Aunque sea en plena resaca de FITUR 2017, conviene decirlo, cuando otros muchos callan y complacen.
Algo que ocurre todos los años de forma puntual, desde hace ya treinta y siete ejercicios.
Como otra celebración laica, festiva, lúdica, gastronómica, visionaria, recreativa, ilusionista y otros ismos plurales.
Incluso los Ismos del pasado del Turismo Institucional.
Que no esconden su condición de hijuelas dictatoriales del pasado.
Primero, en los veinte del veinte, con Primo de Rivera y el Patronato Nacional de Turismo y el primer movimiento de Paradores.
Luego en los sesenta del mismo siglo, con el marchamo de un Ministerio ad-hoc, dirigido por Fraga Iribarne, desde la poltrona de Información y Turismo.
Sin que se haya explicado convincentemente, esa unión de la Comunicación, la Ley de Prensa y la censura con el Turismo, ya en los años de sol lejano. Y del festival de Benidorm, inventado como adorno inefable de una costa que había que vender y parcelar.
Reinventor Fraga, de los Paradores de Turismo y promotor de legislaciones laxas de Desarrollo y Promoción Turística. Capaces de arruinar el litoral patrio.
Y todo eso se amalgama hoy redivivo y de forma variopinta, con un discurso sobre el Turismo Líquido (en homenaje a Zygmunt Bauman) y sobre el Turismo como fuente de riqueza.
También sobre el Turismo Político, que no es un viaje a Tirana o a La Habana.
Y, todo ello, en plena cuesta de enero.
Cuando todo es sólido, pero llamado a desvanecerse. Como todo lo que luce bajo el sol.
Con el frío adentro para vender calor, playa y gazpacho.
Como pasará más tarde, en febrero, con ARCO, con la ilusión del Arte.
Y es que el Turismo cabal y rampante, no plantea sino eso: la ilusión de la vida y su estilización viajera.
Una ilusión del viaje y una estilización del movimiento que no esconden otras frustraciones profundas del occidente acalambrado.
Como ha sabido ver, acertadamente, Michel Houllebecq en sus novelas.
Como ha sabido, también, ver Marc Augé en sus ensayos sobre los ‘No lugares’.
Porque, finalmente, el Turismo lo que propone es eso: un No-lugar.
Un No-lugar, sin tiempo y sin espacio, como mito celebrado de la felicidad sostenible e hipotecable.
Una ilusión y una estetización de la vida contemporánea.
A la manera de la estetización de la política, como repite Félix de Azúa, que viene ocurriendo desde 1939 en Alemania.
Y que, por ello, pretende ser FITUR una glorificación de la actividad turística.
Una glorificación, no por amor al turismo sino por amor al dinero.
Bien cierto resulta que el negocio del turismo legal mueve cifras del entorno del 10% del PIB.
El turismo ilegal, resulta incalculable.
Y por ello no se dan números ni datos.
Y el turismo marginal y de parias del tercer mundo, es fruto de las fronteras pesadas en los movimientos de los exiliados y refugiados.
Lo que llama la atención, cada vez más, es el peso institucional de la Feria.
Donde las Cancillerías, las Consejerías y las Concejalías del sector, ocupan cada vez más espacio.
Han desplazado enteramente a Empresas de Hostelería, Grupos empresariales, Tour Operadores, Grandes emporios del viaje y del entretenimiento.
En una vuelta sucesiva del guante: de lo Político a lo Económico primero.
Y al revés, después, de lo Económico a los políticos en desfile y procesión.
La otra dimensión notable del evento, son los ejercicios de Auto-bombo, en aras de la promoción propia.
Una dimensión de exaltación propia, de estirpe nacionalista.
Ejercicios hiperbólicos que rozan el discursivo hablar del papanatismo y de la gloria del terruño.
De una gloria propia que se verifica y se legitima, bajo el cobijo del disfraz de hombres y mujeres vestidos y engalanados como paseantes de la historia.
Ataviados con trajes regionales procedentes del siglo XVII, en algunos casos, y parloteando noticias y glorias, en su Smartphone.
En una demostración precisa y exacta de la identidad del Turismo como No-lugar.
Como ocurre con la Estrella de los Vientos capitalina.
Icono del pasado que quiere futurear los vientos de la historia.
José Rivero
Divagario
Difícil hacer poesía de este disparate sin fecha de caducidad. Me ha gustado leerlo
El disparaté FITUR, se prolonga en la saga de Madrid Fusion, y luego se alarga en otra ficción como es ARCO. Dando lugar todo ello a un programa auténtico de espectacularuzacion y banalidad.