Se cumplen ya diez años de aquel funesto día en el que se inició el derribo del singular y emblemático edificio de la Cruz Roja. Diez años después, sus ruinas solitarias y asilvestradas son testigo de la negligencia y mediocridad que ha caracterizado la gestión patrimonial y urbanística de Ciudad Real. Este edificio representa la tensión fruto de un tiempo en el que una grupo de ciudadanos decidió echar un pulso a la máquina destructivo-administrativa que ha campado a sus anchas por nuestra ciudad durante décadas.
Representa un ejemplo de que unos cuantos vecinos pueden hacer algo más que quejarse inútilmente de los males locales y tomar cartas en el asunto mediante acciones sencillas y convencidas.
El destino final de este inmueble es incierto. Diez años después hemos comprobado la incapacidad de la Administración para dar solución a hechos patrimoniales que se escapan de sus plantes destructivos. Dar licencias de derribo, mirar hacia otro lado, consentir demoliciones, etc. son iniciativas que se dan bien a la Administración local y autonómica. Construir, restaurar, recuperar con criterios de cierta sensatez y participación ciudadana resultan experiencias exóticas en nuestra ciudad.
Quizás el cada vez menos visible edificio de la Cruz Roja sea un ejemplo para el presente y para el futuro que enseña a las generaciones futuras y presentes cómo se han hecho las cosas, pero también un acicate para hacer ver que con un poco de voluntad y decisión ciudadana, las cosas podrían ser de otro modo.
Alberto Muñoz
Con los ojos bien abiertos
Algo más que una década querido Alberto. Eres generoso en extremo. Hay mucha desidia acumulada, creo que desde 1962, por poner una fecha clave y alonsiana.
Ahora que tenemos euros para ¨pulir¨ Ciudad Real, a ver sí se acuerdan de la casa de la Cruz Roja. Con todo el significado que para muchos ciudarealeños siempre ha tenido y con el poco patrimonio arquitectónico de valor que queda en pie.
Los del turismo de interior a base de tapas, ¡no se hace sólo CULTURA así!.