Tomo prestado el título de un prólogo escrito en 2005 y que nunca se publicó por raras razones, o por raras sinrazones. Prólogo que estaba destinado a acompañar el texto de 1985, sobre Arquitectura popular manchega, que había servido de discurso de ingreso de Miguel Fisac en el Instituto de Estudios Manchegos y que fue reeditado desde la Fundación Fisac en el año citado, sin el prólogo que ahora acompaño en la parte final del texto, como un inédito oportuno y apropiado.
Ahora, en 2017, con la presentación de la última pieza publicada sobre al arquitecto daimieleño (Ana Victoria López, ‘Miguel Fisac ¿desconocido?’ ediciones Contraluz, 2016), emergen algunas de las cuestiones que gravitaban en el título del trabajo inédito. Esto es, por muchas aproximaciones y reflexiones que realicemos en torno a nuestro personaje, siempre existirán zonas de sombra. Zonas oscuras y campos nos desvelados que hacen denominar a Ana Victoria López su trabajo de tal suerte interrogativa, a propósito del conocimiento/desconocimiento de Fisac.
Un conocimiento/desconocimiento improbable, en la medida en que Miguel Fisac cuenta con una bibliografía a él dedicada considerable y significativa. Y potenciada desde 1994, con el otorgamiento de la Medalla de Oro de la Arquitectura, y en 2002 con el Premio Nacional de Arquitectura, que dio pie a la publicación de un catálogo monográfico. Potenciación reforzada además, por la actividad celebrativa de la Fundación Fisac, constituida en 2005 en Ciudad Real. Actividad marcada por dos Simposios celebrados y un Congreso con la publicación en 2009 de sus comunicaciones. Todas ellas referidas a Fisac.Para redondear todo ello, con el ciclo de conferencias de 2013, año del centenario de su nacimiento.
Otra cosa será la pretensión de ordenar los espacios privados de su vida familiar y de sus siluetas íntimas y personales, que esa parece ser la intención mayor de la autora del libro comentado. Donde, ciertamente, podremos aceptar el hipotético desconocimiento del personaje. Como, por otra parte, debe ocurrir con carácter general con la vida personal y privada de tantos creadores. Luego el desconocimiento deberá de atribuirse al espacio de esa privacidad, que resulta innecesaria en el conocimiento de su obra.
En mi caso, y al margen de la presencia de Miguel Fisac en las obras generales de la arquitectura provincial y/o regional en las que he intervenido, creo haberme ocupado en múltiples ocasiones por tratar de ubicar y entender el papel desempeñado por Fisac en la cultura arquitectónica española contemporánea. Así, desde 1980, en una lejana recensión en la revista Almud, del trabajo de 1979 de Mari Cruz Morales Saro, publicado por el Colegio de Arquitectos; hasta estas mismas líneas dan cuenta de esas Aproximaciones sucesivas.
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Sirvan las presentes líneas, no tanto para presentar el discurso de ingreso de Miguel Fisac en el Instituto de Estudios Manchegos dictado en 1985 que ahora puede revisarse en esta reedición, cuanto para ubicar los intereses del mismo en ese ámbito temático de la, así llamada, Arquitectura Popular. Intereses modernos, los sostenidos por Fisac, que se anudan y trenzan con los intereses mostrados por ese territorio de la edilicia popular; en una mostración de diversas coincidencias que es preciso retener y anotar.
Intereses encontrados y cruzados, por la forma moderna y por la forma tradicional o popular, que se remontan a una temprana conferencia de 1951 en el Ateneo madrileño. Conferencia más tarde editada por Rialp bajo el título La arquitectura popular española y su valor ante la del futuro, y que supone de hecho un anticipo sintomático de las palabras pronunciadas treinta años más tarde. Aunque con algunas diferencias de matiz y tono, que veremos más abajo. Interés formal, compositivo y constructivo por las experiencias populares, que no se limitan a una mera visión arqueológica o antropológica de la edilicia rural, sino que trata desde ella de reflexionar y obtener réditos arquitectónicos. Como si en un momento confuso de la disciplina, preñada de estilemas históricos, se optase por la elementalidad de piezas blancas sintéticas y solitarias.
El interés moderno por la arquitectura popular tiene algunos precedentes sintomáticos, producidos en los años treinta que conviene señalar. Fernando García Mercadal, miembro fundador del GATEPAC y conectado internacionalmente con el CIRPAC, publicaba en 1930 un interesante trabajo denominado La casa popular de España, para demostrar la concurrencia de intereses entre la expresión moderna y el análisis formal y constructivo de la Arquitectura Popular. Aunque el enunciado de su trabajo cite sólo a la casa y no a la arquitectura, sus intenciones parecen evidentes. Similares serían las propuestas visibles en la revista AC-Documentos de actividad contemporánea, órgano del GATEPAC/GATCPAC y particularmente el número 18 publicado en 1935. Propuestas que se repiten en varios números más y que muestran cierta identidad entre determinados supuestos modernos y la elementalidad constructiva y plástica de la forma popular. Similares esfuerzos de divulgación, análisis y estudio de la Arquitectura Popular han tenido prolongaciones posteriores de la mano de Leopoldo Torres Balbás, de Carlos Flores y de Luis Feduchi, produciendo textos clásicos e inseparables ya del territorio mismo de la Arquitectura.
Esa dualidad de registros e intereses en Fisac, llega a tener implicaciones evidentes en su obra construida. El mismo reconoce en el trabajo que se reedita ahora, esas influencias estilísticas, captadas de forma intuitiva en el temprano trabajo del Instituto Laboral de Daimiel en 1951. Aspectos formales y plásticos, los de la arquitectura de Fisac, que no sólo se ubican en las vías del empirismo nórdico y del organicismo escandinavo, sino que beben en los abrevaderos intangibles de las tradiciones populares de luces y cales, de sombras y tierras pardas. En la arquitectura de Fisac coexisten la innovación tecnológica y formal con la recurrencia de imágenes del pasado explorado. Imágenes reiteradas y recuperadas, que dan salida consecuente, a otros textos menores en 1975, sobre La quintería y en 1982 produce algunas consideraciones y consejos ante la Comisión Provincial del Patrimonio de Ciudad Real. Consejos y premisas ligados a ese sentimiento nítido por la formalización popular y su coherencia constructiva.
El texto que hoy se recupera participa de esas matrices desveladas antes. Aunque aparezca recorrido por la sombra de una duda y por una cierta melancolía que se hace más evidente en el Epílogo, donde el gozo de la anterior descripción se cubre de una cierta desolación final. Y es que en 1951, aún la población activa agraria se acercaba al 50% del total empleado; mientras que en 1985 la transformación productiva del campo había adelgazado la nómina hasta un escaso 15%. El despoblamiento del campo comportaba la lenta extinción del campesinado, en palabras de John Berger, y la más segura extinción de sus realizaciones. Y entre ellas las pequeñas edificaciones que habían jalonado su existencia y que eran vistas como expresión de un orden vital. Si la expresión de la forma popular, en las palabras preliminares de Fisac, es “pueblo y tiempo”, la mutación de ese tiempo y la transformación de ese pueblo, dictará la implacable ley de su extinción. Una mutación y una muerte, cuyas “cenizas se han esparcido al viento” de una tarde que se extingue. Y sólo queda ya el viento y su mensaje.
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Periferia sentimental
José Rivero
Existe una omisión metódica e institucional encaminada a que, tanto la memoria como sus obras, sean realmente olvidadas.
Los biógrafos oficiales del Opus Dei suprimen de su historia a todos aquellos que dejan la Institución. Y no escapa a esta norma, de dar la muerte civil a todo aquel que deja de someterse a su «santa coacción» y les abandona, ni siquiera aquéllos que fueron piezas esenciales para el nacimiento y ulterior desarrollo de la Obra.
La trampa de la vocación…
Que hable Dios que de esto sabe más que el diablo. Aunque al final, ni lo ni lo otro, solo piedras deslavazadas.
El problema de este genial arquitecto para que sea recordada su memoria, es que diseñó demasiadas iglesias.
A la Iglesia católica, y en general al cristianismo, le cuesta encontrar hueco y reconocimiento en la cultura occidental, la que precisamente engendró ella como transmisora del clasicismo, y como gran mecenas de la Historia en todas las Artes.
En una entrevista en TVE, en los archivos estará, a raíz de la demolición de La Pagoda, culpaba a La Obra de ser el arquitecto más derribado, o demolido, o algo así, de España.
Recordemos que fue de los primeros en entrar y de los primeros en salir de La Obra
A mí me pasó lo mismo, un par de charlas de miembros del Opus Dei, y vi que no era mi sitio…
Me volví al bar.
Allí me encontré con los jesuitas.
De «los llamados a la santidad» a la «Societas Jesu».
Y salgo de Poncio y me meto en Pilatos…
Pedro Sánchez y Zapatero….Iglesias y Errejon…salimos de Málaga y entramos en Malagon.
Sólo una pequeña correccion: la Fundación Miguel Fisac se constituye el 22 de noviembre de 2006.
La formalización legal de la FF sería 2006, pero los antecedentes y los primeros movimientos proceden de 2005. Y ello altera poco lo escrito y afirmado.
Fisac es un valor con mayúsculas en nuestra región. Traer a colación su ascenso y caída en desgracia en relación al Opus Dei, me parece que está fuera de lugar para valorar su aportación de una puesta al día de la tradición y la idiosincrasia manchegas – en este caso, arquitectónica. La antigua casa de la cultura / biblioteca (en el Prado), es un claro ejemplo de cómo destrozar un edificio emblemático cuando cae en manos de ineptos, sean técnicos o políticos: Fisac comunica el entorno y la tradición con la arquitectura nórdica moderna, como no lo consigue – por ejemplo – Fernández Alba en el nuevo conservatorio.
Algunos, incluidos personas y personajes relevantes de nuestra cultura local, no entienden que la Fundación Fisac merezca un espacio para dar valor y visibilidad a su obra. No es de extrañar: es mejor «que inventen ellos».