Querida xabarina:
Esta mañana me he hecho una amiga. Bueno, amiga de esas que le traes un queso manchego al año siguiente cuando vuelves, no. Como para ir a nadar tienes que hacer una etapa del Camino de Santiago, una lugareña se me ha agregado y me ha dado palique mientras nos dirigíamos a lo profundo (como sus tetas colgaban un poco más que las mías, nos hemos parado antes). Me contaba que esto antes era mu’ bonico y que el agua era azul. Yo miraba hacia abajo para intentar vislumbrar mis albarcas blancas, pero nada, el agua verde y espumosa, como el Tajo por Toledo, y me ha entrado la morriña un poco (hoy no he visto al chino, por cierto, pero esta noche ha hecho una altura más). Me dice mi amiga que este sitio es único en Europa. ¡Menos mal! La Naturaleza es sabia, puede cometer un error, claro, pero dos ya no… No le he dicho nada porque me veía como en los debates de Las mañanas de la 1 cuando discuten sobre si brócoli o zanahoria y he optado por la caidita de ojos en modo «di que sí a todo» que te da el no poder llevar gafas para bañarte.
Luego he ido a por un café al Johnny. ¿Tú has visto los reportajes de Callejeros Viajeros en Ibiza y Marbella en los lounge club, donde la gente toma champán a las diez de la mañana, ellas van con mechas californianas y vestidos brillibrillis y ellos morenazos y sabiendo bailar? Yo también los he visto, pero el Johnny no es así. El tipo vende Jumpers y granizados de limón. Y café, claro. Habla un idioma raruno, de más arriba del Rhin. Debe llamarse Hjalmar o Ađalbjörn, por lo menos. El primer día le oí decir «Awuntrgten!» (bueno, pizca más o menos) y pegué tal «encogía» que hasta el esfínter se me cerró. Miedo me da buscar eso en el Google Translate… El caso es que luego sonrió y el café me lo puso bien. Estoy pensando que le voy a traer un queso cuando vuelva…
Besitos
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Beatriz Abeleira