Siempre hay aristas que cortan, y pegas que pegan y que suscitan quejas.
¡Ay ¡ la queja creciente que avanza y crece.
De un Programa electoral me interesa su Estrategia económica.
De otro suscribo su Visión territorial del Estado.
Del tercero, apoyo la defensa del laicismo y la pugna por la Sociedad del Bienestar.
Incluso del cuarto, suscribo la defensa intachable contra la Corrupción política y contra las Desigualdades.
Hubo ocasiones anteriores, en que el Programa más solvente y equilibrado, era el menos, o de los menos votados.
Que eso se llama ‘morir de éxito’.
Y ello frente al éxito urnal y contable, obtenido por el Programa más fullero y tramposo.
Ocurre como en la mala literatura o en el mal cine.
Donde prevalece la máxima crítica de que ‘lo mejor es lo que más vende’.
Obra que acaba siendo la más leída; frente a la omisión que se practica socialmente con las piezas ejemplares y ocultas.
Que acaba siendo la película más taquillera, pese a las trampas totales de actores, directores y guionistas.
Las otras piezas, las mejores y más sensatas, terminan siendo llamadas ‘piezas de culto’.
Piezas memorables que marcan un tiempo y señalan un país, pero que son olvidadas con prontitud.
Y de aquí lo oculto de las piezas de culto.
Y sólo, con el paso del tiempo esas piezas de culto, revelan su enorme estatura intelectual o política.
Incluso ocurrió, que alguna vez el Programa presentado y en liza, era tan bueno, que forzó a la desaparición de la fuerza política que lo suscribía.
Y es que los electores lo tomaron, prontamente, por una Utopía novelada.
O de una novela de la Utopía.
Y es que todo lo que existe merece desaparecer.
José Rivero
Divagario