veces el papel de Lafayette y de Francia, cuando sin la planificación intelectual y participación económica y militar de España la famosa independencia americana no se habría producido, al menos en las mismas fechas.
No puedo evitar volver a preguntarme por qué. ¿Por qué tanto silencio?
¿Podría deberse al desplome producido como consecuencia de la invasión napoleónica y, sobre todo, de la influencia británica gestada durante la Guerra de la Independencia? Algunos indicios racionales apuntarían hacia ese lado.
Desafortunadamente, nuestra historiografía ha sido muy seguidista y pusilánime. Últimamente parecen emerger nuevos investigadores desmarcándose de esta tendencia tan desafortunada para nuestra conciencia colectiva.
El próximo artículo estará dedicado a este mismo asunto.
Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz
mlastramuniz@hotmail.com
PD: Os dedico el Intermedio de Goyescas de Enrique Granados
https://www.youtube.com/watch?v=r15UJA2Ee9M
La información histórica que citas, es rigurosamente cierta.
Tengo muy claro que hay que COMBATIR la mala imagen que el español tiene en general de sí y de la Historia de su país. Algo que se remonta al Regenaricionismo de Joaquín Costa y noventayochistas.
Somos uno de los pocos pueblos que habla mal de sí mismo, algo que desmoraliza ciertamente, porque está muy asumido.
La verdad no es democrática.
La Historia de España con sus luces (muchas más) y sus sombras, ha sido sencillamente noble.
Julián Marías en «España inteligible» apunta a un aspecto originario de ese pesimismo histórico de los españoles:
El desencanto de España con Europa.
Desencanto que se produce fundamentalmente con las horribles guerras de religión del siglo XVII.
Con la quiebra de la Cristiandad (doble autoridad -política y moral- entre el emperador y el Papa, que es el modelo de Carlomagno), España se encierra en sí misma porque su política exterior además de ruinosa por las continuas guerras, se desencanta con unos europeos inclinados al mercantilismo, la colonización, y la emancipación moral.
Con la Cristiandad rota y por desaparecer, el orden político y económico no está subordinado al moral.
No abogo por ello por el viejo orden, irrecuperable y acrónico, pero que deba haber una autoridad moral (no única pero sí uniforme) que no confluya con el poder político y económico, me parece realmente emulable de la vieja Cristiandad.
Si la Ley o el Mercado nos dicen lo que está bien o está mal, porque ellos lo fijan sin más fundamento que el consenso (eufemismo de pacto de poderosos) de los distintos intereses, LA MAYORÍA SENCILLAMENTE ESTÁ VENDIDA.
España es de los pocos países, si no el único, que no tiene que falsear su historia para sentirse orgulloso de ella. Cuando me enteré del nombre que habían dado a la última operación contra esa sentina antaño conocida como Partido Popular, sentí náuseas: «Lezo» la han llamado. Me alegra que alguien tan lejano a mí en otros criterios denuncie, no ya el falseamiento, sino la ocultación de nuestra bella historia.
España tiene un problema de autoestima.
Confiemos en que las jóvenes generaciones miren a su país con ojos más limpios que los de sus abuelos…España tiene un
Lo he dicho en el artículo del profesor Sánchez, y lo repito: somos muchos los que tenemos autoestima, orgullo de ser españoles y, por ello, no queremos dejar pasar ni una a la banda de hijos de satanás que llevan desde 1978 tratando a España como un cortijo (incluidos separatistas).
Yo no me siento retratado por Felipe X González cuando dice que los españoles estamos resignados ante la «sentina, antesllamada PP» en palabras de Censor.
De lo que no me siento orgulloso, es más, me siento asqueado, es de los políticos rancios, de la monarquía rancia que caza elefantes y tiene amigos compi-yoguis y de los corruptos del Ibex 35. Del resto, de los que hacen I+D+i con cuatro perras, de los que publican a diario la mierda de LA TRAMA, de los de NO es NO, de los que se comen guardias interminables en hospitales, bomberos, RSU, de los que siendo autónomos sacan una familia adelante etc etc, de esos, de todos esos: orgullosísimo.
Y, también muy orgulloso de todos aquellos que desvelan por qué la transición española no fue más que un teatro para que los Franco y CIA siguieran manejando las riendas del país. Todos ellos y sus herederos siguen en las instituciones… Constitucional, Supremo Zarzuela, Parlamento…
Abuelos que gritaban «Viva Rusia» como muestra de su amor a España, y blandían la bandera roja con la hoz y el martillo simbolizando su amor patrio…
Abuelos que gritaban “Arriba España” como muestra de su amor a España, y blandían la bandera fascista con la gallina Caponata simbolizando su amor patrio…después de dejar a más de 100.000 españoles en las cunetas.
Censor, por ahí vas regular ná más…
En la Memoria para ir recto hay que recordarlo todo.
España tiene una extensa y bella historia que no debe contarse desde el ámbito individual…
Hombre Charles, para la historia general, los libros…el resto solo somos individuos.
Contar la historia desde una perspectiva particular, sesgada y excluyente es lo que hace la ley de Memoria Histórica.
Sobre todo con el recuento de los más de 100.000 asesinados, fusilados y rematados que aún están en las cunetas. Entre ellos, familiares míos. Mira ojalá y estuvieras tú también en esa situación de saber dónde están, pero no poder sacarlos. Así entenderías lo duro que es tener que leerte.
Sería estupendo recuperar esos cuerpos y darles digna sepultura.
Y no indagar en las causas, los represaliados dentro del bando republicano pueden ser muchos de ellos. El cainismo republicano (anarquistas, troskistas, estalinistas,…) fue muy destacado.
El artículo plantea una pregunta difícil de responder ¿Por qué la ocultación de parte de nuestra historia? Los responsables tienen nombre y apellidos en cada época: Los encargados de elaborar los planes educativos.
Lo más curioso es que ese «acuerdo» afectó de igual forma a las autoridades republicanas como franquistas y, desde luego, de la Transición. Para mí, no es casual.
Como anécdota puedo contar lo que una persona de la Asociación Blas de Lezo (la que se encargo de recolectar los fondos para erigir la estatua que hay en la Plaza de Colón de Madrid) me comentó al poco de decidirse la localización del monumento.
Según su versión, tuvieron que sortear varios obstáculos para lograr un lugar mínimamente digno. Y si os dais cuenta, en la leyenda del pedestal no se refleja su victoria en Cartagena de Indias. O sea, se consigue erigir la estatua pero sin explicar la gesta clave de la persona. Me parece inexplicable.
Parafraseando la pregunta del artículo.
¿Por qué la ocultación de la victoria en Cartagena de Indias en la leyenda del pedestal? Si tenéis oportunidad, leedla. Son vaguedades. No se realza nada concreto. Da la impresión de no querer molestar
La respuesta a su pregunta, Ana, quizá se halle no muy lejos de Colón, en la Plaza Margaret Thatcher.
Tiene razón ¿Qué hace una plaza dedicada a Margaret Thatcher en el centro de Madrid? Las calles de nuestras ciudades deberían tener los nombres de personas españolas y vinculados a nuestra cultura hispana. Pudiendo ampliarse a gente de otras nacionalidades si hubieran sido reconocidos artistas o científicos. Designar a políticos me parece totalmente inconveniente, sean del color que sean.
Cosas de Aguirre, muy anglofila ella.
Muy interesante. Se aprenden cosas y su lectura tonifica, lejos de los maniqueos articulos ideologicos.
Lo has descrito perfectamente.
D. Marcelino, le animo a que siga con este tipo de artículos. Como dice D. Manuel Valero en otro comentario, se agradece salir del maniqueísmo ideológico. Además, los españoles necesitamos luz sobre nosotros mismos. Uno empieza a hartarse de tanta tiniebla.