Jesús Arévalo Lorido, técnico del Museo López Villaseñor.- Esta obra del pintor Manchego y académico de San Fernando, de dos metros de lado y realizado en acrílico sobre tela. Fue pintado para la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1968.
Representa en palabras de Antonio Gascón S.M. una visión contemporánea de Cristo. La escena nos muestra a Cristo orando, como en el pasaje bíblico de la oración en el huerto de olivos. La divinidad del personaje queda oculta tras las manos con las que queda cubierto sus ojos. Paradójicamente el Cristo de Villaseñor es un hombre sin rostro, sólo queda a la vista su boca, expresando un grito de horror. La escena ocurre de noche, iluminando la escena tal vez, con la luz de la luna, la cerca del huerto de olivos, es representada por el artista como una alambrada de espinos, (como ahora las modernas concertinas). El paisaje aparece como una trinchera, un campo sin vegetación, asolado por las bombas. Los apóstoles dormidos en primer plano recuerdan a soldados abatidos en las trincheras de alguna de las guerras mundiales del siglo pasado. Pero bien podría representar cualquier guerra contemporánea, por que Villaseñor nunca narra hechos concretos, sino actitudes, sentimientos y acciones. De ahí que sus obras siempre resulten actuales, este cuadro podría hacer referencia a cualquier desastre de ahora, con una figura que ya desesperada no puede más y exclama a la humanidad ¡vos omnes!….en reproche a tanta destrucción, muerte y locura, que la humanidad es capaz de provocar, una y otra vez.
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