Hace pocos días ha muerto un hijo bastardo de Alfonso XIII, Leandro Alfonso Luis de Borbón Ruiz, nacido de su relación con la actriz Carmen Ruiz Moragas, instalada por el rey en un lujoso chalet de Madrid, donde la visitaba. Falleció el pasado 18 de junio a los 87 años y hay que recordar que el tío de Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón, más conocido como Juan Carlos I, consiguió en 2003 que la Justicia reconociera en una sentencia histórica su derecho a utilizar el apellido Borbón.
Las veleidades de Alfonso XIII, alabado por la prensa y aupado por la mayoría de las autoridades, sólo eran conocidas en círculos reducidos. El gran público prácticamente desconocía las actividades en su vida privada o sus importantes negocios. No obstante, le acompañaba una reputación de rey castizo, noctámbulo, populista, mujeriego y amante de la pornografía (L. Litvak, 1994). En buena sintonía, por tanto, con Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, al que Artemio Precioso, editor y escritor hellinero, consideraba un “señorito juerguista”, que mostraba su preferencia por determinados espectáculos y por las mujeres, galantes o no. Uno y otro, buenos mujeriegos, se entendieron bien durante la primera dictadura.
Artemio Precioso, abogado, periodista, editor, autor literario y republicano, tuvo que ir al exilio en 1927 tras enfrentarse a diversas denuncias por su actividad editorial, hasta 17 procesos por escándalo público, según recordaba el autor en su libro sobre exiliados. No obstante, ABC (20-2-1927) daba la noticia del banquete en el Hotel Nacional con el que escritores y artistas quisieron homenajear a Precioso, que se trasladaba a París “para fundar un centro de ediciones”. En realidad tenía que marcharse por el conflicto que le enfrentó al dictador al editar la novela de Valle Inclán titulada La hija del capitán, en la que el escritor gallego satirizaba a Primo de Rivera.
Su enfrentamiento con el dictador le impuso esa decisión y su estancia en París sirvió, aparte de otras muchas actividades, para escribir una obra sobre exiliados importantes titulada Españoles en el destierro. La vida en Francia de Santiago Alba, Blasco Ibañez, Sánchez Guerra, Unamuno, E. Ortega y Gasset, Carlos Esplá, López Ochoa y Manteca, con diálogos, anécdotas, cartas y semblanzas de estos ilustres perseguidos (Madrid, 1930). El diario ABC (29-4-1930) anunciaba la aparición en términos elogiosos: “El autor de ‘Españoles en el destierro’ es Artemio Precioso, nombre que garantiza la amenidad y el interés y que cuenta con tan crecido número de lectores. ‘Españoles en el destierro’ será de esos libros que no defraudan, que no se olvidan y que se conservan”.
Durante la dictadura, como en ocasiones anteriores, el gobierno español ponía todas las trabas posibles a la crítica y eso significaba que para hacerse con libertad tenía que realizarse desde el extranjero. Se puede recordar en ese sentido el célebre folleto de Vicente Blasco Ibáñez, escrito en 1924 en el exilio francés y editado en 1925 en México por el Comité Central Pi y Margall pro-República española, con el título de Alfonso XIII desenmascarado. Una nación amordazada. La dictadura militar de España.
El escritor escribía que “La influencia fatal y corruptora que los Borbones españoles ejercieron sobre toda la nación, la han hecho sentir igualmente sobre el ejército”. Se publicaron al menos ediciones francesa (París, 1925) y portuguesa (Lisboa, 1925), más fáciles de encontrar que la castellana y la traducción del índice de la portuguesa es muy elocuente: La tiranía militarista; Las dos caras del rey; Los pequeños y grandes negocios del rey; La responsabilidad del rey en el desastre de Marruecos; Primo de Rivera y sus acólitos; El fracaso del Directorio; y La quiebra de la Monarquía.
Blasco Ibáñez era contundente en su crítica a la Monarquía borbónica que, según él, encarnaba la corrupción, potenciada por los negocios del rey: “España, tiranizada en su vida íntima, se ve arrastrada exteriormente a desempeñar un papel desleal y odioso ante las naciones más afines a ella. Hora es ya de que termine esta indigna y equívoca situación y eso sólo puede conseguirse echando abajo al causante de todos los males actuales, al que representa la institución corrupta que ha arrastrado a España a su triste situación actual”.
Para más detalles los lectores pueden recurrir, entre otros, al ameno y documentado libro de José María Zavala titulado Bastardos y borbones. Los hijos desconocidos de la dinastía (Barcelona, 2011), aunque no creo que se sorprendan mucho conocido lo conocido.
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
Todavía hay quien se sorprende al averiguar que reinan en España no los Borbones, sino la dinastía bastarda de los Ruiz y Puigmoltó. Hacerle un test genético a cualquiera de los reinantes despejaría muchas dudas, pero eso es ficción científica. El rey lo único que representa es un sistema posfranquista destinado a reciclar funcionarios comprometidos con el Régimen. Ese fue el motivo de la Constitución, y no otro. Por demás, convendría que en España gobernara un presidente civil y no un monarca militar. De eso ya hemos tenido bastante.