Lo he contado en clave de humor. Reír por no llorar. Ahora en serio. Democracia es gobierno del Pueblo. Pueblo somos todos. Por tanto, en democracia, el gobierno es de todos. De TODOS, no de la mayoría.
La dictadura de la mayoría, como su propio nombre indica, es DICTADURA. Pero la DEMOCRACIA es de TODOS.
Una prueba clara de la ausencia total y absoluta de democracia en nuestro país -y en tantos otros- es que la práctica totalidad de los españoles desconoce un principio tan básico de este tipo de gobierno.
Es más, el lavado de cerebro es tan profundo que dudo mucho que siquiera pudieran entenderlo si se les explicara.
El dogma implantado por la teleprogramación reza así:
Lo que importa es que ganen los míos. Que gobiernen los míos. Que los míos pisoteen los derechos de los demás para beneficio mío.
Si eso se produce después de votar, es democracia.
Amén.
A cualquier persona con dos dedos de frente le parecería evidente que con esa filosofía las cosas tienen que ir necesariamente mal. Tanto egoísmo y insolidaridad no pueden traer nada bueno para la mayor parte de la gente. Tal vez para unos pocos. Para la inmensa mayoría, no.
Y a cualquier persona con dos dedos de frente le parecería evidente que esa filosofía no se corresponde, ni de lejos, con un “gobierno del pueblo”.
Es sencillamente otra versión de la ley del más fuerte. La de toda la vida. Pero, democracia… ¿de qué?
El establecimiento de un nuevo gobierno, en democracia, tiene que partir de un acuerdo de la totalidad de las fuerzas políticas, en base a que ese gobierno sea un gobierno de y para todos los ciudadanos.
Que sí, eso sería en condiciones ideales. Utopía.
En condiciones reales la democracia perfecta obviamente no puede ser alcanzable. Siempre habrá algunos que quieran arrimar el agua a su molino, sin importarles dejar a los demás sin ella.
El acuerdo total no es posible.
Pero debe haber voluntad generalizada de que ese acuerdo alcance a la mayor cantidad posible de personas. Y de que haya agua para TODOS.
No una mayoría rácana.
No una minoría sobrerepresentada por un Sistema electoral amañado para que unos pocos impongan su voluntad a los demás.
En una nación que pretendiera ser democrática, sería habitual tener gobiernos multipartidistas, en base a acuerdos suficientemente buenos para la inmensa mayoría de los ciudadanos, aceptables por todos ellos, y donde también todos cederían en parte de sus pretensiones para dar cabida a las de los demás, minorías incluidas.
En democracia, gobierno somos todos. También las minorías.
Y en esa nación, esa tradición democrática estaría plasmada en las leyes, entre otras maneras, en forma de requisitos mínimos de representación para poder validar un gobierno.
Por ejemplo, la exigencia de que un gobierno esté respaldado, como mínimo, por:
– Dos tercios de los votantes.
– La mitad de los ciudadanos adultos, hayan votado o no.
Y estas dos condiciones serían pobres, muy pobres. Un gobierno respaldado únicamente por la mitad de los ciudadanos… es difícil considerarlo democrático. Aceptando pulpo…
Pero, ¡qué menos que eso!
Pues en España, ni nos acercamos.
Lo llaman democracia, y nunca lo fue.
Gonzalo Plaza
Ciudadano en blanco
Pues a mí me ilusionaba un gobierno que representara a una minoría mayoritaria de electores (PP), que necesitara para legislar (que es lo que cuenta), no sólo con el control de las Cortes (adicional al del Poder Judicial), sino con la co-decisión de las Cortes (al modo de Comisión y Parlamento en la UE).
Es decir, que la proposición de Ley (Legislativo) imperara sobre el proyecto de Ley (Ejecutivo).
Serían leyes más sesudas porque habría que debatir y discutir mucho, pero mejor controladas y más consolidables a lo largo del tiempo. Debe haber menos leyes, pero que se cumplan y perduren.
Pero lo que realmente ha imperado ha sido el interés particular de los partidos, y específicamente el de sus líderes, claramente opuestos al interés general.
Las sanciones multimillonarias de la Comisión Europea por la falta de aprobación de una Ley de Presupuestos y la falta de liderazgo político que desincentivan la inversión extranjera, nos van a costar muy caro, además de costes electorales, remuneraciones inútiles de diputados y senadores…
Lo verdaderamente aprovechable de esta etapa de nuestra historia democrática es lo que evidencia la mediocre, arbitraria y peligrosa dependencia de nuestra sociedad civil respecto de esta dictadura partitocrática, liderada por personas que sólo se sirven a sí mismos.
Vistos los resultados de las investiduras, ahora procede que el rey le encargue a Rivera que intente formar gobierno. Las probabilidades de conseguirlo son altas porque el PP y el PSOE le deben un voto afirmativo, y personalmente de momento no tiene ataduras corruptas ni de mala praxis.