José González Ortiz, técnico conservador de Museos, Archivo y Patrimonio Municipales.- Uno de los cuadros interesantes -dentro de la “pintura retrato” (*) que cultivó Manuel López-Villaseñor-, es el titulado “A Pilar le dan miedo las mariposas”, fechado en el año 1977 y, concebido en lo que se ha venido en llamar, corriente estilística contemporánea y dentro de la “figuración española”, con clara alusión al panteísmo español y a la metafísica. Línea expresiva en su rica y variada trayectoria pictórica y que tan buenos resultados plásticos le proporcionó en vida. En éste cuadro, late la vida por encima del oficio de pintor. Pintura que al margen de la propia imagen (Lo que narra el cuadro) posee un cierto trasfondo por su mensaje implícito de cariño y amor de padre hacia su hija y que por otro lado igualmente aporta planteamientos psicológicos y humanísticos. En él, Manuel López-Villaseñor, representa a un padre de fornidos brazos y rostro curtido por la vida pero preocupado, que protege y alienta a su hija –Pilar-, ante la incertidumbre de lo desconocido y la libertad, representada por un grupo de mariposas que revolotean cerca de ella y que la están “invitando” a emprender nuevos, difusos e indeterminados derroteros. La joven en su mano derecha porta dos flores de violeta (¡la violeta es un símbolo de amor y lealtad y, tiene connotaciones curativas y protectoras!). Pilar se halla en una encrucijada incierta, donde la perplejidad, recelo y miedo a lo extraño la tienen preocupada. Su mirada es ingenua, insegura, imprecisa, desconcertada y su padre le ofrece con afecto y predilección su protección y…, la propia experiencia en la vida.
(*) En la “pintura retrato”, López-Villaseñor generalmente siempre representaba a personas cercanas, próximas a él y de su entorno amistoso o familiar.
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