Juan José Rubio Guerrero. Catedrático de Hacienda Pública y Decano de Derecho y Ciencias Sociales. UCLM.- Una pregunta que está en los últimos tiempos en boca de todos es en qué medida los impuestos son armas para el combate político.En cualquier evento electoral es fundamental poner encima de la mesa los fundamentos económicos que va a defender el partido o coalición que se postula para gobernar.
Uno de los principales pilares de cualquier programa económico en cualquier democracia desarrollada es la política tributaria y la visión sobre el modelo económico que se deriva de su propuesta e implementación. Resulta fundamental para que el ciudadano pueda revelar sus preferencias fiscales (y sobre el modelo económico que subyace en la propuesta) a través de un voto meditado y coherente, que las propuestas formuladas sean técnicamente sensatas, realistas y creíbles, lo cual exige, en primer lugar, una labor didáctica y clarificadora de los políticos sobre los fundamentos de la propuesta fiscal y, en segundo lugar, un esfuerzo de comprensión y evaluación de las alternativas por parte de los ciudadanos lo que exige un compromiso de análisis de las mismas desde la perspectiva técnica, ética e institucional, lo que conlleva una formación democrática exigente para que su revelación de preferencias permita delimitar un marco fiscal acorde con el interés general manifestado por cada elector.
Esta introducción deber servir para comprender que el debate sobre las propuestas fiscales en las últimas elecciones y, las que se aproximan por lo que se está viendo, ha sido francamente decepcionante porque la formulación de propuestas, por unos y otros, se ha planteado más como una forma de atraer el voto de cualquier manera y a cualquier precio a través de mensajes sesgados y simplistas, propios de Barrio Sésamo, faltando, en muchos casos, a la credibilidad y el compromiso con la realidad presupuestaria, social e institucional a la que nos enfrentamos. La experiencia del gobierno en funciones que, prometiendo una bajada de impuestos cuando en su momento llegó al poder, nada más aterrizar los elevó de manera dramática, ha provocado que la credibilidad programática se resienta en todos los frentes y para el conjunto de las fuerzas políticas. Se ha instalado en el imaginario colectivo del votante español que una cosa es lo que se dice en las elecciones y otra lo que se hace cuando se llega al poder lo que diluye, a su vez, el impulso del votante a formarse una opinión cabal sobre las diferentes opciones fiscales.
El ciudadano español es suficientemente adulto y está suficientemente formado para digerir mensajes fiscales de cierta sofisticación técnica y sabe discriminar perfectamente entre lo posible y lo utópico por llamarlo de una forma suave. La realidad fiscal a corto plazo viene marcada por la restricción definida por la consolidación fiscal y los compromisos de Plan Financiero del Estado Español ante la UE que hacen muy complicado confiar en una bajada de impuestos a corto plazo por lo que estos mensajes deben ser puestos en cuarentena, pero, al mismo tiempo, no es coherente defender una subida generalizada de impuestos para financiar programas de gasto exorbitantes como plantean algunas fuerzas políticas como garantía del Estado del Bienestar porque el resultado sería el contraproducente al contraer la actividad y reducir los niveles de producción, renta y empleo que son el sustento de las bases imponibles de los impuestos fundamentales. La vida es el arte de los equilibrios y en el tema fiscal es básico este aserto. Afirmar que se va a subir los impuestos a los ricos ¿Quiénes son ricos a efectos fiscales?; que se va aplicar un impuesto sobre grandes fortunas ¿Qué se entiende por grandes fortunas? ¿No hay ya un Impuesto sobre el Patrimonio?, que se va a rebajar el IVA cultural ¿Ir al futbol entra dentro de la rebaja del IVA cultural? o que se va rebajar el IRPF no dejan de ser brindis al sol sin fundamento económico si no se articula dentro de una propuesta sólida, coordinada y ejecutable que suponga una revisión integral e integrada del sistema fiscal en su conjunto incorporando la modificación de los modelos de financiación territoriales. Lo demás es pan para hoy (votos) y hambre para mañana (ausencia de plan fiscal de gobierno y movimientos erráticos del sistema tributario lo que además genera inseguridad jurídica y compromete decisiones de inversión y financiación de la economía española). Seamos inteligentes, sepamos separar la paja del trigo y actuemos en consecuencia en función de nuestras preferencias fiscales para que, por adición de las mismas, se puede articular un sistema fiscal de cierto consenso en una dinámica política en la que la coalición de fuerzas y, por ende, el acuerdo programático van a ser imprescindibles.