Eusebio Gª del Castillo Jerez.- En el marco del Seminario Permanente de Derecho Penitenciario Victoria Kent, organizado por el Aula Penitenciaria de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Ciudad Real y dedicado en esta edición a la drogadicción y el sistema penal, el director Stéphane M. Grueso ha presentado Módulo 8, un retrato, en formato documental, de personas privadas de libertad en uno de los módulos de respeto de la prisión de Mansilla de las Mulas (León).
Esta película, explicaba el director momentos antes de su intervención en el seminario, surgió de la oportunidad de acceder, mediante un contacto, a un centro penitenciario. Esto, sumado a la curiosidad que suscitaba, en los realizadores de la cinta, la cárcel y la privación de libertad, «una cuestión que no despierta el más mínimo interés en la sociedad».
Stéphane M. Grueso reconoce que le impactó su crudeza. «Me cambió el concepto que tenía». Hasta entonces, explicaba, no le parecía mal el hecho de que se encarcelara por mucho tiempo a las personas que habían cometido un delito pero, a raíz de filmar la película y conocer el medio penitenciario, constató lo «terrible» que es la privación de libertad. «Hay que tener cuidado a la hora de mandar a la gente a la cárcel», advertía. Por otro lado, el rodaje de Módulo 8 también supuso una experiencia personal «muy enriquecedora», que le permitió conocer a los reclusos del centro penitenciario. Personas, «como en todos lados, buenas, malas y regulares».
Su papel en el seminario, señalaba, consiste en aportar la experiencia de un no jurista que tuvo la oportunidad de pasar muchas semanas (no internado) en una cárcel. Obviamente, además, enseñar la película, un retrato «muy honesto» de lo que ocurría en el centro penitenciario.
Módulo 8 relata la historia de dos reclusos, mostrando en primera persona cómo les va la vida y cómo sobreviven en el módulo de respeto que da nombre a la película. Los protagonistas, al igual que la mayor parte de las personas que Stéphane M. Grueso encontró en presión, fueron condenados por delitos derivados de las drogas, bien por su consumo o por el tráfico. «Los dos eran toxicómanos y su delito, el robo con violencia. Robaron para conseguir dinero y comprar droga».
Una de las circunstancias que más impresionó al director fue «la falta de perspectiva que tenían». Muchos de los presos, relataba, ya habían entrado antes, tenían la certeza de que iban a volver y que iban a acabar mal. «No creen en la resocialización y están allí esperando a nada».
En ese sentido señalaba que la cárcel es «más porosa de lo que creemos: los presos entran y salen con permisos». Las dos personas a las que siguieron tuvieron la oportunidad de abandonar la cárcel y reinsertarse a través de diferentes modelos, «pero lamentablemente volvieron a entrar a los pocos meses». Uno de ellos accedió a un programa de Proyecto Hombre para deshabituarse, allí se encontró con problemas «y lo mandaron de vuelta». El otro protagonista llegó a un centro social, pero sintió que la situación «se le estaba yendo de las manos» y él mismo solicitó el reingreso a la cárcel. «Los dos volvieron, y allí los dejamos», concluía.