Querida amiga:
Hoy he tenido que ir de compras. Por culpa del chino nostálgico. Resulta que hace años vive aquí un chino. Es un poco gallego y se ve que le ha entrado la morriña y está triste porque hace mucho que no va a su país. 
El chino nostálgico ha pensado que es una buena idea hacer una réplica de la Muralla China en la orilla de la playa y todas las noches, cuando los lugareños duermen, cansados de saltar tantas olas y de poner y quitar las sombrillas de Camy, el chino nostálgico se dedica a traer pedrulos de los tochos y los va colocando a lo largo de la orilla para recrear su copia de la muralla. El chino nostálgico trabaja solo, pero se ve que le cunde al jodío. Es imposible pasar andando sin clavarte las piedras. Es como una sesión de acupuntura a lo bestia y yo no soy de dolor por placer, ya me conoces. Ahora que estoy impregnada del espíritu deportivo por las Olimpiadas he intentado el salto de longitud para que no parezca que estoy de hogueras de San Juan, pero, chica, seré paticorta porque aterrizo en medio del pedregal y tengo ya los pies con más socavones que la A4 en Despeñaperros… A mí lo de sufrir por placer pues no, eso lo dejo para los runners o los «fanses» de Camela… El caso es que esta mañana, mientras tomaba mi café donde la Vane y los chachos, me he acordado de Frank de la Jungla, que el chavalillo va pa’ arriba y pa’ abajo con unas chanclas horrorosas, pero funcionales, que lo mismo le valen para la selva, para el río y para conducir por Bangkok, y he decidido comprarme unas. Las mías, blancas, a juego con la camiseta de la Caja Rural. ¡Qué gustazo ahora meterse en el mar! Parezco la Bo Derek o la Ursula Andress, cuando eran en Technicolor claro… ¡Una maravilla!
Lo del chino nostálgico es teoría mía. Los paisanos cuentan que hay tanto pedrulo por no sé qué rollo de vertidos y removidas del mar. No sé, a mí lo del chino me convence más. Porque las albarcas de petróleo plastificado me las ha vendido un chino que, al darme el cambio, me ha dicho: «Se chove, que chova…».
Besitos
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Postales desde Ítaca
Beatriz Abeleira
