Ocho días por semana, incluso nueve

José RiveroHace escasas semanas y no recuerdo la razón, reparé con cierto detalle, si es que eso se puede decir con frialdad, en la letra de ‘Glass onion’, canción que aparece en el álbum blanco The Beatles de 1968, y que entre otras particularidades contiene altas dosis de autoreferencialidad.
Como si ya John Lennon, al escribir su letra estuviera recapacitando sobre lo pasado-compuesto y sobre lo futuro-simple. Y estuviera mirando la hoja de papel escrito desde el canto o filo, justo desde el lado desde el que no se ve casi nada. Situación que le llevaría, posteriormente, a ciertas constantes de estirpe surrealista, como ocurre con esa misma semana que quiere contar con más días de los debidos.

1391083939_538864_1391103881_noticia_normal Este hecho fue capturado hace dos años por Fran G. Matute en su texto de la revista Jot Down, denominado ‘Pelando la cebolla. Una aproximación literaria al Po(p)stmodernismo’, para dar cuenta de ese viaje al centro de la cebolla, desde un oculto homenaje a Günter Grass. Hermanando propósitos musicales y retos literarios. Como si a la vuelta de los años, pudiéramos leer y escuchar el fenómeno Beatles, en claves diversas, más allá de las estrictamente musicales. Preguntando y preguntándonos ¿cómo fue posible aquello?, ¿cómo fue posible todo ello en tan poco tiempo?

Y todo ello, todas esas lecturas y relecturas, han venido a coincidir con el estreno del ¿documental? De Ron Howard sobre The Beatles. La pretensión de Ron Howard, de introducir algo más de dos años de fragmentos de conciertos, la mayor parte en Estados Unidos, por parte de los Beatles, en algo menos de dos horas en ‘Eigth days a week. The touring years’, es un esfuerzo imposible.

beatles-on-spotifyAunque tal supuesto de ‘lo imposible’ se aviene bien con algunos supuestos admitidos por los mismos Beatles, en bloque o de forma aislada a partir de 1967. Aunque haya pistas previas de la pérdida de cierta cohesión como grupo conjuntado, ya con ‘Rubber soul’ en 1965. Álbum que marca, no tanto el comienzo de una disgregación del cuarteto equipado y uniformado, como una experimentación sonora que no haría más que crecer hasta 1969. Siendo esa fecha de agosto de 1966 (último concierto de la gira en USA), el comienzo de un trabajo musical que valoraría más el trabajo en estudio que el directo, por las posibilidades de experimentación. Y con ello ocurriera cierto repliegue de las posiciones sostenidas hasta entonces.

splcbPiénsese que la mirada de la película de Howard, que cuenta con guión propio a pesar de utilizar mayormente imágenes documentales de época y testimonios posteriores de Harrison y Lennon, más opiniones actuales de McCartney y Star, se detiene básicamente en el recorrido triunfal del grupo, entre febrero de 1964 (Entrevista con Ed Sullivan) y el concierto final de agosto de 1966 en el Candlestick Park de San Francisco. Años que coinciden, tras el asesinato de Kennedy, con los movimientos civiles anti-segregación, con la guerra de Vietnam y con el inicio de movimientos juveniles de protesta en todos los países occidentales.

Por todo ello, puede decirse que ‘Eigth days a week’, recorre más la melancolía de unos años, que entre nosotros fueron epigrafiados certeramente como ‘La década prodigiosa’ por Pedro Sempere y Alberto Corazón. Unos años y sus realizaciones diversas, que vistos desde la planeidad contemporánea, no dejan de resultarnos tan extraños como sobresalientes. No sólo en lo musical y no sólo con los Beatles.

the_beatles_eight_days_a_week_the_touring_years-306494979-largePiénsese en el mar de realizaciones que se solapan desde 1960 a 1973, por poner unos límite temporales, que Sempere y Corazón acotan como: “Entre la cabeza reventada de John F. Kennedy y el casco numantino de Salvador Allende hay diez años prodigiosos”. Realizaciones musicales de otros grupos y autores (Dylan, Rollings Stones, Who, Cream), cinematográficas (desde la Nouvelle Vague, al Free Cinema o la Nuovo Cine brasileño), pictóricas, incluso literarias. Por eso la pregunta realizada en vivo en los sesenta a Paul McCartney de “¿Cuál será la aportación de los Beatles a la cultura y qué permanecerá de ellos?”, contara con una respuesta tan contundente como desprejuiciada. “¿Cultura?, nosotros sólo hacemos entretenimiento”. ¿Habría dicho hoy lo mismo?

Puede que McCartney no estuviera en lo cierto a la vista del legado musical recibido, sin el cual estos años serian incomprensibles, más grises y hasta más fríos. Y eso que todo ello, todas las canciones memorables, fueron compuestas en sólo siete años. No ocho, ni nueve años, como serían los días que demandarían las semanas de trabajo rotundo para obtener tales réditos.

Periferia sentimental
José Rivero

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