Vicente Castellanos Gómez*. Doctor en Historia. Catedrático del IES Santa María de Alarcos. Miembro del Instituto de Estudios Manchegos.- Hoy hace cuarenta años que falleció en un desgraciado accidente de tráfico, cerca de Alicante, donde se dirigía, el cantautor Javier Segovia Molina, cuyo espíritu creativo forma parte del paisaje cultural de la Transición en la provincia de Ciudad Real. Tenía solo 23 años.
Aquel domingo por la tarde tomó un café en el Trini y partió hacia la ciudad mediterránea donde trabajaba, a la que nunca llegó. De madrugada le sorprendió la muerte. Sin embargo, en su corta vida artística, truncada por el destino, fue capaz de despertar la conciencia manchega en muchos jóvenes de su generación, que, desde aquel infortunado día, le consideraron y le consideran el icono siempre vivo de una época emocionante e irrepetible.
Nos situamos en los años de los cantautores españoles que, utilizando el arma de la canción protesta, se enfrentaron a la última fase de la dictadura del general Franco y abrieron caminos de creatividad en conexión con los sentimientos del pueblo al inicio de la Transición. Imposible olvidar canciones que se convirtieron en símbolo: A galopar de Paco Ibáñez, Al vent de Raimón, Para la libertad de Serrat, Canto a la libertad de Labordeta, Al Alba de Aute, Libertad sin ira de Jarcha y otras muchas.
¿Fue Javier Segovia uno de ellos? No cabe duda de que sí. Todos los que le conocieron afirman que, de no haber sido por su trágico sino, Segovia se hubiera consagrado como uno de los grandes cantautores de aquella etapa. Sus canciones Instancia o Madre Mancha están en el perfil del mito reivindicativo correspondiente.
A falta de esa confirmación, lo que si está claro es que Segovia fue paradigma de una época de trovadores en la Mancha, animados todos ellos por la amplia oferta de festivales folk a lo largo y ancho de la provincia de Ciudad Real, especialmente el Festival de la Canción Manchega que se celebraba anualmente en la plaza de toros de Ciudad Real y el Festival de las Tablas de Daimiel. Otros artistas habituales de aquella intensa vivencia musical fueron Jesús Romero “Roco”, Antonio Barba, Sandalio Morales y un largo etcétera, al que se suman grupos como A cal y canto de Daimiel, Palabras de Alcázar de San Juan, Obsesión de Arenas de San Juan, Raíces Profundas de La Solana, Sillares de Villarrubia de los Ojos y muchos más.
Javier Segovia, perteneciente a una familia de clase media, característica de la capital, sin especial preparación musical, pero con un gran talento por desarrollar, demostró ser un buen letrista con temas dedicados fundamentalmente al amor, la libertad y la tierra, su Mancha querida y reivindicada. Bebía casi siempre de fuentes autobiográficas y encontraba inspiración en experiencias personales y sentimientos profundos de identidad común cuestionada. Su forma de componer era autodidacta, humilde, consiguiendo interesantes melodías a partir de una armonía muy sencilla, pues sus conocimientos eran escasos. Sin embargo, compensaba con creces gracias a su magnífica voz de barítono profundo, capaz de transmitir con veracidad y emoción, capaz de enamorar al público con su elegancia y certeza.
En su corto recorrido amateur Segovia actuó en solitario pero, sobre todo, formó conjuntos y colaboró con varios grupos de la capital manchega: Celtas Cortos, Preludio (1971-1972), Aldonza (1972), Pandorga (1972-1974), Puzzle (1974-1976), Yako y Mesnadas (1976) y Ojos del Guadiana (1976) —grupo folclórico de fugaz existencia—. Su último hito fue participar en el Festival nacional de folk Arosa 1976.
Durante cuarenta años Ciudad Real no le ha olvidado. Son muchos los agentes sociales y humanos que ensalzan su recuerdo y engrandecen su recuerdo, destacando tres, por su cercanía y fidelidad: su hermano, Alberto Segovia, poeta consagrado, siempre leal al significado y recuerdo de Javier, al que ha dedicado una amplia colección de poemas de amor y ausencia; la Asociación de Amigos de Javier Segovia, creada en 2008, que recogió el legado de cuantos convivieron y tuvieron amistad con el cantante para rescatar lo mejor de aquel tiempo en formatos diversos como homenajes poéticos, una estatua homenaje en el Prado de Ciudad Real o la edición de tres discos con versiones de sus canciones más importantes (Cantos a nuestra tierra de 1996, Todavía en 2007 y Cantando a Javier en 2015), promocionados con preciosos y sentidos conciertos; y, en tercer lugar, la fiesta, la celebración, cuyo nombre en Ciudad Real, por excelencia, es Pandorga, y que le recuerda cada año con la interpretación de la canción del mismo nombre, composición de Javier Segovia.
Queremos unirnos a este homenaje perenne con la investigación histórica y una futura publicación que recoja el tiempo y la vida de Javier Segovia, su obra y su aportación en forma de patrimonio inmaterial de valor innegable. Ya hemos empezado la labor con la publicación de un trabajo titulado Te acuerdas de Javier Segovia, recogido en el libro La Transición vivida (Ediciones IES Santa María de Alarcos, 2016). Sin embargo, el trabajo recopilatorio, científico y riguroso, va mucho más allá de la mera biografía del cantautor y ambiciona reflejar al trovador y su época, la plasmación musical de su obra musical a partir de extractos de sus grabaciones originales y la colección hemerográfica y oral de todas las fuentes posibles para reintegrarlo a la historia viva de la ciudad y de la provincia. Este trabajo lleva tiempo pero sin duda merecerá la pena porque, cuarenta años después, Javier Segovia “no es nostalgia”. Javier Segovia “vive” y ha de ser rescatado, conocido y valorado por las nuevas generaciones y las que les sigan.
Como quisiera hacerte un verso dulce, que fuera corto y profundo,
y que, al mismo tiempo, sin decir tu nombre,
se sobreentendiera que va dedicado a ti [De su canción Verso dulce].
* Autor de la obra Musicalerías. Ciudad Real: música y sociedad (1915-1965), publicada por la Biblioteca de Autores Manchegos, Diputación Provincial de Ciudad Real.
«Cuando los sentimientos finalmente se expresan te hacen llorar, es simplemente eso.» (John Lennon)