Centro de Información Europe Direct Ciudad Real.- En estos últimos meses hemos asistido a hechos que han socavado o puesto en duda uno de los principales pilares de la unidad europea. El pasado 14 de junio se cumplían 31 años de la firma del Acuerdo de Schengen por el cual se decidía eliminar los controles fronterizos entre los Estados que componían la entonces Comunidad Económica Europea, curiosamente todos los Estados fundadores excepto Italia, que se incorporó cinco años más tarde.
Un hecho, al que quizás no se le da la importancia que merecería. Se trataba de la creación de un espacio común y de libre movilidad para todos los ciudadanos y ciudadanas que viven hoy en la Unión.
Su acta de nacimiento se firmó un 14 de junio de 1985 – aun año de la entrada de nuestro país en la Unión Europea – en la ciudad luxemburguesa que le da nombre, en Schengen, y hoy está conformado por 26 Estados, si bien, sus límites difieren algo con respecto a los de la Unión Europea, hay Estados miembros que aún no se han acogido al mismo, mientras que sí lo han hecho, sobre todo en materia de seguridad y cooperación, terceros países.
Los que trabajamos informando al ciudadano sobre la Unión Europea sabemos lo que muchas veces cuesta convencerles de las ventajas y los beneficios que esta unión ha tenido para todos, como ha hecho que mejorasen nuestras vidas. En el caso del espacio Schengen es obvio, teniendo en cuenta que vivimos en un mundo cada día más interconectado y en el que la gente cada vez viaja más, pero paradójicamente es la población más joven, y la que por lo tanto, más se beneficia de esta apertura de fronteras (a la hora de trabajar, hacer turismo, estudiar, practicar el voluntariado…etc.) la más crítica y a su vez la que muestra mayor sorpresa cuando le explicamos lo que ha costado a los europeos que nos precedieron este logro, quizá porque piensen que siempre ha sido así, no han vivido el cambio, lo que les lleva a no valorar lo suficiente estos avances, todo lo contrario a lo que ocurre por ejemplo con los miembros de las generaciones más mayores, y sobre todo con los antiguos trabajadores españoles en Centroeuropa o Francia, los emigrantes de los 60 y 70 que por motivos no deseados tuvieron que desplazarse a otro país.
Otras personas no son conscientes de lo que en realidad estas políticas comunitarias afectan a su vida diaria, viéndolas como algo lejano, cuando en realidad pueden beneficiarles en su día a día más de lo que creen, un caso por ejemplo podría ser el del roaming, hoy en día todo el mundo, para lo bueno o para lo malo, es muy dependiente de las nuevas tecnologías, y el hecho de que podamos utilizar la telefonía móvil en las mismas condiciones en cualquier país de Europa nos repercute en nuestra vida cotidiana.
Estos ejemplos “chocan” con la corriente crítica y el euroescepticismo que ha hecho que en determinadas situaciones se ponga incluso a prueba los principios de unidad y solidaridad de la Unión Europea, como ha ocurrido con la aceptación por parte de la Comisión Europea de controles fronterizos de carácter excepcional ante el dramático fenómeno acaecido de la crisis humanitaria de los refugiados y los ataques terroristas en París y Ámsterdam.
Schengen es, no obstante, un logro histórico irreversible y no negociable, la Comisión Europea cuenta con mecanismos suficientes para hacer frente a los problemas humanitarios o de seguridad. En definitiva, no se trata solo de favorecer la movilidad interior de los europeos y crear una economía más integrada, sino también de la generalización de la solidaridad, difusión del respeto y defensa de los derechos humanos, y un mayor dinamismo cultural y turístico entre los distintos y diversos pueblos que componen Europa.