De heresiarcas, traperos y hombres de Dios (6)

Manuel Cabezas Velasco.- La extinta judería de Villa Real tras las matanzas de 1391, recibiría un nuevo y duro golpe dos años después con la donación tanto de parte de una calle para crear el acceso a la otrora Sinagoga Mayor y posterior iglesia de San Juan Bautista, y del fonsario judío. Ambos habían recaído en manos del Maestresala de Enrique III, Gonzalo de Soto, habiendo sido enajenados tres años más adelante a Juan Rodríguez, vecino de Villa Real. carillonEl mismo a finales de siglo haría merced de tales propiedades al convento de Dominicos de la capital del Híspalis, siendo la escritura otorgada a su Padre Prior a cambio de que en el suelo sinagogal se fundase un monasterio de la orden de Santo Domingo. Frente a este convento poco más de una década después el predicador Vicente Ferrer había enardecido el ánimo de la muchedumbre de la villa para alimentar un antijudaísmo que ya ardía por las tierras peninsulares, además de ser la oportunidad perfecta de comenzar una ola de conversiones que eliminasen cualquier tipo de conflictividad entre los habitantes de la población.

En el año 1412, la relevancia de la visita de Vicente Ferrer y la “Disputa de Tortosa” entre los dos años siguientes, conllevaría la desaparición al menos de puertas para afuera de las prácticas judaicas como tal. La intimidad pasaría a adquirir una importancia aún mayor y las sospechas sobre sus convecinos estarían siempre presentes.

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– Sancho, ¿en qué piensas? – le inquiría su esposa al líder de aquel grupo de fugados.

– María, ¿cuánto tiempo ha pasado desde aquel día que tuve que sortear los reparos de tu padre para que pudiese iniciar los oportunos acuerdos para que tú y yo fuésemos mujer y marido? – recordaba con cierta melancolía y a la vez gozo el simpar rabí.

– Uy, Sancho, ¿cómo podías dudar de mi padre si te dije muchas veces que desde el primer día se había fijado en ti y en las virtudes que atesorabas? – le decía a su esposo con alegría. ¡Mi padre nunca dudó de ti! Sin embargo, jamás se había dado cuenta que mi deseo era aún mayor que el suyo en que fueses mi marido – precisó con una sonrisa burlona.

– ¡Ay, mujer, qué mal lo pasé entonces! ¡Aún te recuerdo con tus dieciséis años y yo, sin embargo, con apenas uno más parecía mucho más joven! – recordó con nostalgia. Ese comentario sacó una enorme sonrisa a su acompañante, que continuó con un enorme beso para confirmar que siempre había sido el amor de su vida.

– ¡Menos mal que tu padre y el mío se llevaban bien y esto fue una balsa de aceite para nuestra unión! ¡Y los tiempos difíciles en los que tuvimos que formalizar nuestra fidelidad no sólo con la ketubbá sino los dos años que tuvimos que esperar! – recordaba con ternura aquellas vicisitudes por las que tuvieron que pasar a la hora de sellar un compromiso que uniría a las respectivas familias, a pesar de las negociaciones y trámites previos que se seguían. Y de nuevo su imaginación le llevó a recordar el pasado sufrido por su estirpe aunque también su mente le conducía a aquella imagen que su esposa le había recordado del tálamo nupcial en el que ambos no sólo satisfarían sus deseos carnales y amorosos sino que constituirían un solo ser que se convertiría en el pilar de su futura familia. Esta misma imagen le dirigía su mirada a uno de los que había sido pilar fundamental en su vida y en su travesía y que también era parte de su progenie: su hijo Juan, el cual también tenía intención de consolidar su propia familia con su esposa Isabel, los cuales también eran parte del grupo de huidos del yugo inquisitorial.

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4 COMENTARIOS

  1. Muchas gracias por estos relatos que ayudan a conocer una parte de nuestra historia muy poco conocida.Animo y a seguir publicando estos relatos que los veo muy interesantes.

  2. Gracias a ti Arramblo. Seguiremos en la brecha, tanto con los relatos como con los artículos, y con fuerzas más renovadas al ver que tengo el aliento de personas como tú.
    Un saludo

  3. La expulsión de los judíos fue un grave error histórico. Eran un sector dinámico de la sociedad.

    Me avergüenza como católico el trato que mi religión dio al judaísmo.

    Si Cristo fue judío, los cristianos también lo somos.

    Hitler lo tenia claro, después de los judíos, había que extirpar de Europa el cristianismo.

    Son nuestros padres en la Fe. Y les admiro mucho porque siempre han destacado por su brillantez, dinamismo y habilidad para adaptarse a todo tipo de ambiente hostil.

    Shema Israel, Adonai Elohenu, Adonai Ejad.

  4. Gracias Angel Manuel, aunque los fanatismos no son exclusivos de la religión católica y todos han cometido tropelías. En cuanto al ámbito en el que se circunscribe el relato, los cristianos trataron de hacer limpieza y erradicar cualquier otra alternativa siendo su elemento represor el yugo inquisitorial.

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