Manuel Valero.- No se trata de un sesuda especulación científica sino la certeza existencial de un hombre anónimo que en estado de embriaguez dibujó con el dedo impregnado en cerveza varios círculos concéntricos hasta llegar al gigante del exterior que dibujó a duras penas porque se había quedado sin cerveza en el dedo, y sin cerveza en la jarra, y sin dinero para seguir bebiendo.
Esto que les cuento, un poco aderezado con la lírica del recuerdo ocurrió en realidad. En Madrid. Yo estaba en un bar leyendo El País, diario recién salido del horno de la historia que era el signo inequívoco de que la progresía ya se disponía al asalto político para rescatar a España de su medieval melancolía. Estaba como a dos metros de mí. Completamente pedo, pero muy lúcido. Hablaba solo y hacía filigranas en el aire con su dedo índice como para dar a entender la verdad cátedra de lo que decía. “Así es la vida, muuuchos círculos que se contienen a si mismos como las matrioskas rusas”. A mi me recordaba un poco a Rizzo el soberbio perdedor de Cawboy de Medianoche. “El primer círculo que es un puntito apenas, somos nosotros mismos, luego el que le sigue es nuestra vida inmediata, la familia, pareja, hijos, padres, nuestra casa; después viene el círculo de los amigos íntimos y luego el de los demás amigos y familiares y luego los conocidos, los compañeros de trabajo, luego el del barrio y la gente que apenas conocemos, y luego el círculo de la ciudad con más gente, y finalmente, el del mundo con toda la gente…”
Mientras hablaba miraba los círculos dibujados sobre la barra y hacía molinetes con la mano que no sujetaba la jarra. Apenas se nos despierta esto- dijo señalándose la cabeza- creemos que el verdadero mundo está más allá de los círculos concéntricos a nuestro alcance y nos lanzamos a la conquista de los amplios círculos exteriores descuidando los círculos más pequeños que nos asfixian Y claro, el golpe es morro…co..morroco…” “Morrocotudo”, le respondí yo para salir del atolladero.
Sorprendido, me miró hipando solo una vez como si con ese hip se le hubiera ido todo el embotamiento. Entonces le pedí que me dejara invitarlo a un café porque me había parecido interesante su teoría de los círculos concéntricos. Aceptó y estuvo una hora generosa explicándome que el secreto de la vida consistía en pasar al siguiente círculo cuando todo estaba en orden en el primero, y que era el propio crecimiento natural el que te acercaba a la segunda frontera con la ayuda del destino. Tenía una deuda pendiente con el destino. “El día que me lo eche a la cara le meto así, por hijoputa”. Pero se calmó y me puso centenares de ejemplos sobre su elucubración. El mismo Camus lo hubiera escuchado con atención. De hecho debo confesar que hubo un momento en que yo me creí, él, Camus. Sin darme cuenta había roto muchos círculos… inutilmente.
Y prosiguió:
“Condenamos la pobreza mundial pero somos incapaces de socorrer al yonqui de la esquina; la pobreza mundial es el último círculo, el drogadicto de nuestra calle es el círculo del barrio. Está a nuestro alcance. Queremos ser lo que no somos porque quedamos abducidos por el glamour y la belleza de los medios y todo lo que tenemos a mano, nos parece feo y aburrido. Nos quejamos con pancartas de la iniquidad de la guerra, y luego de la manifestación la gente se va a su casa y se olvida, porque las bombas caen a miles de kilómetros de su terraza. Ponen frases lapidarias contra los ricos del mundo en su muro de Facebook y con eso creen que han cumplido. Pero en el fondo querrían tener tanto dinero como el pelozanahoria que ahora manda en Estados Unidos. Lo único cierto de la vida de un ser humano son sus primeros círculos. Me podrás decir que a veces esos círculos son tan viciosos que hay que huir de ellos; pues bien, es cierto y cuando así es la gente rompe amarras y huye. Pero el gran error es que queremos arreglar el maldito mundo sin atender a los arreglos que verdaderamente importan y es colocar nuestras propias piezas para encajar nuestra lógica absurda en el gran puzzle de este mundo absurdamente lógico. Las ONG,s compiten en anuncios como diciendo, eh oiga, ayúdeme a mi mejor que a este otro que tiene mucha burocracia que distrae la efectividad del óbolo. Los políticos, todos, hablan de la felicidad colectiva pero la inmensa mayoría de ellos está pensando en la propia bonheur, en su estupendo primer círculo. Y sin embargo hay una gran paradoja, una asombrosa paradoja que me asombra tanto como debería asombrar la contemplación del big bang”
A esas alturas de la conversación yo estaba absorto, dejándolo hablar, pensando en cuanto decía, y viendo con claridad meridiana situaciones y rostros que me eran familiares. “A qué se refiere con eso de la gran paradoja?”, le pregunté. El guardó un minuto de silencio. El café lo había despejado pero prefirió de nuevo la nebulosa de la embriaguez. “¿Puedo tomar una copa de coñac, amigo?”“Creo que no debería. En su estado lo mejor es que se vaya a casa. Si quiere le acompaño o le pido un taxi”, le dije como cualquier persona normal le hubiera dicho. “Pues no hay paradoja”, su voz sonó cómicamente seria, el labio superior desapareció literalmente debajo del inferior. Los borrachos pensadores son niños. “Sólo si me deja luego llevarle a casa” “Venga”. Y soltó lo de la gran paradoja de su teoría existencial de los círculos concéntricos:
“Las redes sociales han roto todos los círculos menos el primero y el último, hay una entropía emocional sin orden, anónima, un magma sin rostro que está conformando un nuevo populacho, una opinión pública borrosa que cambia a una velocidad de vértigo, que se exhibe, que se filma, que amenaza e insulta… Todo eso va desde el circulito chico de la intimidad de uno al cosmos del último circulo. La vida es una puta matrioska. Nos queremos follar a la más grande cuando tenemos a mano la más menuda y hermosa. Somos gilipollas”.
Me levanté y le ayudé a mantener la vertical pero me retiró el codo con un gesto desabrido. “No hace falta ni que me ayude ni que me llame un taxi”.
Y salió del bar altivo y orgulloso como buen perdedor, andando con clarividencia porque sus pies parecían haber recobrado de repente una lucidez remota que hubiera perdido cuando las cosas aún eran tiernas. Inconscientemente llamé a Manuela. Quería estar con ella. Era mi primer círculo. ¿O era el siguiente… o… ?
Interesante artículo que, tal vez, pueda ser un claro ejemplo del refranero español cuando afirma que «los niños y los borrachos siempre dicen la verdad».
Debemos recuperar la sencillez y el valor de las pequeñas cosas que hacen crecer a nuestra empresa, a nuestra familia y a nuestro entorno.
Creo que deberíamos tener siempre presente que los segundos o minutos que ganemos corriendo no compensan todo lo que perdemos en calidad de vida.
Por cierto, entre las consecuencias del consumo abusivo de alcohol, hay una especialmente curiosa: dejamos de percibir el miedo…
Enhorabuena, D. Manuel…
El sentido común es lo que se ha perdido en esta sociedad de la información y las redes sociales y, por culpa de esas redes sociales, individuos como este holandés infame, Geert Wilders, el islamófobo que vive rodeado de pistoleros, se pueden remover los sentimiendos más asquerosos del ser humano sin moverse de casa y poner contra las cuerdas a un país como Holanda.
Estemos al loro…ejemplos tenemos aquí. O defendemos lo que hemos conseguido, o estos castrados mentales terminarán jodiendo la poca democracia que tenemos. Para ellos solo existe un círculo: el primero. A los demás que les vayan dando…Puto egoismo bañado de una pátina de fascismo al estilo Mussolini: bárbaro e inculto.
Podemos no es demócrata. Quiere excluir a los católicos como el extremista holandés a los musulmanes, de la vida pública.
Mira la viga que tienes en el ojo antes que en el ajeno.
Mira que llegas a ser imbécil.
Hobbes, jejeje.
Haciendo de Fisac en el artículo de Manuel…
No tienes precio.
Soy más listo que tú, ya sé por dónde respira tu odio.
Esencialmente contra mí.
Como cristiano asumo ese precio, va de suyo.
Cristianos los hay mejores que yo sin duda, pero no deseo ser santo.
Ayyy que mal lleváis a los católicos respondones.
Con lo bien que estábamos calladitos en nuestros templos ocupando una posición residual y marginada en la opinión pública dejando que vosotros los demócratas y progresistas dictaminárais lo bueno y lo malo desde esa posición de superioridad moral que se cae a pedazos porque el rebaño prefiere ir a su bola.
Pues majo la realidad es plural, y el que va de excluyente directamente es vetado.
Y da gracias a que esta democracia os permite tener representación parlamentaria. Osvaldo Paya no tuvo esa suerte en Cuba.
Le mataron por opositor y por cristiano, un opositor y un cristiano comprometido desde Cuba no desde Miami.
La verdad es aplastante como la realidad.
El odio proviene de la ignorancia, pero hoy más aún de la impotencia.
A mí mientras los musulmanes no excluyan la cultura plural que los acoge, se integren occidentalizandose sin perder sus creencias y no se formen guettos, no me estorban para nada.
Conozco musulmanes que son buenas personas y están integrados, conocen nuestro idioma y tienen arraigo ya en este país.
Estupendo relato. La verdad es que todos hemos experimentado esa lucidez que da la borrachera melancólica.
No creo que el problema de este mundo sea que haya ricos, sino que demasiados deseen serlo.
No creo que el problema sea que no seamos iguales, sino que es cada vez más difícil ser distintos.
No creo que el problema sea la falta de fraternidad, es que hemos globalizado la indiferencia frente al próximo.
Los tres valores de la Revolución francesa, la libertad, la igualdad y la fraternidad están quebrados.
La triple entente cultural de Occidente: el liberalismo (libertad), el socialismo (igualdad) y el cristianismo (fraternidad), hoy se enfrentan entre sí por falta declarada de tolerancia.
Mientras que no aceptemos como natural que nos moleste que el distinto pueda al final tener razón, no viviremos tolerándonos.
Porque hoy en Occidente asistimos a una CRISIS DE TOLERANCIA, que no es admitir indiscriminadamente lo distinto, sino la actitud que nos permite vetar a los excluyentes.
(Manuel, no estoy bebido…aún. La culpa la tiene un Curso de Doctrina Social de la Iglesia).
Pablo Iglesias ya tenemos una cosa en común.
AMBOS MARCAMOS LA X DE LA IGLESIA CATÓLICA.
https://laicismo.org/2016/pablo-iglesias-marca-la-casilla-de-la-iglesia-en-su-declaracion-de-hacienda/140597
Este Pablo Iglesias es un tío muy grande, serio donde los haya, jajajajajaja.
Los discursos de Ángel Manuel son como esos largos tratados de teología en latín que ni siquiera los curas se leen y que no sirven absolutamente para nada.
Pues no escribo en latín, y cada vez soy más breve y directo.
Vosotros, en fin peores de lo que imaginábamos, con lo listos que eráis y lo tontos que éramos los demás. Uufff vaya desastre.
jajajajajaajaj muy bueno Mahouma