Queridos amigos:
El día 2 superado. Al final va a ser que solo soy un poco tiquismiquis nada más. La playa aquí es un paraíso, bueno, un paraíso para los que les gusta caminar, porque para conseguir nadar o, en su defecto, zanganear haciendo el muerto sin que el culo parezca una almadraba de atún arrastrando arena, tienes que caminar unos 5 kilómetros, eso si eres de altura media. Si sobrepasas el metro setenta échale un par de kilómetros más para que el agua te llegue al pecho, contando con que las tetas ya las tengas un poco colganderas. Aquí lo bueno es que no tienes que leer a Paula Echevarría ni ser seguidora de El Diablo viste de Prada para ir a la playa porque con una camiseta de la Caja Rural y unas chanclas de rayas azules y blancas se va muy cool. Para la cabeza una gorra de Cutty Sark te va piripintada y la bolsa de Mercadona (pero la buena, la de reciclar) para las toallas. La comida no está mal. Hoy esperábamos un arroz con conejo y caracoles, que mi estómago desde anoche ya se dio la vuelta cuando escuchó que teníamos que comer tan suculento manjar, que ni con Almax y Omeprazol pensaba yo que se me iba a ir el regurgitar que me iba a provocar, pero gracias a la desidia y lentitud de los paisanos, pues hemos tenido que cambiar tan delicioso menú por un arroz a banda, que eso sí que ha conseguido que mi estómago se ensanchara y volviera a su textura natural. Ya de la marcha nocturna os hablo otro día. Que tú piensas que mojitos, daiquiris, gintonics frutícolas, pero que el mejor combinaó que preparan es el sol y sombra. Los guiris aquí son un poco como los que salían en Los Vigilantes de la playa, bueno, solo se parecen en el pelo, la verdad… Tiran más a la versión rusa de Verano azul veinte años después.
Pero bien, bien…
Un besito
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Beatriz Abeleira